La Scaloneta, como se conoce al equipo de fútbol nacional, sacó a la luz su creencia en Dios y la Virgen. Los tatuajes de la Virgen de Luján, persignarse, las suplicas al cielo y las citas a Dios, se unieron a un pueblo que oró en el último penal y terminó desbordando en dos días con el mayor festejo de nuestra historia.
El rostro de la Virgen María está tatuado en el hombro izquierdo de Gonzalo Montiel. El hombre formado en River Plate había convertido el último penal del mundial 2022 y arrodillado en el campo de juego del estadio Lusail, en Qatar, lloraba y sin la camiseta puesta, evidenciaba su devoción por la madre de Jesús, el hijo de Dios.
Unos minutos antes, desde la mitad de la cancha, el mejor jugador del mundo, Lionel Messi, que lleva en sus espaldas la 10 y en su brazo la cinta de capitán de la “scaloneta”, como se conoce al seleccionado argentino en honor a su director técnico, Lionel Scaloni, suplicaba mirando al cielo. Las imágenes recorrieron el mundo. El rosarino también lleva en su hombro un tatu que marca su profunda devoción popular: Jesucristo.
Unos 4.500 millones de personas vieron la final que llevó al tercer campeonato mundial del país que logró hace casi diez años el primer Papa latinoamericano y argentino de la historia. “Sabía que Dios me lo iba a regalar”. Fueron las palabras de Messi al periodista Titi Fernández para la TV Pública. Esa cita directa a Dios inspiraron los títulos de la tapa de los diarios en el mundo.
Por otro lado, a las horas, gracias a las redes sociales de los propios jugadores, se abría la intimidad del vestuario. Allí Messi saltaba con la copa del campeonato organizado por la FIFA y a sus pies la imagen de la patrona de nuestro país.
La Virgen gaucha, aquella que provoca cada año la mayor peregrinación desde el santuario de San Cayetano, en el barrio de Liniers, hasta la basílica a metros del río Luján, había recibido la súplica de muchos jugadores que llegaron a prenderle velas a su alrededor. Entre ellos, Ángel “Fideo” Di María, el habilidoso mediocampista, quien heredó de su madre la fe católica. “Le digo que Dios y la Virgen te acompañen y que San Expedito le dé toda la fuerza”, confesó en estos días el rito de llamarlo antes de los partidos. Fue uno de los jugadores que más lloró y oró en el partido contra el seleccionado del país europeo y de los más alejado de la fe católica como es Francia.
La religiosidad popular de los jugadores y su D.T. la comunican con gestos, con cada señal de la cruz cuando salieron a la cancha o antes de patear un penal como al convertir un gol y en la final. Detalles de una fe del pueblo hoy concentrados y visibilizados por un puñado de jugadores vistos por una humanidad hiperconectada. Un dato significativo si se lo compara con los campeonatos de 1978 y 1986. La comunicación creció en estos 36 años sin un campeonato mundial como la cantidad de argentinos. Unos 20 millones de compatriotas no habían sentido la ilusión, el sufrimiento y la victoria de un campeonato mundial de fútbol.
El clamor de la fe popular desbordó a la Virgen de Luján en el penal de Montiel y otros miles suplicaron a la Virgen patrona de toda América, Guadalupe, por el equipo que a esa altura ya representaba a todo un continente frente a una potencia europea y colonialista. Argentina, un nacionalismo sano, que pondera el amor por la patria para felicidad de todo un pueblo, sin agresiones, con alegría de hacer historia, frente a un equipo dominado por el individualismo y sin creencias que representó Kylian Mbappé en la selección integrada por una mayoría de origen africano, donde Francia es imperio.
En el país al fin del mundo el predio de la AFA (Asociación del Fútbol Argentino), donde entrena y concentra la selección existe una capilla. Allí Juan José Medina es el sacerdote. A Messi lo conoció hace muchos años. En ese momento disputaba la Sub 20 de Holanda. Era el 2004. Desde entonces el cura construyó vínculo con Dí María. “Es muy religioso”, aseguró Medina a la agencia informativa católica argentina (AICA). Por la nueva camada de jugadores dijo que su vínculo más cercano es Alexis Mac Allister. “También conozco a sus padres. Que se preocuparon por su formación religiosa”, dijo el capellán de la AFA. Por último, destacó el religioso que el director técnico Scaloni “es una persona increíble, un hombre muy serio, asiste a la parroquia del Seminario, en Buenos Aires. Siente mucho la responsabilidad que tiene, y la ejerce no sólo a través de sus habilidades futbolísticas, sino también en las culturales”.
Predicadores laicos
Francia es un país de fuerte impronta laical frente a unos predicadores de profunda fe popular, también laicos, aunque futbolistas. El tiempo maduró al astro del fútbol y una selección que no se cansó de repetir que primero sufrir y luego la victoria. No existe una victoria sin sufrimiento.
Sin pasar por la cruz. Una definición de fuerte sentimiento católico. La cruz y luego la gloria.Finalmente fue el fútbol, Messi, que unieron a la Argentina. Fue un milagro.
Unir en un rezo por un gol. En la súplica por un penal. Para ganar el campeonato. La final parecía una lucha de Dios y el diablo. Un dos a cero, luego un empate. Un alargue y otro empate. No soltaba. La pelea era hasta el último segundo. La selección parecía Moisés cuando en plena guerra los judíos batallando y él orando. Entonces cuando se cansaba y bajaba los brazos que apuntaban al cielo la batalla se perdía.En ese momento era el mismo pueblo que le sostenía los brazos a Moisés y le suplicaba que no abandonara la oración porque iban a terminar derrotados.
La religiosidad popular sostuvo a la scaloneta. Frente a un globalismo que resalta lo material y sin trascendencia, sin nada superior al hombre, sin fe, estaban los hombres del pueblo nacidos de los clubes barriales en distintas provincias que expresaron con sus rezos, sus canciones con referencia al cielo, una base espiritual con fuerte valores que los conectó con un pueblo que peregrina con fe, que tiene esos mismos tatuajes en los hombros y espaldas, o las remeras de la Virgen de Luján, rosarios al pecho como cruces que suplicaron en los partidos y luego desbordaron con su amor a la selección aunque no pudieron verlos.
Otro de los valores cristianos predicados aunque no explicados fue la presencia de la familia. Corría Scaloni a buscar a sus hijos y mujer en la tribuna. Messi hizo lo mismo. Como el santo del arco, “el Dibu”, Damián Martínez. La presencia del núcleo familiar lo sostuvo. La patria y la familia a la par. Estos valores cristianos aplastaron al racionalismo individualista. Una selección campeona del mundo y su pueblo fueron unidad en la cultura, en el folclore local, en Cristo.
Por Lucas Shaerer-Télam