Una charla profunda con el conductor que dejará Vélez en pocos días; “Los entrenadores no son reconocidos jamás”, asume
“Todo en la vida, todo, todo, es prueba y error. También en el fútbol: prueba y error… y eso deja una enseñanza. Se aprende”. Miguel Russo golpea la mesa. Sin violencia, con sutil energía. El oasis del silencio en una mesa apartada del bullicio de los jóvenes que almuerzan metros más allá en la magnífica Villa Olímpica de Vélez, invita a la pausa. A la charla distendida con el entrenador que saboreó el éxtasis de la gloria, con la Copa Libertadores en Boca, con un Román Riquelme de salón y que hoy no se escabulle en el lado oscuro de la luna, con su salida anticipada de Vélez. “No busco el reconocimiento, sabía las reglas del juego. Otro año así habría sido difícil de aguantar”, reflexiona el conductor, que dirigirá al joven grupo hoy, ante River, y el fin de semana próximo contra Independiente, antes del portazo final. El mismo protagonista que, ahora mismo, se disfraza de psicológico, maestro, confidente, un buceador de pedagogía en el inconsciente colectivo de un plantel juvenil. “No soy el padre. Soy alguien que les dice a los chicos que el fútbol es hermoso, pero que el triunfo siempre es efímero y que la derrota dura una eternidad”, reflexiona, más allá del incómodo escenario.
A los 59 años, las vivió casi todas. Hizo su debut en el banco de suplentes de Lanús, en 1989. Otro siglo, otro mundo. “No perdí la pasión. Empecé con el respaldo de la escuela de Estudiantes, muy rica en su formación, en todos sus niveles, con la educación como premisa. La vida cambió, sobre todo, en lo social. Somos otra cosa, hay que mentalizarse para adaptarse a esos cambios. La tecnología nos invade, pero también eso significa un crecimiento”, sugiere, mientras disfruta de un sorbo de un vaso burbujeante de Sprite Zero.
-¿Qué fuimos perdiendo?
Perdimos la educación y el incentivo del trabajo. Eso es lo más grave. La búsqueda del progreso por medio del laburo. El fútbol perdió el incentivo del esfuerzo.
-Pero si esos estímulos no los encuentran en la casa, en el fútbol no los van a descubrir.
Ése es el problema: queremos que el chico que juega al fútbol sea distinto al chico que camina por la calle. El que estudia, el que trabaja o el que va a la facultad. Es imposible. En Vélez, de algún modo, soy un docente. Tengo reuniones permanentes con sociólogos, con psicólogos, hasta con antropólogos. Gente que me ayude a comprender cómo son los cambios sociales en un medio en el que el dinero se masificó de tal manera, de un modo?, no común? Porque en los últimos 10 años, la irrupción del dinero superó todos los límites. El dinero en la etapa formativa debilita el mensaje. Empiezan los intereses, las presiones. Los papás “trabajan de papá a veces”, cuando se es papá toda la vida; se transforman todos los roles. Yo tengo que entender los cambios de la sociedad. Chicos sin formación, mal alimentados, separados o con bebes a muy corta edad, todo eso convive en nuestra sociedad. Historias que nosotros no teníamos.
-Y el fútbol está inmerso ahí.
El fútbol refleja cómo está nuestra sociedad. Es lo que se expone. Todo lo que hablamos de los chicos de Vélez (o de otros clubes), se ve en la esquina, en el colegio, en la oficina. Pero el fútbol tiene otro condimento que deteriora todo a muy corta edad, que es la presencia del dinero. Se cree que todo es cómodo, no hay que hacer esfuerzo. Perdimos el valor del sacrificio.
-Y debés involucrarte en temas íntimos, más profundos.
-En todo. La Argentina tuvo cambios importantes y hay que saber cómo adaptarse. Primero, la democracia, gracias a Dios. Porque cuando yo charlo con los chicos, les digo que nacieron en una etapa en la que pueden expresarse con libertad en cualquier esquina, en cualquier lugar, en una red social. Yo me crié en una sociedad, en un régimen, en el que para expresarme debía jugarme la vida, sólo por pintar una pared o llevar una bandera.
-Los jóvenes futbolistas creen que tienen el mundo a sus pies.
No miden la exposición. Les gusta. Es un mundo de selfies; viven en Instagram, Twitter, Facebook. Nacieron con eso. También viven en un mundo en el que cualquiera te saca una foto y te compromete, porque la gente busca eso, aprovecha eso. Y los chicos no se dan cuenta, no saben qué está bien y qué está mal. En mi época, el que quería sacarse una foto conmigo, venía con una cámara y le pedía un permiso a Pachamé o a Verón, porque yo era chico. Hoy no se busca al ídolo, es todo lo mismo. Entonces, uno le dice al otro “mirá en dónde encontré a éste, con quién estaba”. La sociedad no se va a regular en función del fútbol, entonces hay que decirles a los jóvenes que son públicos.
-¿Cuánto hablas de fútbol y cuánto de la vida?
Hay que hablar de todo. A través del fútbol, nos sentimos todos iguales. Los de 20, los de 30, el cuerpo técnico? la pelota nos une. Nacemos con la pelota y morimos con la pelota. Somos bichos de esa raza. Hay que amar el fútbol, elegirlo como un medio de vida. Porque mañana van a extrañar los entrenamientos, vivir en el verde en un día como hoy. El futbolista debe saber que la vida no se termina a los 30 y pico. Deben prepararse para lo que viene después.
-Imagino una charla. Vos hablás, ¿hasta qué punto te escuchan?
Cuesta, porque viven dentro de un sistema de desatención o de falta de concentración. Las reglas que yo quiero imponer no existen en la sociedad. Las tentaciones son grandísimas porque a muy corta edad lo tienen todo. Todo es fácil, simple. Y nos cuesta parar. Fijate: ésto es un motivo de freno.
Metros más allá, un grupo de jóvenes talentosos, irreverentes, díscolos y habilidosos disfrutan de una sobremesa sin pelotas ni pizarrones. Sin retos públicos, sin goles creados en la realidad o dibujados en la imaginación.
“Hay que trabajar, también, en la alimentación. Muchos chicos están mal alimentados por factores económicos. Hay que ayudarlos. Tienen que aprender que el fútbol es una profesión. Para eso tenemos nutricionistas, psicólogos, tenés que tirarles con un arsenal? Es obligatorio el desayuno, el almuerzo, tenerlos ocupados. El estudio, también. Pero es difícil: yo no soy el papá, les puedo decir qué está bien o qué está mal?, hasta esa línea. Soy un formador: estoy encima, aunque Vélez siempre se ocupó de este tema. Hay que entenderlos, porque les tocó un momento difícil. Es un año difícil para todos, porque salieron a la cancha muy rápido”, suscribe Russo, mientras espía la frondosa arboleda.
-Tal vez, aquel mensaje que lanzó públicamente Cubero les llegó a todos. De otro modo, no habría tenido el mismo efecto.
Seguro. Después de lo que dijo Cubero, lo tratamos con el psicólogo, hay una rueda detrás de todo esto. ¿Por qué suceden estos disparadores? Hay algo detrás. ¿Por qué critiqué en su momento a Pérez Acuña cuando lo echaron después del partido con Racing? No lo expulsaron más y jugó siempre. Buscamos ese clic para todos. Bajamos el nivel de expulsados. ¿Te muestro los números? Es causa y efecto. La frase de Cubero fue justa, sin agresividad.
-En otro tiempo, había caciques que respaldaban a los pibes. Hoy, no hay muchos.
Es una situación crítica. No es una época normal, los chicos saltearon etapas. Forma parte de este desarrollo de Vélez, inducido por el campeonato económico. Y, por ese mismo tema, ahora decidí que me tengo que ir.
-No te imaginaste llegar a esta situación.
Se dio así. Ganar, empatar o perder es una consecuencia de un montón de situaciones. Algunos la entenderán, otros tal vez, no. Es muy difícil plantearle a la gente que vamos a ganar el campeonato económico, porque nadie te entrega una medalla, no te dan aplausos. Son sólo castigos. Los vivo en carne propia.
-Con tus pergaminos, decidiste quedarte y pelearla…, hasta hoy.
A mi edad, sé muy bien cuál es el límite. Hubo que tener tranquilidad en los momentos difíciles; no había otra manera, si se piensa en crecer. Primero, todos cantan ?vamos, vamos, lo pibes’ y después terminan con puteadas para todos. Lo más importante es Vélez. En esta profesión hay que aprender de la supervivencia. Hay colegas que llevaron diez jugadores a su club. Me parece bárbaro porque fortalecen el plantel. Pero no sé si a la gente le interesa que se deba 100, 200 o salir campeón? La sociedad es exitista: si vos salís campeón y el club debe 500 millones de pesos, está bárbaro? Todo esto me hizo crecer.
-Los hinchas no van a aplaudir si el club cerró los números. Quieren ganar y ganar.
Los entrenadores no son reconocidos jamás. Siempre están en la mira de la disconformidad. Acá, siempre se habló del campeonato económico, nadie prometió otra cosa. En el camino, hubo que ser muy fuerte.
Miguel viaja en el tiempo. Recuerda los nostálgicos viejos tiempos de la escuela de Estudiantes. “Cuando entraban Poletti y Verón, yo me paraba, había admiración. Eran próceres. Se perdió el respeto, me parece que tenemos que retomar por ahí”, declara el hombre que, ahora también, se levanta, saluda y se va. Hay algo sabroso en la mesa de al lado.
Por Ariel Ruya