El libro electrónico “Fronteras”, de Lucía Salinas, es el resultado de una investigación que llevó a la periodista y su equipo de trabajo a distintas zonas del norte argentino. Se trata de una detallada crónica de la vida en las localidades vecinas a Bolivia, Paraguay y Brasil.
“Cuando uno pisa las fronteras, la mirada de lo que allí sucede necesariamente se amplía y enriquece. Uno llega con una sola lente a mirar una realidad o una problemática y esa lente se va ampliando a medida que se recorren las distintas fronteras y se convive con sus comunidades”, afirma, en diálogo con DEF, Lucía Salinas, autora del libro electrónico Fronteras (Leamos, 2023).
Lejos de cualquier simplificación, su investigación reconstruye la complejidad de la vida en distintas localidades de nuestra frontera norte. En sus páginas, la autora desmenuza la cotidianidad de las comunidades de la zona y la dificultad que tiene el Estado para abordar las múltiples problemáticas y las demandas desatendidas de la población del lugar.
Argentina tiene más de 15.000 kilómetros de frontera, de los cuales 9.700 son terrestres. En el norte del país, hay más de 750 kilómetros de frontera fluvial. “El control absoluto sobre esos puntos geográficos no existe”, asegura la autora, quien da cuenta del enorme desafío que implica “definir políticas de Estado sobre lo que transcurre en nuestras fronteras”.
Un rompecabezas con múltiples piezas
-¿Cuáles son las particularidades que encontraste al recorrer las fronteras?
-La geografía vuelve difusa la idea de la frontera como una línea de separación o división. Muchas veces, lo que separa un país de otro es una calle, un alambrado o una quebrada. La población no está todo el tiempo pensando en qué lado de la frontera se encuentra. Transita su vida diaria en ese espacio, donde se conforma una identidad cultural que no distingue entre países.
-¿Encontraste diferencias entre la “frontera de tierra” y la “frontera de agua”?
-La geografía es muy determinante del tipo de comunidad que se desarrolla en el lugar, así como su idiosincrasia, su cultura y su economía. No es lo mismo una ciudad ribereña, como Itatí (Corrientes), que una con frontera seca, como Salvador Mazza (Salta). Son distintas piezas que forman parte de un mismo rompecabezas. Eso, finalmente, construye es una cultura de frontera. Quienes habitan esos territorios tan difusos conviven, al mismo tiempo, con fenómenos más graves que transcurren en la frontera y que tienen que ver con el delito.
La delgada línea que divide la informalidad de la ilegalidad
-¿Cómo se percibe en las comunidades de frontera la convivencia con actividades delictivas que van desde el contrabando hasta el narcotráfico?
-Todos están de acuerdo en que lo más grave es el narcotráfico. En el caso del contrabando, cuando es a gran escala, también es un problema porque genera un perjuicio económico al país y termina convirtiéndose en una competencia desleal para los comerciantes que tienen sus actividades en regla. Tanto el narcotráfico como el contrabando no han parado de crecer a lo largo de estos años. A la luz del Código Penal, todo es delito. Sin embargo, hay una enorme realidad que transcurre allí: la vida cotidiana de las personas está marcada por el contrabando y, en muchos casos, por el tránsito permanente de droga. Si la frontera es amplia y diversa en su geografía, eso hace que se constituyan diferentes tipos de comunidad, lo que incide en el tipo de delito que se comete según las características de cada lugar.
-¿Por qué fracasaron los intentos de regular el trabajo informal de quienes transitan esas fronteras, por ejemplo, el caso de los llamados “bagayeros”?
-Ahí hubo una enorme resistencia. Hay un aspecto cultural muy arraigado desde hace décadas y que se constituyó en la única fuente de trabajo de muchas de las personas que viven allí. Eso genera un problema: fuera de la aplicación de la ley para penalizarlos, ¿qué otras herramientas les brinda el Estado a esa enorme cantidad de personas que hoy viven de una actividad ilegal?
-En el libro te encargaste de señalar que existen muchos funcionarios que hacen bien su trabajo y se esfuerzan por combatir el delito. ¿Cómo viven ellos los sucesivos escándalos de corrupción y vínculos entre política, justicia y crimen organizado que trascienden en medios nacionales?
-Yo me alejo de las generalizaciones porque no nos permite atribuir responsabilidades a nadie. Lo que vimos en nuestra investigación es que hay gente, involucrada en distintos expedientes judiciales, que es parte del problema. Pero también vimos que muchos integrantes de esas mismas instituciones están convencidos de la lucha que emprenden cotidianamente para intentar reducir el impacto que las actividades de las organizaciones criminales tienen en las comunidades en las que ellos mismos viven. Un factor real, que no podemos desconocer, es que el narcotráfico mueve un volumen de dinero que no mueve ninguna otra actividad. Y parte de ese dinero se destina a comprar voluntades.
Organizaciones criminales, convivencia política y compra de voluntades
-¿Cuál es la estructura de las organizaciones criminales de la zona?
-La figura que les cabe es la de “pequeñas empresas” familiares, que tienen todo el circuito tercerizado. Son efectivas y están las 24 horas del día pensando cómo hacer “triunfar” su negocio. Estos grupos defienden el territorio que consideran propio y usan todos los mecanismos a su alcance para que nada les interrumpa ni se les interponga en ese negocio
-¿Hay connivencia entre estas organizaciones criminales y actores políticos, como sucedió con los intendentes destituidos en Salvador Mazza e Itatí?
-Los expedientes judiciales lo plantean: las autoridades políticas locales terminaron investigadas como parte de la organización delictiva. Son dos ejemplos concretos de cómo distintas instituciones se corrieron de sus roles primarios por un soborno y terminan siendo funcionales a las organizaciones criminales. Cuando el dinero compra voluntades de personas que son determinantes en el resguardo de los intereses de la ciudadanía, el sistema comienza a debilitarse.
Una realidad compleja y una agenda invisibilizada
-¿Cómo inciden las distintas jurisdicciones, provincial y nacional, en la lucha contra el delito?
-Es un orden jurídico instituido, que hace que se requieran muchos acuerdos para mancomunar esfuerzos y hacer trabajos conjuntos. Hay que tener en cuenta que existen cargamentos de drogas que recorren cuatro provincias por tierra antes de llegar a los puertos de exportación hacia Europa, y otra parte de esa droga se comercializa en la provincia de Buenos Aires, en la ciudad de Buenos Aires y en otros centros urbanos como Rosario. Ese recorrido de la droga, y también de las mercaderías que entran fruto del contrabando, atraviesa rutas provinciales y nacionales. Hay lugares donde sí hay trabajo conjunto entre fuerzas provinciales y nacionales, donde tienen detectadas las rutas que más se recorren y los atajos que toman, y allí se hacen los operativos.
-A partir de tus conversaciones y entrevistas con funcionarios de los gobiernos de distintos signos políticos, ¿existe alguna continuidad en las políticas de frontera o están sujetas a los vaivenes de la política interna?
–No creo que la frontera sea un tema solo de seguridad. Si fuera un tema de seguridad, podría resolverse con el despliegue de más fuerzas. Justamente, lo que viene a plantear es lo contrario a esa idea. Si vemos la frontera únicamente con un enfoque que se limita a la seguridad, la vemos como un problema y como un territorio de peligrosidad.
-¿Cuáles serían las cuentas pendientes de la dirigencia política en el abordaje del problema de las fronteras?
-Creo que es una ausencia en la agenda de los políticos. Cuando se habla de cuestiones de frontera, solo se habla de temas vinculados a la problemática de la seguridad. Hay una realidad mucho más grande que transcurre allí, a la que no se le está prestando atención. El libro viene a mostrar una realidad mucho más amplia, compleja y rica. En la frontera también se tejen todo tipo de relaciones en ámbitos pacíficos, de permanentes intercambios. Se construye así la multiculturalidad, que es otro rasgo distintivo de estos puntos geográficos.
Por Mariano Roca-DEF