Cientos de soldados de distintas disciplinas de las fuerzas armadas de ambos convivieron durante cinco días en el cierre del entrenamiento combinado de defensa regional.
Alas 7 de la mañana decenas de soldados forman fila en el playón del Regimiento de Infantería “Coronel Manuel Fraga” de la ciudad correntina de Monte Caseros. Desde temprano una brisa cálida intenta desviar la atención de que todavía es invierno en el Hemisferio Sur. El tempo lo marca Aurora, la oración a la bandera, interpretada por la banda militar del Ejército argentino.
Los soldados no esperan a que el sol salga. Con la Marcha de las Malvinas de fondo, se retiran bajo comando para arrancar el cierre de Arandú, el proyecto de defensa regional trienal que combinó en un solo ejercicio paracaidistas, tropas de asalto y blindados de los ejércitos de Argentina y Brasil.
Los brigadistas de Arandú
En la última jornada de prácticas los paracaidistas argentinos y brasileños se funden en un solo equipo. Sólo los distinguen los parches con las banderas en las mangas de los uniformes verdes. El intercambio no consta solo de saberes específicos militares sino que se torna cultural, a tal nivel que el portuñol y las selfies conforman un ambiente distendido.
Un paracaidista argentino le detalla a su colega extranjero las provincias del noroeste argentino mientras que un brasileño carismático con la cara pintada de verde diserta ante otros tres sobre el fernet con coca. “Se hace en un vaso, no en una botella cortada, eh”, afirma, en un gesto de complicidad hacia los argentinos que sonríen.
Antes de saltar, los paracaidistas se enumeran como un código programático para ayudarse a colocarse los paracaídas. “1, 2, 1, 2”, gritan de a uno. El instructor de mayor rango les recuerda que el trabajo en equipo es fundamental para garantizar la seguridad física durante la misión. En tandas, los paracaidistas argentinos subieron al Amazonas C-105 de la Fuerza Aérea brasileña, y los brasileños al avión Hércules C-130 de la fuerza argentina, y dieron inicio a la muestra aérea de Arandú.
Al resguardo del sol y los 30 grados que marca la temperatura en Corrientes, un paracaidista argentino observa los lanzamientos desde el terreno. Admite que si bien todos pueden hacer el curso, el paracaidismo no es para cualquiera. “Les decimos “gatos” a los que una vez arriba se asustan y no quieren saltar”, cuenta a esta cronista.
Acompaña la escena el cirujano Araujo, atento a cualquier complicación que pudiera surgir. Es parte del equipo del Hospital Militar Reubicable, actualmente emplazado en el gigantesco predio General Ávalos, sede del ejercicio combinado, y que durante el peor momento de la pandemia se trasladó al populoso partido bonaerense de La Matanza.
Al igual que en otros estamentos sociales, lo que todavía persiste es un sesgo de género. En ese grupo de paracaidistas a punto de saltar en el marco de Arandú no había mujeres. Si bien todavía es un espacio masculinizado, las mujeres van ganando espacios y cada vez son más, según la soldado “L”, que acompaña el ejercicio desde la zona de salto. “Es una gran satisfacción. El año pasado tuvimos dos graduadas paracaidistas”, cuenta entusiasmada.
Caída la noche, los soldados de la Brigada Arandú que no están de guardia apoyan sus fusiles y mochilas en la entrada y se acomodan en las mesas del comedor del Regimiento para recibir su ración de carne, puré de papas y una naranja de postre. Pasadas las 21 ya no queda nadie. En grupo, los brasileños se retiran marchando y cantando hacia los dormitorios en lo que es la previa al último día consagratorio del ejercicio combinado en el que deben mostrar el trabajo realizado a las autoridades.
Arandú, un proyecto de defensa regional
“Fuerza, unión e integración”. Con foco en defender los intereses del Cono Sur, el ejercicio Arandú reunió a 1.400 personas de Argentina y de Brasil para intercambiar experiencias, realizar prácticas aéreas y terrestres, y simulacros de ataques defensivos.
Su objetivo es conectar los dos ejércitos, profundizar la cooperación en defensa y alinear una estrategia común para defender los recursos regionales de creciente interés mundial. “Somos pueblos de paz que sabrán defenderse de cualquier intento de agresión”, dijo el ministro de Defensa, Jorge Taiana, la máxima autoridad presente en el cierre de la práctica, acompañado por el jefe del Ejército argentino, teniente general Guillermo Olegario Pereda, y su par brasileño, comandante Tomás Miguel Miné Ribeiro Paiva.
“La importancia de los ríos Paraná y Uruguay y todo lo que se conoce como Cuenca del Plata fue descubierta hace cientos de años”, resaltó el ministro en relación a lo estratégica que resulta la zona en términos de vías de transporte y comunicación. “Desarrollar estos conocimientos sobre la mejor manera de proteger esta zona se vuelve indispensable”, subrayó.
El ejercicio combinado se realiza en ciclos de tres años y finalizó con una puesta en práctica aérea y terrestre en el monte correntino, el ideal por su geografía. Entre drones y vacas que pastaban en la zona, una fila de blindados partió hacia el frente de batalla ficticio haciendo uso real de las municiones.
Al igual que con los aviones, hubo intercambio de vehículos: los soldados argentinos fueron a bordo de los tanques anfibios Guaraní (cuya compra continúa siendo evaluada por el gobierno argentino); y los brasileños se trasladaron en los VCTP del Ejército argentino.
A diez kilómetros de ese lugar, las autoridades observaron el escenario ficticio en el que las tropas de operaciones especiales de los ejércitos argentino y brasileño simularon atacar unas carpas del enemigo para rescatar un piloto capturado, asistidos por helicópteros que hicieron lo suyo con ametralladoras.
En tanto, a los más de 600 militares argentinos y brasileños que conformaron el ejercicio combinado se sumaron otros 700 del Hospital y los ingenieros que montaron en tiempo récord un puente sobre el río Miriñay para el cruce de los tanques blindados.
Aprobado por el Congreso en 2020, Arandú, el primer ejercicio militar combinado entre Argentina y Brasil, podría convertirse en una política de estado si es que los gobiernos de turno lo permiten. Los mismos que, al menos de este lado del Río Uruguay, han pospuesto la necesidad imperiosa de modernizar las Fuerzas Armadas, el cuerpo al servicio del estado argentino que quedó rengo desde la Guerra de Malvinas.
Por Cecilia Degl’Innocenti-Perfil