Misiones Para Todos

Milei, el aceitoso

El ‘libre mercado’ ni existe, ni puede existir. Así, “el Estado” no interviene en “la economía”; “el Estado” es parte de “la economía”. Esa es la crítica fundamental de Keynes a la teoría de laissez-faire: no tiene ningún sustento en la realidad.

El argumento de Javier Milei de acabar con la intromisión del estado es una falacia porque es imposible, una opción irreal. Si fuera posible, Milei debería directamente argumentar en acabar con toda la política, con todo el gobierno, y dejar a los mercados totalmente libres.

Pero eso es imposible, porque los mercados no pueden funcionar sin que exista el Estado cumpliendo ciertas funciones, estableciendo y vigilando reglas. Es lo que Keynes llamaba dónde se le ponía límite al mercado. Sin ese límite, se caería en la guerra de Hobbes de todos contra todos.

Por eso, la propuesta de Milei simplemente consiste en acabar con cierta intromisión del Estado en la economía, para viabilizar “libremente” otras intervenciones.

Es decir, ajustar ciertos gastos fiscalesimplementar cierta política monetaria -porque sea cuales fueran estas políticas, se “interviene” en la economía. A partir de ahí, la cuestión pasa a la discusión sobre cómo el Estado debe intervenir, y eso es una discusión política-es decir, una decisión de toda la sociedad.

La política que sí propone Javier Milei

El ataque de Milei “a los chorros de la política“, así, sólo constituye un desvío de frustración de la población por su malestar. Por más que se rechace cierta política, no deja de ser cierto que tendrá que haber una política. Por eso, el discurso de “libertad” de Milei, es la propuesta de cierta política económica concreta.

Y el contenido de la misma es el que Keynes rechaza. Porque consiste en una política económica que, atacando “la inutilidad y el peso del parasitario gasto público”, apunta a favorecer al minúsculo grupo de los más ricos, en contra del resto de la sociedad.

Implementa políticas monetarias muy restrictivas con altas tasas de interés (convertibilidad/dolarización), tipo de cambio sobrevaluado que reduce la competitividad externa y alto desempleo que baja la demanda interna, produciendo pobreza y miseria sobre quien queda sujeto “al mercado”, en la vana esperanza irreal de que el “mercado resuelva”.

Por eso Keynes decía que estudiar el “largo plazo” era para estudiantes; porque en la espera, en el corto plazo, “estamos todos muertos”.

Pero, por encima, existen grupos que van concentrando riqueza porque no están sujetos al mercado: rentistas de la deuda pública, propietarios de bienes reales, empresas con posiciones mono u oligopólicas.

La libertad de mercado de Milei

Milei desprecia esta realidad, pero debe tenerse en cuenta que, aún en su lógica irreal, la teoría de libre mercado postula sus argumentos bajo una competencia perfecta -como cualquier alumno inicial de microeconomía sabe. Es decir, sin ningún agente con poder de mercado. El poder de mercado es una situación de privilegio.

Así, la “libertad de mercado” de Milei es la “libertad” que les da a estos sectores “más poder de mercado”. Pero no como resultado del funcionamiento “libre” de mercado, sino por una decisión política.

Para Keynes, esa decisión política debiera ser la de promover a los sectores productivos y no al casino financiero, como lo llama, y al consumo que moviliza la economía -y no a la concentración del “ahorro” con la esperanza de que el sector privado invierta.

En medio de una recesión, no hay opciones lucrativas para invertir. Así, la autoregulación del mercado es sólo una fantasía, que se puede esperar eternamente en medio de la depresión económica. El Estado interviene no contra las actividades privadas, sino para ayudarlas cuando el contexto económico no le es atractivo.

Esto no es sólo teoría; es también historia. Ningún país se ha desarrollado sin un proyecto bajo liderazgo estatal, abriendo su economía y sin estimular sus industrias internas. Sería interesante que Milei mencione uno

También es historia actual que las propuestas de Milei han sido practicadas en el primer mundo con pésimos resultados para más del 90% de la población. El neoliberalismo no ha reducido la intervención del Estado, ni ha bajado el gasto público; sólo cambió para una intervención y hacia un gasto que viene favoreciendo a los que no están sujetos al mercado.

El ejemplo de Estados Unidos

Por ejemplo, en Estados Unidos el 1% más rico de la población hoy se encuentra, después de tener en cuenta la inflación, un 527% por encima del patrimonio neto del 1% más rico de 1976, mientras los ingresos del 50% inferior ahora están, después de la inflación, apenas un 30% por encima de su nivel en 1976. Los ingresos estadounidenses del 0,01% superior se han disparado casi un 600%, mientras el salario mínimo quedó fijo en $ 7, 25 por hora desde 2009.

Además, su deuda pública se aproxima a u$s 32 billones (casi un tercio del PBI mundial), lo que no lleva al país ni a pensar aplicar una recesión al estilo FMI para resolver, a pesar de que el Estado gasta casi u$s 1 billón por año en intereses.

El creciente déficit fiscal se potencia por la lógica de Milei de “bajar impuestos” a los ricos para incentivar la inversión privada “más eficiente que la pública”, lo que ha dejado cerca de 40% de estadounidenses en la pobreza, mientras que las inversiones productivas no llegaron. Al contrario, EE.UU. ha perdido gran parte de su industria.

La contracara es lo “social” que Milei desprecia, a diferencia de Keynes: un caso en promedio de asesinatos en masa cada 12 horas, nivel de suicidios récord, más de 40 millones de personas dependiendo de la asistencia alimentaria pública, tres de cada cuatro trabajadores sin poder llegar a fin de mes, estudiantes con deudas impagables, población sin cobertura médica mínima. Y la esperanza de vida de los pobres cayendo a una década menos que los más ricos.

Quizás estos datos resulten difíciles de creer. Pero son fáciles de encontrar en los medios de comunicación conocidos u organismos oficiales. Para peor, menos dramáticamente, se repiten en países europeos y Canadá, que también han aplicado estas políticas. Y hacerlo será también la decisión política de la sociedad argentina, no del “libre mercado”.

La tiranía de la deuda

Keynes decía que, con la lógica de libre mercado y la protección de ciertos derechos de los más ricos, la sociedad acabaría siendo su esclava sobre todo por medio de la tiranía de la deuda pública.

Curiosamente, lo que Milei llama “comunismo keynesiano” es cuando los datos muestran que mejor vivieron las poblaciones occidentales durante el capitalismo. Por eso, sería importante que Milei le diga a Keynes, en qué país y época se basa para denunciar a Keynes.

Quizás estudiando un poco consiga aprovechar una indagación de comportamiento que hacía Keynes: “Cuando los hechos cambian, cambio mi opinión. ¿Usted no lo hace?”

Por Andrés Ferrari Haines-El Cronista