Del muñeco de trapo a la pelea con sus compañeras de pabellón y las “tucas” de marihuana. Los primeros meses de la condenada presa por el crimen de Fernando Pastorizzo la vieron rodeada de polémicas
En enero de 2008, Norma Bonazzola, ama de casa, asesinó de 12 puñaladas a la supuesta amante de su marido en Gualeguay, Entre Ríos. Por el crimen fue condenada a prisión perpetua y alojada en la Unidad Penal de Mujeres de Paraná, la Nº6 del Servicio Penitenciario de la provincia. Dos años después de la condena, la mujer fabricó con ropa interior y trapos un rudimentario muñeco de tamaño real, lo puso sobre su cama y lo tapó para simular que era ella la que estaba durmiendo. Algunas horas después aprovechó el descuido de dos guardias y escapó cortando con un alicate el enrejado que está por encima de uno de los paredones del penal.
Nueve años más tarde, en la misma cárcel, una celadora encontró un muñeco muy similar en la celda de Nahir Galarza, condenada a pasar los próximos 30 años presa por haber asesinado de dos tiros a su novio Fernando Pastorizzo en Gualeguaychú. Luego, ella misma diría que fue todo “un chiste” entre reclusas.
Mientras tanto, la vida en el penal de mujeres continuó. Solía haber un cartel, que es ilustrativo del espíritu del lugar. “No importa la edad ni tampoco el lugar donde te encuentres. La vida siempre da otra oportunidad”, decía. Estaba escrita a mano y, probablemente, haya sido una de las primeras cosas que vio Nahir cuando atravesó la puerta de esa cárcel.
Desde que fue alojada en ese lugar, en septiembre de 2018, y con el correr de los meses, su convivencia con el resto de las internas pasó de problemática a insoportable tanto para ella como para sus compañeras, al menos, hasta agosto de 2019. Por ese entonces, tal fue el revuelo que armó desde su llegada que tuvieron que dividir el pabellón que ocupaba en dos.
Mensaje aleccionador en el aula penitenciaria
La Unidad Penal de Mujeres de Paraná no es de máxima seguridad ni mucho menos, los paredones son bajos y están complementados por alambrados simples, en algunos casos, y alambres de púa, en otros.
La primera impresión de alguien que visita este penal por primera vez es que es más parecido a un colegio con rejas que a una cárcel. Hay un pequeño patio en el medio rodeado de salones cubiertos de barrotes que hacen las veces de pabellones.
Para ingresar hace falta tocar la puerta y esperar a que una guardia coloque la llave y la abra. Lo primero que se observa es un escritorio en una recepción chiquita. A la derecha se encuentra la oficina de la directora. Un televisor de unas 50 pulgadas refleja los movimientos del lugar con unas 15 cámaras de seguridad distribuidas en distintos puntos. Esa oficina conecta, puerta mediante, con el patio donde las reclusas salen a tomar aire y a caminar un poco.
Como Nahir es hija de un policía, no bien llegó debió ser alojada en lo que se denomina internamente un “pabellón de seguridad”: un lugar aislado del resto de las detenidas donde solo ingresan ex policías, funcionarias municipales o familiares de agentes de alguna fuerza para cuidar su integridad física y así no cruzarse con el resto de la población del penal.
Nahir Galarza condenada por el crimen de Fernando Pastorizzo
Al principio de su estadía en el penal, la convivencia de Nahir con sus seis compañeras era buena y respetuosa, pero no pasó mucho tiempo hasta que la cordialidad se rompió en mil pedazos y empezaron los conflictos.
El más grave incluyó a Ludmila Natalí Soto, una ex policía que estaba condenada a 8 años de prisión por haber torturado a dos jóvenes en la localidad entrerriana de Rosario El Tala en 2012. Nahir denunció, por ese entonces, que la ex oficial había intentado abusar sexualmente de ella en varias oportunidades.
Contó que primero habían sido amigas, pero que luego su compañera se “empezó a confundir” y la había intentado tocar en partes íntimas. Se inició una causa judicial en la que la acusada declaró y negó todo. El resto de las internas dijeron que “sólo la tocaba en la oreja y ella se dejaba”.
El muñeco de la celda de Nahir
Algunos días después, y como contraofensiva a la denuncia, Soto escribió una carta elevada a las autoridades del Servicio Penitenciario en la que anticipaba que Nahir supuestamente planeaba matar a otra interna llamada Griselda Bordeira, una ex funcionaria municipal con prisión preventiva acusada de narcotráfico en la causa contra el fallecido ex intendente de Paraná Sergio Varisco.
“Galarza mencionó la intención de atentar contra la humanidad de Bordeira. Que iba a ahorcarla con una toalla una de esas noches, y que tenía varias alternativas para terminar con su vida“, escribió Soto en la carta que fue adjuntada al expediente judicial que se inició.
La rivalidad con Bordeira comenzó por un conflicto aparentemente menor y fue en aumento: “Una tarde comenzaron a escucharse gritos e insultos en el pabellón de seguridad. Tuvieron que ir las guardia cárceles a separar. Aparentemente, Nahir escuchaba música con auriculares cuando Griselda empezó a criticarla porque no ayudaba en la limpieza. Ahí comenzó la pelea que terminó en escándalo”, contaron por entonces fuentes del lugar.
Nahir se cubre el rostro al salir de Tribunales
Bordeira y Soto dijeron en sus declaraciones ante la Justicia, en el marco de la causa por abuso, que a Nahir empezaron a tenerle miedo. Llegaron a reseñar que por las noches se paraba encima de los muebles y se quedaba observándolas fijamente. Hasta tuvieron que implementar turnos para dormir. Mientras una descansaba, otra se quedaba vigilando los movimientos de Galarza.
Nahirse defendía diciendo que ella no hacía más que leer, escribir y estudiar y que era acosada permanentemente. Para argumentar su posición contó que, como la ducha en la que se baña no tiene techo, algunas de sus compañeras se subían a los muebles para espiarla y verla desnuda.
A raíz de estos conflictos y de una huelga de hambre del resto de las internas en la que pedían que se haga algo con la interna Galarza, las autoridades de la cárcel decidieron acondicionar un nuevo pabellón de seguridad y dividir a las presas conflictivas en dos grupos diferentes. Soto y Bordeira quedaron por un lado, y Nahir por el otro.
Algunas semanas antes de la separación, durante la limpieza de pabellón que hacen las mismas presas a Nahir le encontraron una botella plástica en la que guardaba, supuestamente, restos de cigarrillos de marihuana. “¡Eso es mío, no lo toquen, no se metan con mis cosas!”, les habría gritado a sus compañeras cuando estas comenzaron a acusarla.
Galarza en el juicio en su contra
“Encontramos eso cuando estábamos limpiando. La verdad que a nosotras nos complica mucho que aparezcan estas cosas porque nos expone. Puede traernos muchos problemas. Hicimos lo que teníamos que hacer que era avisar a las autoridades”, manifestó por entonces a este mediouna interna que prefirió el anonimato.
Por este episodio se inició una investigación interna para determinar cómo había conseguido la droga. Otra de las internas aseguró, con una frase contundente, que en el lugar la droga se consigue con facilidad: “Acá es más sencillo conseguir falopa que un ibuprofeno”.
La calma parecía haber vuelto a la cárcel luego de la separación de pabellones, pero era solo una sensación. En la noche del jueves 8 de agosto de 2019, en una inspección de rutina, una celadora encontró en la celda de Nahir una especie de muñeco confeccionado a base de trapos y ropa interior y “vestido” con un jean y un buzo con capucha pertenecientes a la condenada por matar a Fernando Pastorizzo. Rápidamente, se dio aviso a las autoridades y se encendieron todas las alarmas. El recuerdo de la huida de Bonazzola volvió a la mente de todos.
“Fue una travesura. Al muñeco lo hicimos para hacerle una broma a una chica. Se armó con un palo de escoba y una pala. Lo de la fuga es pura imaginación”, se la escuchó decir.
El ingreso al penal
“El muñeco era horrible. Era más para asustar que para otra cosa. Además, si pensábamos fugarnos las tres hubiéramos hecho tres muñecos y no solo uno. Y lo hubiéramos armado con forma y pelo de mujer. Además, estaba a la vista. Si queríamos fugarnos lo hubiésemos escondido”, se justificó ante las autoridades la joven. Incluso, tanto ella como su compañera, fueron a reclamar que les devuelvan el muñeco, pero en lugar de eso solo recibieron el palo de escoba y la pala.
Y más allá de las diferencias con otras internas y de los problemas que afectaron su normal convivencia, Nahir entabló una relación de amistad con una de ellas, Soledad Yanina Lescano. Esta mujer estaba acusada de ser cómplice de su ex pareja por el crimen de su hijastra de dos años, muerta a golpes, pero en marzo de 2023 fue absuelta.
Yanina Lescano y Nahir Galarza, en prisión
Mientras el caso espera por la Corte Suprema, los días de Nahir transcurren en la Unidad Penal N°6 de Mujeres de Paraná con un perfil más bajo del que tenía al ingresar.
Aseguran que “le cayó la ficha” de que puede pasar 35 años presa. “Y no quiere, dice que es injusto. Que fue traicionada por el padre. Es optimista, pero pasa días con mucha tristeza”, dijo una allegada a este medio cuando la película sobre su caso era un proyecto incipiente.