La sumisión se interpreta psicológicamente como la actitud de un individuo de someterse a la voluntad de otro. Ya sea por inseguridad, necesidad de protección o pertenencia, o por miedo frente a algún tipo de castigo.
En el plano político, la sumisión funciona parecido: sucede cuando un partido o dirigentes partidarios renuncian a su autonomía para acatar sin cuestionar la voluntad de otro partido o de otros dirigentes partidarios.
Ejemplos. En España, el partido Ciudadanos nacido para romper con el bipartidismo del Partido Popular y el socialismo, terminó subsumido por el primero. Algo similar le pasó al Partido Liberal con Bolsonaro y a la Liga del Norte con Berlusconi. También a un partido tradicional y poderoso como el Republicano, frente a un outsider como Trump.
Tres ejemplos en la Argentina: el Partido Laborista, absorbido por Perón; la UCeDé por Menem, y el peronismo por los Kirchner.
Al principio del fenómeno Milei, el Partido Libertario que le había dado el primer respaldo orgánico, al poco tiempo terminó desapareciendo. Una parte de sus militantes aceptó sumarse sin más a una agrupación nueva y más pequeña, como La Libertad Avanza; y otros dejaron el espacio denunciando “prácticas autoritarias propias de la peor casta”.
Tras su llegada al poder, el mileísmo comenzó un acelerado proceso de absorción de lo que alguna vez fue Juntos por el Cambio.
La amenaza del poder es que cualquier sumiso que no lo sea lo suficiente, será reemplazado por otro...
Primero logró incorporar al Gobierno a la fórmula presidencial del macrismo, Patricia Bullrich y Luis Petri. Pronto los cooptaría como afiliados formales de LLA, lo mismo que consiguió con otros exdirigentes de JxC. Después obtuvo el apoyo de importantes sectores del macrismo y del radicalismo para conformar una bancada legislativa que votó la mayoría de sus proyectos y sirvió para frenar otros de la oposición. Ahora acaba de lograr la invisibilización consentida del PRO en la provincia de Buenos Aires. El partido fundado por Mauricio Macri aceptó ceder su marca, sus colores partidarios, su estructura política y a dirigentes históricos como Cristian Ritondo y Diego Santilli, para engrosar la campaña electoral libertaria. Reconociendo públicamente a Karina Milei como nuevo cerebro de su armado político y a Javier Milei como referente ideológico.
El verdadero triunfo de la batalla cultural planteada por el marxismo gramsciano, en la que Milei se inspira, es que los sometidos asuman ese sometimiento como natural e inevitable.
“Rendición incondicional”.Es cierto que lo que el Presidente consigue, antes lo consiguieron otros líderes con su misma tendencia hegemónica. La diferencia es que él empezó a construir esa hegemonía sin aparato partidario ni experiencia política. Y lo hizo en menos de dos años.
Si la sumisión es la decisión de un individuo de someterse a la voluntad de otro, la fuerza de voluntad de Milei es el arma con la que alcanza la “rendición incondicional” de sus adversarios, como exige Karina.
El empoderamiento de Milei es superior al de presidencias débiles como las de De la Rúa, Macri y Alberto Fernández. Pero es sorpresivamente similar al que tuvieron mandatarios surgidos del histórico partido del poder argentino, como Menem y los Kirchner.
Todos ellos asumieron con un importante caudal electoral, pero ninguno tuvo la fragilidad de origen del actual jefe de Estado.
El poder de sumisión de Milei surge de una voluntad que lo diferencia de casi todos los dirigentes locales y seguramente proviene de creerse el elegido por Dios para cumplir una misión divina. Además, su deriva mesiánica es funcional a su genuina convicción anarcocapitalista de que el Estado y quienes lo defienden son “los representantes del Maligno en la Tierra”.
Ese combo de mesianismo más ideología extrema puede resultar una bomba de tiempo a los ojos de la racionalidad cultural de Occidente, pero en el mientras tanto lo coloca en un nivel distinto al del resto de los políticos. Desde esas alturas los observa Milei, por eso los llama “liliputienses”.
Difícil que alguno de ellos pueda horadar sus profundas convicciones. En todo caso, será la realidad la que lo haga.
Su desmesura voluntarista contrasta con el desempoderamiento de los políticos en general y de los exrrepublicanos en particular.
Porque la sumisión del macrismo y el radicalismo con LLA no es sólo el reconocimiento hacia un poder que consideran superior. Es la aceptación de una ideología contrapuesta a la que siempre dijeron representar.
Sumisión republicana. Si eran sinceros cuando hace menos de dos años reivindicaban el relacionamiento democrático, la transparencia de los actos públicos, el derecho a disentir sin riesgo a ser atacado por los poderes públicos. Si era verdad cuando aparecían como críticos implacables del autoritarismo de Estado, la persecución política y el apriete a los periodistas y a los que pensaban distinto. Si antes decían que Milei era la antítesis del liberalismo republicano y criticaban su violencia verbal y sus desequilibrios emocionales. Si pensaban eso, haberse hecho mileístas es señal de ese proceso de dilución ideológica que amenaza con la desaparición de partidos como el PRO y la UCR.
... que lo sea más. El riesgo de los sumisos es que luego suelen ser chivos expiatorios de las culpas colectivas
La sumisión de la voluntad frente a la voluntad de este hombre, se replica en otros ámbitos. Incluso dentro del oficialismo. Por lo menos, eso es lo que está en cuestión en estos días. Porque el acatamiento que se pide hacia afuera es el mismo que se reclama hacia adentro. Esta semana, la hermana presidencial lo explicó así: “En esta batalla, la lealtad no es una opción: es una condición. Quien cuestione a quienes llevan esa bandera no está criticando un armado; está cuestionando al Presidente mismo y a la causa que nos trajo hasta acá.”
Como el emperador romano que Milei cree haber sido en otra vida, su autoridad no se discute y cualquier disidencia es castigada con el destierro. Porque, como ellos repiten, “Roma no paga traidores”. Hay 139 funcionarios echados (a razón de más de siete por mes) que podrían atestiguarlo.
La advertencia del poder es que cualquier sumiso que no lo sea lo suficiente, será reemplazado por otro sumiso que lo sea más. Es una amenaza que ronda no sólo sobre los políticos, sino sobre el universo oficialista que integran economistas, empresarios, jueces y el aparato comunicacional del Gobierno.
Un recordatorio. Es para los empoderados de turno y para los que se subsumen frente a ellos.
Antes que Milei, también hubo otros “Superman” que parecían indestructibles y generaban esa enfermedad social llamada Oficialitis. La revista Noticias inmortalizó esos instantes de sumisión colectiva en recordadas tapas como “Súper Kirchner”, “Súper Alberto” (cuando acaparaba el 80% de imagen positiva) y, más recientemente, la de “Súper Milei”.
El recordatorio para los poderosos es que tengan cuidado con los sumisos, porque cuando detectan despoder son los primeros en buscar nuevos cobijos y preparar futuras traiciones.
El recordatorio para los sumisos es que muchos de los que alguna vez lo fueron, luego se convirtieron en chivos expiatorios que la sociedad elige para salvar sus propias culpas.
Todo eso ya pasó y volverá a suceder. Cuando la realidad avance.

Por Gustavo González-Perfil