Todos ellos fueron los mejores de sus categorías como amateurs y luego se consolidaron como profesionales, con títulos mundiales incluidos
Resultará absolutamente imposible abordar este tema sin quedar expuesto a una razonable y legítima polémica. En realidad el contenido y las razones del boxeo lo son en su propia esencia toda vez que fallos y rankings históricos nunca han evitado la controversia.
El boxeo olímpico podría dividirse en las siguientes etapas.
a) Pre y post guerras mundiales,
.-b) Modificación de los paradigmas de evaluación de los jueces durante la vigencia de la URSS y,
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.-c) La era actual donde los amateurs pueden ser profesionales y los profesionales amateurs, generando un confuso mix que hirió al espíritu olímpico, musa inspiradora de las grandes estrellas mundiales del boxeo.
Antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial (1939), nuestro país era una potencia en el boxeo olímpico pues habíamos obtenido 5 medallas doradas. Se lograron así: en Amsterdan 1928, Victor Avendaño (medio pesado, luego técnico y finalmente árbitro internacional) y Arturo “El Mono” Rodriguez Jurado (pesado); en Los Ángeles 1932 fueron oro Carmelo Robledo (pluma) y Alberto Lovell (pesado) y en Berlín 1936, Oscar Casanovas ganó la dorada (también pluma, luego extraordinaria esquina de grandes boxeadores).
El regreso de los JJOO se produjo en 1948 luego que Europa recuperara la paz. Y fue en Londres donde aparecería el primer gran campeón olímpico que se llamaba Pascual Pérez y era peso mosca.
El mendocino obtuvo la medalla de oro en la categoría Mosca tras derrotar por puntos en la final al italiano Spartaco Bandinelli. Antes de ese enorme logro, Pascualito había alcanzado la final superando sucesivamente antes del límite a Ricardo Adolfo (Filipinas), a Desmond Williams (Sudáfrica), a Alex Bollant (Bélgica ) y en las semifinales al checoslovaco František Majdloch. Fue en esos mismos juegos en los cuales Rafael Iglesias obtuvo el oro entre los pesos Pesado.
La razón determinante para destacar a Pascual Pérez entre los mejores campeones olímpicos de la historia la explica su inigualable carrera como amateur (125 combates y18 titulos de todo tipo). Se hizo profesional a los 26 años después de intentar vanamente ir a los Juegos Olímpicos de Helsinski en 1952 para seguir representando al país. Al no poder hacerlo por una derrota discutidísima en la FAB contra Francisco Calvagno, pasó al profesionalismo y llegó a ser Campeón Mundial realizando 95 peleas más (entre amateur y rentado un total 220 combates) con 12 defensas exitosas en todo el Mundo.
Pascual Pérez en la tapa de El Gráfico, año 1948.
Tal como veremos más adelante con Muhammad Alí y Sugar Ray Leonard, Pascualito Perez no era solo el fruto de su impresionante récord. Sobre el ring reunía todas las condiciones del boxeador completo. Y entre sus virtudes está que sostenía un ataque implacable sin ofrecer blancos pues se defendía mientras pegaba y pegaba sin descubrirse. Antes bien, su desplazamiento dinámico y veloz hacia cualquiera de los laterales le generaba a los rivales verdaderos problemas pues a los zurdos les peleaba como diestro y a los diestros como zurdo. Tenía unas condiciones únicas y pasó de los 3 asaltos del amateurismo a los 10, 12 y 15 – en aquella época- del profesionalismo, dando siempre la ventaja de dos kilos – muchísimo- pues su peso natural era de 48 a 48 kilos y medio y el de sus rivales nunca menos de 50 kilos y medio.
El caso de Muhammad Alí –por entonces Cassius Marcellus Clay, medio pesado – también trasciende el enorme mérito que significa ganar una medalla dorada. Y esto no lo da la posterior consagración como el más grande campeón mundial pues muchos grandes olímpicos como el húngaro Laszlo Papp –oro en Londres 48′, Helsinski 52′ y Melbourne 56′) no pudieron ser campeones mundiales por razones políticas. Hungría estaba gobernada por Janos Kadap, secretario general del Partido Socialista Obrero –ya existía la URSS- y le negaron la documentación para viajar a los Estados Unidos, a continuar su carrera y pelear con los mejores. También él pudo haber alcanzado la dimensión de Alí, Perez o Leonard. Lo de Muhammad, en cambio, fue algo más: le ganó a un nuevo orden de puntuación de los jueces impuesto por el dominio de la URSS en el deporte olímpico.
Dicho de otra manera como los boxeadores rusos, búlgaros, húngaros, alemanes (del Este), checoslovacos etc, no lograban competir frente la destreza de las escuelas ortodoxas heredadas de los ingleses (USA, Latinoamérica y Caribe especialmente), los técnicos de la URSS crearon una nueva manera de obtener triunfos olímpicos. Y eso fue la robotización de los pugilistas que solo debían atacar de manera frontal, tirar golpes a zonas puntuables del cuerpo o la cabeza, permanecer erguidos todo cuanto se pudiera, mover las piernas solo de manera vertical hacia adelante o hacia atrás y completar los 3 asaltos evitando caídas o cortes.
Fue de esta manera que los instructores rusos cambiaron la mentalidad de los eximios boxeadores cubanos quienes tenían la estirpe de su genética pero de a poco también fueron transformados al boxeo amateur robotizado. Tal vez Teófilo Stevenson (3 medallas doradas) haya sido su último exponente. Lo grande de Alí – o de Cassius – fue que no hubo manera en Roma 60′ de eclipsar su clase.
Teófilo Stevenson durante los JJ.OO de Montreal de 1976.
Su debut en el certamen fue frente al belga Pierre Becot a quien derrotó por decisión del árbitro tras una tremenda paliza. En su segunda pelea venció por puntos al último campeón olímpico Gennady Shatkov, representante de Rusia y fue tan manifiesta su superioridad que a los jueces les resultó imposible interpretar cualquier fallo que no fuera su triunfo por 5-0. Avanzado a las semifinales venció al australiano Tony Magadan ofreciendo todo su arte; un verdadero show y en la final derrotó al polaco Zbigniew Pietrzykowski. Aquella fue una actuación consagratoria que concluyó con el Palazzo dello Sport rendido a sus pies.
El joven boxeador de Lousville, Kentucky, les había demostrado a todos que el boxeo sigue o seguía siendo un arte; que la eficiencia no es atacar en línea recta y tirar golpes sin saber dar un paso al costado, girar alrededor de un adversario para tocarlo y salir, manejar el jab para controlar la distancia y moverse siempre con pasos ágiles para sorprender al pasar de defensa a ataque con estético oportunismo. Todo eso ofreció Alí contra el sistema soviético del boxeo automatizado. Y no hubo manera de robarle un fallo.
Sería ocioso discutir a Felix Savón –3 oros olímpicos Barcelona: 92′, Atlanta 96´y Sydney 2000– o a Teófilo Stevenson -3 oros olímpicos: Munich ‘72, Montreal ‘76 y Moscú ‘80 – como símbolos de grandeza del prestigioso boxeo cubano de los últimos de los últimos 40 años. Pero solo tenemos las pautas de ese amateurismo especial que los consagró como campeones mundiales de AIBA, Panamericanos, del Caribe u Olímpicos que solo nos permitieron evaluar esa fenomenal base de los 3 asaltos como punto inicial pero no como el objetivo final de sus trayectorias.
El nuevo campeón olímpico de los peso Pesado, Julio César La Cruz, también cubano, logró su segunda medalla dorada en Tokio – la primera fue en Río ‘16- peleando al estilo histórico cubano y no con el esquema que utilizaban Stevenson o Savón. Este campeón se parece más a Muhammad Alí que a sus célebres compatriotas, pues realizó los tres asaltos bailando, manejando la distancia con las piernas, entrando y saliendo del cuerpo y anticipando siempre con su jab. Es así como los jueces que durante 40 años de hegemonía soviética en la AIBA lo hubiesen visto perder, el último sábado lo dieron ganador por 5 votos a 0. Fue por ello como La Cruz se impuso al ruso Muslim Gadzhimagomedov quien peleó como le enseñaron en Moscú: ataque robótico sin creatividad ni improntas.
Qué grande fue Sugar Ray Leonard, quien en el pleno dominio de ese boxeo automatizado no hubo manera de perjudicarlo en fallo alguno. Esto ocurrió en los Juegos del ‘76 en Montreal y como en el caso de Alí en Roma ‘60, significaron una reivindicación del pugilismo clásico, fino, ortodoxo, sutil. O sea, un boxeo agradable para ver, eficiente para competir y de inequívoca plataforma para proyectar. Esto no le quita mérito ni a Joe Frazier (Oro en Tokio ‘64), ni a George Foreman (Oro en México ‘68) quienes fueron también campeones mundiales del peso completo. Pero tanto Frazer como Foreman, entre otros, lo lograron a favor del poder de sus puños antes que de la pureza técnica pues se imponían por potencia fisica. Luego, los jueces no les podían robar en las tarjetas ya que ganaban por nocaut. Solo se requería un árbitro que supiese contar hasta 10.
Sugar Ray Leonard durante los JJ.OO de Montreal de 1976.
Lo de Leonard fue fenomenal. Su primer combate en Montreal ante el sueco Ulf Carlsson fue una maravilla; luego derrotó al ruso Valery Limasov, pegando a razón de 4 a 1 igual que al inglés Clinton Mc Kenzie y al alemán Marcus Beyer. Ya en las semifinales obtuvo la victoria frente al polaco Kazamier Szczerba. Curiosamente a todos los rivales les ganó 5:0 pegando con una proporción de 4 a 1 y sin haber cometido ninguna falla en su fenomenal defensa. En la pelea por la medalla dorada, le tocó el cubano Andrés Aldama, uno de los más grandes exponentes del “nuevo boxeo” de la época. Recuerdo que fue una gran pelea con lo mejor de cada estilo: Aldama con la formación estructural del boxeo eficiente para la “computadora” y Sugar Ray emulando a su paradigma Muhammad Alí. Aquello fue una exhibición y Leonard se impuso por 5 a 0 con el público de pie. Años después, el cubano Aldama reconocería. “La pelea con Sugar Ray Leonard fue la más difícil de mi vida”.
Fue una pena que por razones políticas nunca pudieron concretarse enfrentamientos entre Stevenson frente a Alí o Stevenson ante Frazier. La diferencia era abismal y se hubiesen impuesto por nocaut tanto Alí como Frazier.
La ponderación de Pascual Pérez entre los moscas, la de Sugar Ray entre los medio medianos y la de Alí entre los completos es porque fueron los mejores de sus categorías como amateurs y luego lo consolidaron como profesionales.
Lo dice la historia…
Por Cherquis Bialo-Infobae