La ofensiva de Milei sobre el responsable de la negociación con Argentina en el FMI no alterará las cosas en el organismo.
En los próximos días, la dirección ejecutiva del Fondo Monetario Internacional (FMI) volverá a empoderar a Rodrigo Valdés como principal negociador con la Argentina.
No solo para la aprobación del noveno tramo del acuerdo de Facilidades Extendidas firmado por el país en marzo de 2022 durante el gobierno de Martín Guzmán correspondiente al cumplimiento de las metas del segundo trimestre del año; un examen del que el Gobierno saldrá airoso. Valdés también mantendrá la responsabilidad técnica en las negociaciones de un nuevo Facilidades Extendidas que mejore y amplíe (a los ojos del oficialismo local) el acuerdo vigente firmado en enero pasado entre el gobierno de Javier Milei y el organismo financiero. En síntesis, la embestida del viernes pasado del Presidente contra el director para el hemisferio occidental no provocará ningún cambio en las responsabilidades con el país del exministro de Economía chileno dentro del FMI, sino que además tendrá para lo que se venga el respaldo total del dúo Kristalina Georgieva y Gita Gopinath. La búlgara y la norteamericana, números uno y dos del FMI, confían plenamente en el chileno para la faena de negociar con el país. Le reconocen su compromiso en el cargo desde su asunción, en abril de 2023, ya que fueron ellas en tándem las que definieron su elección como reemplazo del brasileño Illan Goldfajn. Además, saben que la acusación de una especie de complot conjunto de Valdés con Sergio Massa y el kirchnerismo es, directamente, imposible de tomar en serio.
Fuentes del FMI recordaban este fin de semana un hecho histórico reciente, que impide pensar en cualquier tipo de contacto estrecho entre estas partes, en principio, casi irreconciliables. La realidad indica que la relación entre Valdés y el anterior gobierno terminó muy mal. Tan mal que fue Gopintah la que terminó sosteniendo la comunicación entre el organismo y el Ministerio de Economía manejado con Massa, ante la realidad de que el economista chileno y los funcionarios del Palacio de Hacienda de aquel momento habían cortado la relación. Y que para noviembre de 2023 solo mantenían frías y técnicas comunicaciones vía Zoom.
Georgieva sabe que la acusación de una conspiración Valdés-Massa es imposible de tomar en serio
Un hecho particular había provocado el retiro de embajadores: fue la presión de Valdés para que Massa finalmente devaluara el peso el 14 de agosto del año pasado. El director gerente para el hemisferio occidental había llevado a la mesa de negociaciones un Excel donde explicaba que para continuar teniendo aprobaciones desde el FMI, y eventualmente alguno que otro fondo fresco, Massa debía devaluar el peso un 100%, llevándolo a la frontera de los 800 pesos de aquellos días. Massa estaba ya empoderado como el candidato a presidente por el oficialismo, y se concentraba en la campaña, delegando en su equipo económico las discusiones con el FMI. Fueron sus hombres que mantenían el contacto con Valdés los que le llevaron en medio de la campaña la exigencia de una devaluación inevitable; de dimensiones tan grandes que determinarían una derrota segura e inevitable. Obviamente Massa se negó, denunció públicamente las presiones del FMI, pero habilitó que continuaran las negociaciones. Sabía el entonces ministro que con el Fondo de enemigo sus posibilidades de victoria eran más que escasas. Lo mismo que si accedía a los reclamos de Valdés. La decisión del candidato fue entonces congelar la relación, suspender los contactos con el chileno y esperar a una eventual victoria electoral para volver a hablar. Sería su equipo el que debía terminar algún tipo de acuerdo tenue, que solo sirviera para llegar a las elecciones de octubre con el capítulo FMI anestesiado.
En las negociaciones con los funcionarios massistas, Valdés bajó su pretensión devaluatoria al 60%. Y allí se plantó. Massa sacudió entonces su poderoso WhatsApp y se comunicó con sus contactos sólidos con la Secretaría del Tesoro de Janet Yellen. La extitular de la Fed le había dicho en julio de 2023 al ya candidato que tenía la orden de Joe Biden de apoyar al argentino en las negociaciones con el FMI. Massa también acudió a otro amigo de Washington: el asesor preferencial de Biden, Jake Sullivan, la persona en la que el presidente de los Estados Unidos había delegado la siempre problemática relación con la Argentina de Alberto Fernández.
Los contactos con la Casa Blanca no lograron torcer el brazo de Valdés. Pero sí bajar a niveles algo más razonables la presión devaluatoria. Finalmente, el porcentaje de pérdida de valor del peso se ubicó en el 22%, un nivel que no era caprichoso. El viceministro Gabriel Rubinstein le había mostrado al staff técnico de Valdés que el precio del dólar agro vigente hasta entonces, con un valor de 340 pesos, estaba siendo aceptado por los exportadores, y aportándole un buen número de divisas al Banco Central. El valor oficial de la moneda local se ubicaría en los 350 pesos, y así permanecería hasta las elecciones presidenciales. Como referencia, a agosto de 2023 el blue navegaba en los 750 pesos. El nivel al que quería llevar la moneda local Rodrigo Valdés.
El chileno aceptó, a regañadientes, firmar la devaluación del 22%. Pero con la condición de que ese nivel se readecuara luego de las elecciones generales. Si Massa ganara las elecciones, habría una devaluación importante que colocaría la moneda en niveles de equilibrio. Afirman en el FMI que la promesa nunca fue escrita, pero sí reconocida y asumida. Hoy, cerca de Massa, hombres que protagonizaron aquellas jornadas de conflicto con el FMI lo niegan.
Lo cierto es que no solo no hubo renegociaciones sobre el tipo de cambio, sino que la relación con Valdés y el resto del staff técnico se rompió cuando Massa avanzó en un plan de política monetaria expansiva para intentar ganar la segunda vuelta contra Javier Milei. La relación entre el argentino y el chileno nunca volvió a reconstruirse. Y en la actualidad, no hay relación. Ni con Massa ni con el equipo que entonces lo acompañaba. Hasta diciembre de 2023, cuando el tigrense dejó de ser ministro de Economía, la comunicación entre Argentina y el organismo se mantuvo fría y solo con comunicaciones indirectas con Gita Gopinath.
Una vez entregado el poder a Milei, no existieron más contactos entre Massa, y su equipo, y los funcionarios con los que negoció ante el FMI. Solo existió algún tipo de saludo final entre parte del equipo de Massa y el venezolano Luis Cubeddu, el hombre que desde hace casi un lustro tiene a su cargo el caso argentino en sus aspectos técnicos. Más lejos aún quedó el kirchnerismo, que directamente no tuvo ni tiene relación con el FMI, desde que Martín Guzmán negociaba en octubre de 2022 y los seguidores de Máximo Kirchner boicoteaban lo que el entonces ministro trataba de acomodar con el organismo financiero. Los votos en contra del Facilidades Extendidas por parte del kirchnerismo terminaron por demoler la ya casi inexistente relación entre la agrupación política y el organismo financiero internacional.
Pensar en que puede haber algún tipo de relación entre Valdés, Gopinath, Massa y el kirchnerismo en contra de Milei es, entonces, algo curioso y difícil de mantener con argumentos sólidos.
“Hubo complicidad del jefe de la misión argentina del FMI con el gobierno anterior. Rodrigo Valdés tiene mala intención manifiesta. No quiere que le vaya bien a Argentina. Él tiene otra agenda. Nosotros somos sobrecumplidores con todos pero prefirieron apoyar el desastre de Massa. ¿Por qué el FMI le permitía todo a Massa? Nosotros sobrecumplimos todo y todo el tiempo están poniendo peros. Avalaba todo el desastre de Massa y a nosotros nos hace lo que nos hizo”, disparó Milei el viernes ante el asombrado Alejandro Fantino en los micrófonos de Neura.
La frase contiene una gran inexactitud. A Massa no se le avaló casi nada y se lo presionó a destajo. Solo los contactos del tigrense con Washington lo mantuvieron a flote con algún tipo de relación débil y tenue con el organismo. Pero hay una media verdad en la frase del Presidente. Valdés no avala las políticas ni de Massa ni suyas.
Por Carlos Burgueño-Perfil