Aprovechando su papel pionero en las energías renovables, Marruecos aspira a convertirse en un actor protagonista del mercado de hidrógeno verde en el norte de África tanto para exportarlo a Europa como para usarlo en la producción de fertilizantes.
A finales de julio, el rey Mohamed VI reafirmó en un discurso la ambición de su país y pidió al gobierno “la rápida y cualitativa puesta en marcha” de la “oferta Marruecos” de hidrógeno verde.
Hace falta “poner en valor las virtudes de las que dispone nuestro país y responder de la mejor manera posible a los proyectos planteados por los inversores mundiales en este campo prometedor”.
El hidrógeno se obtiene a través de la electrólisis del agua, que separa este gas del oxígeno. Pero solo es “verde” cuando se produce gracias a electricidad producida de energías renovables: eólica, solar o hidráulica.
Existen grandes esperanzas depositadas en este recurso que puede servir para reducir las emisiones de carbono en las industrias siderúrgica, cementera, química o de fertilizantes, pero también para almacenar energía limpia.
Marruecos quiere erigirse en líder regional, aunque el sector sea “embrionario y los grandes proyectos mundiales no verán la luz antes de tres o cinco años”, dice a la AFP Samir Rachidi, director del instituto marroquí de investigación Iresen.
A mediados de agosto, el ministerio de Economía anunció que había reservado 1,5 millones de hectáreas públicas –casi el doble de la superficie de Puerto Rico– para acoger “ocho plantas de producción de hidrógeno y amoniaco verdes”.
Los medios marroquíes informaron de proyectos de inversores australianos, indios, alemanes, franceses o británicos.
Marruecos se lanza a esta carrera con la ventaja de haber invertido fuerte en los últimos 15 años en energías limpias que generan un 38% de la electricidad producida actualmente y que deberían llegar al 52% en 2030.
Esta industria requiere una producción de electricidad poco costosa. El objetivo es no superar un coste de uno a dos dólares por kilo de hidrógeno verde, explicó Ahmed Reda Chami, presidente del Consejo Económico (un organismo público) al semanario “La Vie Eco”.
Argelia y Túnez al acecho
Rabat considera también crucial el hidrógeno verde para ayudar en la producción de amoniaco, base de los fertilizantes agrícolas, un sector en el que el país destaca a nivel mundial por sus inmensas reservas de fosfatos.
En la senda de la fuerte demanda mundial, que llevó el precio a más de 1.000 dólares por tonelada desde el covid-19 y la guerra en Ucrania, el monopolio público de gestión del fosfato cuenta con producir en 2027 un millón de toneladas de “amoniaco verde”, producido a partir del hidrógeno verde. La previsión es triplicarlo en 2032.
El resto de Magreb también toma posiciones en esta carrera. Según un informe reciente de la consultoría Deloitte, el norte de África será la primera región del mundo en exportaciones de hidrógeno verde en 2050.
Argelia “aspira a ser un actor de peso” aprovechando “un potencial entre los más importantes del mundo” en cuestión de energía solar y eólica y en “sus infraestructuras de transporte” como gasoductos, declaró a la AFP Rabah Sellami, director del Comisariado de Energías Renovables.
Actualmente, este país productor de petróleo y gas genera solo un 3% de su electricidad a partir de las renovables, pero ha invertido masivamente para conseguir una potencia instalada de 4 gigavatios en 2024.
Su hoja de ruta para el desarrollo del hidrógeno verde prevé “una producción anual de un millón de toneladas en 2040, destinada a la exportación hacia el mercado europeo” y 250.000 toneladas para el consumo interno, dice Sellami.
En cuanto a Túnez, será “capaz de exportar entre 5,5 y 6 toneladas de hidrógeno verde a Europa en el horizonte de 2050”, aseguró recientemente Belhassen Chiboub, director general en el Ministerio de Energía.
Pero para ello deberá incrementar su tasa de producción de electricidad limpia del 3% actual al 35% prometido para 2030.