Millonario, excéntrico, estrella en redes, militante libertario, exconcejal de la UCD. Retrato del asesor financiero que bate récord en el Mundial de Qatar.
Hasta junio pasado, cuando empezó su ruptura política con Javier Milei, en la mayoría de los medios presentaban a Carlos Maslatón como “referente de la Libertad Avanza”, aunque él prefería que le dijeran “puntero” del partido de los libertario. Al lado de “Peluca”, como le decía al economista, jugaba como una suerte de todoterreno y tuvo un papel muy importante como armador de la campaña que llevó al economista de los paneles de televisión a la Cámara de Diputados.
Hoy, seis meses después de esa pelea pública con Milei y los libertarios, definir a Maslatón es casi una misión imposible.
Convertido en una estrella cada vez más popular en las redes sociales, su último avatar es el de asistente y comentarista de lujo del Mundial de Qatar, adonde viajó en soledad para asistir a 48 partidos del torneo, casi todos los que es humanamente posible ver.
Los videos de Maslatón recorriendo Doha de una punta a la otra para llegar a tiempo a los partidos y charlando con personajes de todos los países tienen cientos de miles de reproducciones. “Masla” es un personaje inclasificable, imposible de encasillar: judío y liberal de derecha, es capaz de quedarse cantando con palestinos una canción tradicional que él conoce al pie de la letra o mostrar emocionado cómo es la llamada a la oración de los qataríes, mientras pide un Mundial 2030 en Emiratos Árabes y pronostica la firma de “un gran tratado de paz” en Medio Oriente, al compás de la pelota de fútbol.
Maslatón es mucho más que una estrella de redes. Es, como le gusta presentarse, el hombre de las mil vidas. El aventurero que recorrió el mundo y que solo lamenta no haber nacido antes para poder asistir a la Segunda Guerra Mundial. La joven promesa de los cuadros universitarios del liberalismo de los ’80; el que sobrevivió en la Franja de Gaza a una bomba que explotó a pocos metros y le dejó esquirlas en la pierna izquierda; el asesor financiero que se ufana de haber hecho una fortuna con criptomonedas con el espíritu de sus antepasados judíos de Siria y, de un tiempo a esta parte, uno de los responsables de haber propagado el ideario libertario con modos y formas tan excéntricos y originales que logró caerle bien a casi todo el mundo, hasta a los peronistas.
Liberal de pura cepa
Maslatón siempre fue contra la corriente y en los inicios de su carrera política esa costumbre se hizo bien patente. En los ‘80, como estudiante de Derecho, fundó la Unión para la Apertura Universitaria (UPAU), la fuerza estudiantil de la UCeDé de Álvaro y María Julia Alzogaray. Con esa fuerza, en 1987 logró desbancar a la poderosa Franja Morada de la mayoría de los centros de la UBA y todo el país, una elección que marcó el principio del ocaso para el proyecto alfonsinista.
Ese logro lo llevó a convertirse en una joven estrella en ascenso en el mundo liberal. De la mano de Alzogaray, llegó a ser electo para una banca en el Concejo Deliberante porteño, el antecesor de la Legislatura, donde comprobó que la política en esas ligas no era lo suyo.
A principios de los ‘90, dejó la política y entró de lleno al mundo del análisis financiero, algo que, dice, lleva en la sangre por sus antepasados sirios de Damasco, que siempre se dedicaron al comercio y el libre intercambio. Debutó como analista en Patagon, la empresa del millonario Martín Varsavsky, una de las primeras firmas argentinas en ofrecer servicios de asesoría de finanzas online para toda América Latina.
La historia terminó mal para la firma, pero muy bien para Maslatón, que se ufana de tener una “estrella” que lo cuida y lo hace “invencible”. A mediados de los ‘90, el Banco Santander compró la compañía e intentó echarlo sin pagarle indemnización. El juicio, que se hizo en la Justicia estadounidense, terminó en 2002, con un fallo a favor de Maslatón, que recibió una suma millonaria en dólares de indemnización.
A partir de entonces, a su personaje le sumó, además, el dinero. Maslatón es rico, vive en un piso del edificio Kavanagh, come en restaurantes de lujo y viaja por el mundo a sus anchas, pero actúa como si el dinero no fuese importante.
El salto a la fama en redes sociales y, de alguna manera, el eje de su presentación en sociedad más allá de la fauna política y financiera, fue durante la pandemia. En pleno confinamiento estricto, Maslatón se ufanaba de no respetar ni uno solo de los protocolos o cuidados, hablaba de la “mentira” del virus y despotricaba contra la “dictadura comunista” de Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta, su principal enemigo.
Fue por entonces que acuñó uno de sus términos más conocidos, el “100% barrani” con el que bautizó al comercio a espaldas de cualquier regulación impositiva o intromisión del Estado. Maslatón no paga con tarjeta, sino con enormes fajos de dinero en efectivo, para no dejar rastros de sus intercambios.
Se posicionó como uno de los precursores de la movida Bitcoin en el país. Aunque nadie -excepto él- lo sabe con exactitud, dicen que con las criptomonedas su fortuna se multiplicó varias veces. Las imágenes de Maslatón en su enorme escritorio decorado con obras del platero Juan Carlos Pallarols mirando dos enormes pantallas con la evolución de las cotizaciones se hizo conocida en todos lados.
A Milei lo levantó desde un primer momento. Hasta la ruptura con Carlos Kikuchi y la hermana del diputado, Karina Milei, lo calificaba como la gran promesa de la política y el liberalismo argentino. Lo asistió en la organización de los primeros grandes actos en los que sonaba La Renga y Milei bramaba como un león y lo llevó a convertirse en diputado.
La ruptura fue, dicen, inevitable. Maslatón nunca está cómodo en la tranquilidad. Es un provocador que necesita el conflicto, tener enemigos. Sus críticas abiertas a las alianzas de los libertarios con personajes vinculados a la dictadura, como los Bussi en Tucumán, lo llevó a dejar el espacio. Él es un demócrata que critica abiertamente la dictadura y se opone a cualquier discurso negacionista. Para provocar a los libertarios, desde entonces, se muestra en redes además como alguien cercano a muchos principios del ideario peronista.
El colmo llegó con la foto junto a Sergio Massa. Siempre atento a los nuevos fenómenos de redes, el ministro de Economía lo invitó al quinto piso del edificio de Yrigoyen y Balcarce como cabeza de una delegación de especialistas en criptomonedas. “Massa es un tipo serio, quiere hacer las cosas bien y le está salvando el gobierno a Alberto (Fernández)”, dijo el liberal después del encuentro de hace algunas semanas atrás.
Hoy, mientras Maslatón sigue recorriendo Qatar de una punta a la otra comentando el Mundial y sumando seguidores y fans en las redes, muchos se preguntan qué rol jugará en la política argentina de 2023. Nadie lo sabe. Quizás ni siquiera él. Para el más peronista de los liberales argentinos, el mundo está lleno de posibilidades.
Por José Maldonado – Letra P