Se mueve junto a juveniles, lesionados y futbolistas que no son tenidos en cuenta: la historia de una relación que se fue desgastando
Marcos Rojo ya no juega para los titulares ni para los suplentes. El excapitán de Boca, que hasta hace poco era un referente del vestuario y pieza clave en la defensa, quedó completamente al margen de la escena futbolística. Este jueves, mientras Miguel Russo preparaba en la Bombonera un ensayo táctico previsto para la tarde -en la antesala de la presentación de Leandro Paredes y con vistas al debut del domingo ante Argentinos Juniors, por la primera fecha del torneo Clausura-, Rojo se entrenaba a contraturno, en Ezeiza, junto a los lesionados y otros futbolistas que no forman parte del proyecto actual. Su contrato vence en diciembre; su vínculo con el club ya es cosa del pasado.
Si bien su alejamiento del equipo se hizo más evidente con la llegada de Russo, la decisión de apartarlo del plantel venía gestándose desde antes. El propio DT, que lo había tenido en sus primeros partidos cuando llegó a Boca en 2021, avaló ahora una salida que ya estaba encaminada desde la dirigencia. Para el club, el ciclo de Rojo estaba agotado: lesiones recurrentes, algunos episodios de indisciplina y una relación cada vez más tensa con el Consejo de Fútbol sellaron su destino. Boca, que en ningún momento consideró extender su estadía más allá de 2025, optó por renovar su defensa con la incorporación de Ayrton Costa en enero y una fuerte inversión por Marco Pellegrino, por quien pagó más de tres millones de dólares.

Russo fue notificado de la situación apenas retomó el cargo. Aun así, por cortesía y también por necesidad, decidió incluir a Rojo en la lista de 35 futbolistas que viajaron al Mundial de Clubes. En ese momento, Boca contaba con pocas alternativas en la zaga central: Ayrton Costa aún no tenía la visa para ingresar a Estados Unidos y Marco Pellegrino había llegado lesionado. La relación entre Russo y Rojo se mantuvo en buenos términos hasta el inicio del torneo. Pero a solo 72 horas del debut contra Benfica, Costa resolvió su situación migratoria, se sumó a la delegación en Miami y Russo no dudó: lo puso como titular, pese al escaso rodaje, relegando a Rojo al banco de los suplentes.
Aquella decisión de Russo encendió la mecha. Rojo, herido en su orgullo, quedó en pie de guerra. La tensión se trasladó a la concentración en Fort Lauderdale, donde el ambiente ya no era el mejor. Aunque el defensor siguió entrenándose con el grupo, la situación se fue complicando hasta que todo terminó de estallar en la previa del partido contra Auckland City, un encuentro en el que Boca debía golear y esperar una mano de Bayern Munich para evitar una eliminación temprana. Sin Costa, lesionado, todo indicaba que Rojo tendría su oportunidad. Pero no: acusó una molestia y decidió trabajar en el gimnasio, apartado de sus compañeros y, al parecer, sin la venia del cuerpo técnico, lo que generó un nuevo cortocircuito.

Tras la eliminación frente al equipo neozelandés, el plantel permaneció dos días más en Estados Unidos a la espera del vuelo de regreso. Fue en ese impasse cuando el adiós de Rojo empezó a tomar más forma. El defensor, todavía molesto por lo ocurrido, llegó a evaluar la posibilidad de no presentarse al inicio de los entrenamientos. Finalmente, y ante la chance de recibir una intimación por parte del club, se incorporó a los trabajos en Ezeiza, aunque con los días contados. En los primeros entrenamientos volvió a manifestar una molestia y trabajó de manera diferenciada. Este miércoles se movió con normalidad, pero Russo mantuvo su postura y lo dejó al margen del ensayo táctico en la Bombonera.
Nadie importante dentro del Mundo Boca salió a hablar sobre la situación de Rojo. Russo evitó dar respuestas terminantes, respondió con evasivas y buscó calmar los ánimos. Pero las diferencias entre el jugador y el club ya eran insalvables. Los números hablan por sí solos: desde que llegó, Rojo jugó menos de la mitad de los partidos, 118 de 246, y sólo completó los 90 minutos en 75 ocasiones.
Las lesiones fueron constantes, muchas veces por no cuidarse lo suficiente, y fuera de la cancha estuvo involucrado en varias polémicas: jugó picados con amigos bajo la lluvia, tuvo el episodio con el matafuegos contra Atlético Mineiro, sufrió expulsiones evitables en superclásicos y en la semifinal de la Libertadores, y festejó en el campo de juego fumando un cigarrillo y tomando cerveza. Todo eso terminó desgastando su imagen y lo dejó hoy aislado, entrenando separado del grupo, y con el final ya marcado.

La partida de Marcos Rojo, en definitiva, será cuestión de tiempo. Tuvo todo para dejar una huella: desde su llegada se adueñó rápido del liderazgo en el vestuario y levantó tres títulos: Copa Argentina 2021 y Copa de la Liga y Campeonato 2022. Sin embargo, su carácter indomable y algunas actitudes personales terminaron jugando en su contra. Así, Rojo se va del club con más pena que gloria, enfrentado con la dirigencia y sin ser tenido en cuenta. El futuro inmediato de Boca pasa por otros centrales: Ayrton Costa, Marco Pellegrino, Nicolás Figal y Lautaro Di Lollo, los cuatro que jugaron el Mundial de Clubes y que, con aciertos y errores, se alinearon detrás de un objetivo común.
Habrá que ver ahora cómo sigue la historia. Es posible que en los próximos días Rojo vuelva a entrenarse con el grupo, siempre que las prácticas sean en el predio de Ezeiza y no se trate de un entrenamiento formal en la Bombonera. Pero eso se irá definiendo con los días. Lo que sí está claro es que Rojo no volverá a ponerse la camiseta de Boca. Y que, probablemente, ya nadie salga a pedir por él. Ni siquiera por nostalgia...
Por Leandro Contento-La Nación