Misiones Para Todos

Madame Robespierre

Con la inflación más baja desde que asumió el león, la media sanción de Ficha Limpia y la suspensión de las PASO, y los dirigentes PRO que están cambiando de camiseta, parece que febrero se tiñe de violeta. Pero si miramos las proyecciones de la cosecha, los aranceles que impuso Trump, la caída de la licitación de la Hidrovía (el calabrés debe estar divirtiéndose un rato, porque perderá poder, pero tiene capacidad de daño), las oscilaciones financieras y algunos interrogantes respecto a la letra chica del acuerdo con el FMI, debería primar un poco más de cautela. Pero cautela es algo que no parece figurar en el diccionario de la administración libertaria.

En esa falta de cautela, el gobierno tiene una autoconfianza casi infinita. Y tiene razones para tenerla, ya que todos los argumentos agoreros se fueron diluyendo por el camino. Sin embargo, las decisiones estratégicas no dependen solamente de cómo la vean los protagonistas, sino también de la mirada y la capacidad de veto de otros actores relevantes. Como, por ejemplo, los fondos de inversión. Estos personajes están desfilando en masa por Buenos Aires interesados en el corto, mediano y largo plazo. Equivocados o no, dejan dos conclusiones a sus anfitriones locales: 1) los bonos argentinos ya están caros como para seguir comprando, por lo tanto, la fiesta por ahora se acabó a la espera de aprovechar buenas oportunidades; y 2) si gana CFK o un candidato kichnerista en la estratégica Provincia de Buenos Aires, venden todo y se van.

Esto viene a cuento de la estrategia electoral que tiene en la cabeza el triángulo de hierro (que no son 3, sino 2 + 1), el cual sigue rechazando la posibilidad de una alianza con el PRO, mientras disfrutan como le siguen comiendo piezas a Macri cual juego de ajedrez. Si bien el gobierno está mostrando haber hecho un posgrado en astucia política en estos 14 meses, hay dos cosas que nadie puede adivinar. Una es la sustentabilidad del modelo económico libertario. La otra es si habrá nubarrones económicos a nivel internacional de la mano de la vehemencia Trumpista. Ojo que la segunda puede desnudar las falencias de la primera.

Si el oficialismo llegase a perder la PBA sin alianza, sucederían dos cosas: 1) buena parte del público anti K le echaría en cara por qué no se aliaron, mucho más si fue por una mezcla de desprecio personal y conceptual hacia la Armada Amarilla, y/o 2) los mercados se asustarían lo suficiente como para irse y dejar en banda la revolución libertaria. No es falta de cariño, te quiero con el alma, te juro que te adoro, y… por tu bien, te digo adiós. Todos ya sabemos qué viene después.

Este detalle puede ser sumamente útil para que Macri psicopatee a los Milei y los Caputo, y al final cierren trato. Claro, con un ingeniero muy disminuido, pero necesario. En este caso el tamaño sí importa, porque “lo pequeño es hermoso”, más allá de otras connotaciones. Además, el peronismo es… el peronismo, no? ¿No estarían dispuestos todo el aparato pejotistas y massista a ayudar a financiar la campaña del PRO en la PBA si fuese solo, cuidarle las urnas, movilizarle gente, etc. etc. con tal de generarle una mala noticia al Javo? Seguro que más de uno ya lo está pensando. Por ejemplo, Sergio Tomás Copperfield, especialista en no creer que haya enemigos irreconciliables.

El ex Emir de Cumelén no solo está experimentando un drenaje descomunal, sino que además ciertos hechos delatan algo que muchos siempre le marcaron: que él nunca quiso tener seguidores, sino empleados. Y en ese esquema, hasta el empleado más fiel alguna vez se quiere tomar alguna revancha. El caso más paradigmático es el de Néstor Grindetti, que un día se fue de casa tras 45 años de relación. El original cadete de SOCMA se cansó, como tantos. Perón decía en su regreso a la Argentina que el no entendía nada de política, que el solo sabía de conducción. Hasta escribió un libro sobre eso…

Pero no es un problema de Macri, es un tópico de la política contemporánea. Si no fíjense lo que pasó con el gabinete de Petro en Colombia. Conducir nunca fue fácil y en la era de la arquitectura horizontal de internet, mucho peor. Por eso hay dos alternativas: a) se construye seduciendo y administrando los deseos de los mortales, o b) se manda de manera absolutamente vertical. La administración Milei tiene llamativas semejanzas con el kirchnerismo, en ese sentido. Néstor decía que no quería filo kirchneristas en su gobierno, sino fieles absolutos. En estos últimos días el presidente dejó trascender que no quería librepensadores en su gestión, sino solo incondicionales. Es mucho lío conducir. Más fácil es dar órdenes militares. Mucho más cuando se trata de una vanguardia esclarecida.

En la Argentina, si el que controla el “partido del Estado” logra estabilizar la economía después de una crisis, lleva las de ganar. Cómo lo haga, es otra discusión. En julio del año pasado, en la columna “Una noche en la ópera”, ya advertimos que la billetera no solo estaba abierta para Capital Humano, sino que, al mejor estilo de “la casta”, empezaba a actuar el sistema de látigo y chequera. Con las últimas votaciones en Diputados, “o mecanismo” está aceitado al máximo. Si no, ¿de dónde están saliendo mayorías extraordinarias a partir de solo 41 legisladores (con aliados estrechos)? Milei está dando una clase de hiperpresidencialismo cada semana. Su obsesión con las comparaciones sexuales diría que, en este caso, el tamaño (del propio bloque) no importa.

Veremos que pasa en el Senado con Comodoro Lijo. Mientras tanto, el Javo se debe estar riendo de la sucesión de rebeliones de distintas Cámaras judiciales a partir del famoso “fallo Levinas”, inspirado por dos magistrados de la Suprema Corte que fueron constituyentes del ´94: Rosatti y el retirado Maqueda. Algo así como, cuántos más problemas tengan los enemigos, mejor.

Todo indica que, así como cayó la guillotina sobre la vieja boleta sábana, también caerá sobre las PASO (porque, al final, a la gran mayoría le conviene). Y para eso tenemos a Madame Robespierre.

Por Carlos Fara