Brasil y Argentina cuentan con las comunidades libanesas más numerosas de América Latina. DW analizó sus características.
“Exitosa, integrada, pluralista, democrática, no fanática”: así define Sergio Jalil la diáspora de origen libanés en América Latina. Jalil es director del Centro de Estudios Libaneses para America Latina (Celibal) y referente de la migración libanesa en el mundo.
El pequeño país mediterráneo, que en las últimas semanas ocupa los titulares internacionales por el conflicto en Oriente Medio, es el punto de origen de millones de personas que fueron saliendo en diversas oleadas en los últimos 140 años. “Se han integrado. No se distinguen, siempre reconocen su identidad libanesa, pero son verdaderos latinoamericanos, participando de la vida local”, prosigue Jalil.
Brasil es uno de los países con más libaneses del mundo, pero también están en Argentina, México, Venezuela, Paraguay, Colombia, Ecuador, El Salvador, Honduras, Costa Rica y República Dominicana, cuyo actual presidente, Luis Abinader, tiene origen libanés. Entre los nombres más conocidos internacionalmente, sin duda destacan los de la cantante Shakira y la actriz Salma Hayek.
“La diáspora libanesa ha tenido un impacto significativo en la vida social, política y económica de los países de acogida, especialmente en América Latina, donde hay un importante número de libaneses o de personas de origen libanés que ostentan o han ostentado posiciones relevantes en la política, comunicación, comercio y negocios, desde Carlos Slim hasta Carlos Menem, Michel Temer, o Julio César Turbay Ayala”, dice a DW Ángela Suárez Collado, profesora en la Universidad de Salamanca y directora académica del Master en Global and International Studies.
Un fenómeno migratorio complejo de medir
El número exacto de libaneses en América Latina es difícil de cuantificar. En primer lugar, porque en las oleadas de finales del siglo XIX y principios del XX, muchos llegaban con pasaporte del Imperio Otomano y no era sencillo distinguir si procedían del Líbano o de Siria.
“En el caso de Argentina, les decían a todos ‘turcos’”, explica Sergio Jalil. Por otro lado, se han perdido muchos registros y hubo casos de personas que fueron registradas doblemente, ya que volvieron temporalmente al Líbano y, al regresar a Argentina, fueron nuevamente inscritas.
Sergio Jalil señala otro factor: “En aquella época, Argentina buscaba inmigración europea, de países supuestamente civilizados, por lo que, si alguien llegaba del Imperio Otomano, les cobraban unos pesos, los dejaban varios días en cuarentena pensando que portaban enfermedades, y a muchos les hacían cambiar el apellido. El 60 por ciento de los apellidos libaneses en Argentina están cambiados: los traducían al español para que pareciera que venían de Europa”, sostiene.
Argentina y Brasil, con la mayor comunidad libanesa
Sí se sabe que Brasil y Argentina albergan a la comunidad de origen libanés más numerosa de Latinoamérica. Durante la primera oleada migratoria, en torno a principios del siglo XX, “países como Brasil y Argentina se estaban desarrollando rápidamente. Importaban muchos productos de Europa y exportaban productos que los europeos querían”, explica Sergio Jalil. Los libaneses aprovecharon esas rutas comerciales, los barcos disponibles y la infraestructura para sus propias actividades.
En oleadas migratorias posteriores en el siglo XX, América Latina, por su propia inestabilidad política y económica, ya no ha sido destino de los libaneses. Otros lugares, como Canadá, Australia y algunos países de África han ganado terreno en sus preferencias.
La sombra de Hezbolá
Una excepción es la que atrajo, en la década de los 80 y los 90, a musulmanes chiítas que venían del sur del Líbano y que se instalaron en las frontera entre Paraguay y Brasil y entre Colombia y Venezuela. “Allí vieron que había una falta de control y una oportunidad de comercio aduanero irregular. En estos momentos, la mayoría de los libaneses cristianos de Venezuela se han marchado hacia EE. UU., México o España, y quienes quedan son musulmanes chiítas que apoyan al régimen de Maduro, porque hay muchos negocios jugosos entre ese régimen, Irán, el Líbano y Hezbolá”, afirma Sergio Jalil. En ese lugar, hay células de Hezbolá que siguen estando presentes y activas, según el experto.
También está documentada la presencia de Hezbolá en la frontera entre Paraguay y Brasil, donde el control del Estado es laxo. “Hezbolá mandó allí a alguna gente y comenzó a hacer negocios. Algunas personas empezaron a trabajar para Hezbolá, entraron en el narcotráfico y en el contrabando, y eso era una fuente de financiación para Hezbolá. Al mismo tiempo, presionaron para obtener dinero de mucha gente que se volvió rica. No todos los libaneses en Paraguay están a favor de Hezbolá… Algunos sí, otros trabajan para Hezbolá y otros están en contra”, comenta Sergio Jalil.
División por sucesos en Medio Oriente
Antes los recientes acontecimientos en Oriente Medio, la comunidad de origen libanés “está dividida”, dice Jalil. “La mayoría son cristianos y ven a Hezbolá como una entidad que ha secuestrado el país, que se ha convertido en el controlador del Líbano. Los principios políticos, teológicos e ideológicos de Hezbolá están en contra de lo que el Líbano quiere ser: un país cosmopolista, pluralista, multirreligioso, democrático…”, enumera el experto.
Por otro lado, Jalil advierte que la diáspora tampoco apoya lo que hace Israel en Gaza y Líbano: “Creen que Líbano está siendo víctima de dos entidades mesiánicas: Israel y Hezbolá”, dice.
Muchas personas de origen libanés se reúnen en asociaciones y clubes fundados para mantener el contacto y las tradiciones. “En cada ciudad importante de América Latina hay un club libanés o sirio-libanés, porque al principio no se distinguían. Fueron fundados a inicios del siglo XX, cuando Líbano no era aún un Estado independiente. En la Argentina hay más de 120, en Brasil unos 200, en México hay menos, pero son muy importantes”, dice Jalil.
Son reuniones sociales en las que se disfruta de la gastronomía, la música y la danza libanesas, elementos que cohesionan las diversas vivencias en América Latina de esta diáspora.
Por María Santacecilia-DW