La estela del caso $Libra no se apaga. El Gobierno abre otros frentes y multiplica su crisis. Un round en la Corte, el límite de Lijo y ¿una nueva mayoría? El apoyo de gobernadores a Kicillof. El efecto criollo de la pelea Trump-Zelenski.
El mundo Javier Milei se convirtió en una industria de escándalos. Todos los intentos, viscerales o hiperplanificados, para dejar atrás el caso $Libra terminaron en fracaso y sumaron nuevas capas a la crisis del ecosistema libertario. El sábado, el presidente apostó a retomar el centro del ring y volvió a tropezar: se combinaron una puesta en escena precaria en el Congreso y un episodio protagonizado por el asesor Santiago Caputo.
Desde mediados de enero, tras el discurso Davos donde vinculó la homosexualidad con la pedofilia, perdió el control con que el había cerrado su primer año de gobierno. La maquinaria oficial se quedó sin su probada eficacia. El escándalo $Libra nunca se apagó y cada intento por desactivarlo detonó algo nuevo: ocurrió con la entrevista “cruda” con Jonatan Viale y luego con el más reciente tuit contra Axel Kicillof.
La denuncia de Facundo Manes contra Caputo por amenazas y violencia operó en el mismo sentido. Ese suceso tiene una característica extra: Milei habló casi sin oposición, en un Congreso donde reinaban sus fans, y con un puñado de comentarios –y la exhibición de la Constitución como si fuese una Biblia ante un poseído–, el diputado radical logró desestabilizarlo. En solitario, Manes arruinó la fiesta libertaria. El presidente perdió de local en una cancha sin hinchada visitante.
A Milei no le alcanzó la embestida contra Axel Kicillof ni la matemática mágica que antes aplicó a la economía y extendió a la política –dijo que cumplió el 97% de sus promesas de campaña–. El show de La Libertad Avanza (LLA), a la que asistieron solo seis gobernadores y en la que Milei volvió a chocar con su vice, Victoria Villarruel, terminó mal. Caputo, el más perspicaz del triángulo de hierro y quien más claro tiene la hoja de ruta del poder, acumuló otro foul.
De decretos y cortesanos
El demiurgo libertario puede mostrar otras medallas. “Si Ariel quiere puede ir a presentar su renuncia a las 7 de la mañana y al mediodía le tomamos juramento”, dicen en la Corte. Tras la asunción exprés de Manuel García Mansilla como supremo, solo la –razonable– obstinación de Ariel Lijo por abandonar para siempre su despacho en Comodoro Py impidió que, a 100 horas de los decretazos, Javier Milei metiera un pleno en su operación de desembarco en la Corte Suprema y la hipótesis, todavía abierta, sobre una mayoría libertaria.
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Parecía una aventura inviable y se convirtió, en medio de la peor crisis política de los Milei por el caso $Libra, en una victoria. El presidente desplegó todo un arsenal político y comunicacional, pero no consiguió apagar el escándalo crypto. El supuesto tráfico de influencia que llegó a la tapa de The New York Times fue una bomba racimo en la cima del Gobierno porque es imposible pensar esas gestiones sin la intervención de Karina Milei, a quien el presidente considera su “vara moral”.
Solo a modo de interrogante: ¿el escándalo $Libra puede tener algo que ver con lo que contó, en septiembre pasado en el Vaticano, el papa Francisco sobre un pedido de coima de parte de un funcionario nacional a un empresario que quería hacer una inversión en Argentina? En una reunión con dirigentes sociales, el pontífice relató el hecho sin precisiones. No amplió, por ejemplo, los detalles sobre cuándo ocurrió.
“En el Gobierno no son muy inteligentes, pero van para adelante y nadie los frena”, tradujo con cierta decepción un operador que siguió en detalle la novela de la Corte. Más allá del ruido político, que hermanó al peronismo y al PRO, a Cristina Kirchner y Mauricio Macri, lo que parecía una maratón fue una carrera de 100 metros casi sin obstáculos. Al margen, sorprendió la velocidad con que los supremos, que preside Horacio Rosatti, trataron el expediente García Mansilla. “¿No iba a haber una lluvia de cautelares? Pasaron 48 horas de los decretos y no hubo ni una”, soplaron en tribunales.
El ring de la política (y de la Corte)
La tesis en la Justicia es que “la política” tuvo casi un año para voltear los pliegos de Lijo y García Mansilla, pero no lo hizo. El fuego va, por igual, para el peronismo y para la oposición selectiva que ejerce Macri y fue más estridente que eficaz respecto a Lijo. ¿Aplica el teorema Rosatti sobre no forzar a la Corte a resolver temas que debió ordenar la política? En parte: el peronismo no tiene número para actuar solo y no sabe o no puede lograr otros apoyos. Además, en estos meses la Casa Rosada instaló la idea de una negociación con el PJ –que incluso en un momento se dio por acordada– que pudo funcionar como carnada para evitar el rechazo de los pliegos.
La oposición dura de Unión por la Patria y la blanda de ciertos sectores de la UCR y los federales, además de la postura de Macri –que no es la postura del PRO– mira otro fenómeno: la estabilidad económica de un dólar quieto y una inflación menos estridente que hace un año parecen ser los elementos que hacen que a Milei se le perdone cualquier despropósito. Se pueden mirar, como aporte, tres informes. Sentimientos Públicos de Hernán Vanoli detectó que, si bien un 53% de los consultados creen que Milei fue “cómplice” en la estafa de $Libra, uno de cada cuatro admite que igual votará a La Libertad Avanza (LLA). Un relevamiento de Diarios Sobre Diarios (DsD) indica que de 11 encuestas sobre el caso, nueve reflejan que la mayoría de los consultados cree que se trató de una “estafa”, mientras que dos estudios sostienen que la mayoría entiende que fue “un error”.
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El dato se puede cruzar con un desagregado que tiene el último informe de ARESCO, de Federico Aurelio, y reparte en mitades el universo de apoyos a Milei, que ubica en el 54%. Un núcleo duro que ve una “mejora económica”, pero que además coincide ideológicamente con Milei. Esto proyecta un el piso “electoral” del orden de los 27 puntos –la consolidación de una identidad–. Pero más interesante es el resto, un apoyo blando y condicionado por la esperanza: son los que no ven la mejora económica y nos les gustan los modos de Milei, pero tienen esperanza, a partir de los fracasos anteriores.
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El tercer elemento vinculado aparece en la última medición de Isasi-Burdman que exploró las posturas sobre la economía de Milei. Con buenos niveles de apoyo general, se registra un gap similar al que plantea Aurelio: un 52% cree que el gobierno está en el rumbo correcto para la reactivación económica pero solo un 38% dice que siente “día a día” esa reactivación. Por eso, el escándalo crypto sobrevuela como un fantasma. Porque, sobre todo si avanzan las investigaciones en la Justicia de Estados Unidos, puede tener impacto en un mercado que en el último mes encendió varias alertas: el riesgo país que volvió a rozar los 800 puntos y varias semanas con bonos y acciones en rojo.
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El Fondo, otra vez como salvación
En Casa Rosada dan por hecho que está al caer el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y que, aunque puso como fecha fin de 2025, dicen que está mucho más cerca la salida del cepo. La fantasía presidencial es hacerlo antes de las elecciones de octubre. En su mensaje al Congreso, Milei anunció que enviará un proyecto para autorizar el arreglo con el Fondo. Es un giro: hasta hace unos días, el planteo era que recurriría a un decreto sin pasar por el Parlamento.
Varios interrogantes. ¿Ya hay un acuerdo, que conocen muy pocos integrantes del Gobierno que disponen de información privilegiada? Luis “Toto” Caputo parece, por momentos, expresar niveles de euforia que sugieren que la negociación está más que encaminada. Pero la expectativa va atada a la necesidad: la pérdida de dólares junto a la decisión de Milei de no devaluar vuelve cada vez más imprescindible un desembolso del FMI. Como los últimos dos presidentes, Mauricio Macri y Alberto Fernández, el libertario eleva un rezo al Fondo para que lo salve.
Una derivada geopolítica pone sobre la mesa otro factor: en medio de las tensiones entre Donald Trump y Europa por el conflicto con Rusia, el cambio de postura de Milei respecto a Ucrania puede tener un impacto en el directorio del FMI. Aunque este suele hacer lo que sugiere el Tesoro americano, hay una mayoría de votos europeos que pueden volcar la posición del organismo.
Como las blancas juegan, García Mansilla demostró alguna destreza. Apenas salió su decreto, llamó a cada vocalía de la Corte y se puso a disposición para hablar o acercar información. Le preguntaron si estaba en condiciones de jurar y dijo que en 15 minutos estaría en el palacio, a disposición. Avisó que estaría solo, sin familiares ni amigos. Tenía un apuro como si temiese que fuese una oportunidad efímera y frágil. Hasta el jueves, Lijo no había hecho algo similar, quizás porque sabe que para que se acelere su jura la precondición es, por ahora, que renuncie a su juzgado.
El flamante número cuatro de la Corte –sobre el que Noe Barral Grigera publicó un informe que hace una biopsia del pensamiento ultra– hay otro hilo rojo: tejió, en el pasado, un vínculo con Rosatti que hace teorizar a más de uno sobre cómo jugará García Mansilla en los equilibrios internos si, finalmente, Lijo ocupa la quinta butaca y se genera una matemática que, con Ricardo Lorenzetti en el centro, podría montar un 3 a 2 pro-Milei.
“García Mansilla fue el único que le hizo poner una toga a Horacio”, cuenta como picardía un pasillista de Tribunales que recuerda una actividad que compartieron, hace años, en la Universidad Austral, donde el nuevo cortesano fue decano. Se dicen más cosas sobre esa relación. Se bisbisea a partir de una afirmación que, en una instancia privadísima, habría hecho él número cuatro sobre con quién tiene más coincidencias conceptuales en la Corte. Spoiler negativo: no es con Lorenzetti, padrino de Lijo.
Sería ingenuo creer que esas palabras, si existieron, están blindadas. García Mansilla ha dicho y escrito otras cosas: en la audiencia en el Congreso aseguró que no aceptaría ser designado por decreto y, en su tesis de posgrado, consideró que “el sistema democrático de Argentina está condenado” si el presidente puede “eludir la oposición del Congreso a través de los DNU”.
La bruma perdura. Por decreto, García Mansilla y Lijo son cortesanos temporales porque sus cargos duran hasta noviembre próximo. En el Poder Judicial se agitó el planteo de que por su condición de temporales podría haber objeciones de litigantes respecto a la “seguridad jurídica” de fallos de una Corte que tiene integrantes transitorios. Como dijo José Mayans en la reunión del PJ: “Van a hacer lo que les diga Milei porque si los puso por decreto, los puede sacar por decreto”.
Movimientos desesperados
Cuando Javier Milei tuiteó, el viernes a las 7:02, que Axel Kicillof debía renunciar por la ola de inseguridad en la provincia y habló de una intervención, tenía por delante 17 horas para disponer, por decreto, una acción de ese tipo sobre los poderes bonaerenses. El mismo artículo, el 99, que invocó para designar en Comisión a Lijo y García Mansilla contempla, en su inciso 20, la intervención por decisión del Ejecutivo de una provincia, ad referéndum de que el Congreso apruebe o rechace la intervención. Como reza el refrán: ¿cómo escondés un elefante? En una manada de elefantes.
Al rato, desde Casa Rosada, le bajaron el tono. La operación de distracción sobre la investigación de The New York Times tuvo otro efecto: el ataque a la provincia logró un alineamiento entre sectores muy diversos de la política. Los gobernadores Maximiliano Pullaro de Santa Fe, Martín LLaryora de Córdoba, Ignacio Torres de Chubut y, entre otros, Alberto Weretilneck de Río Negro se comunicaron con Kicillof para darle su apoyo. Hubo, incluso, promesas de no apoyar un eventual proyecto de intervención.
“Todos los gobernadores con los que habló Axel creen que Milei no va a avanzar, que fue fuego de artificio para distraer por el tema $Libra”, dijeron en La Plata. El dato, que no debería sorprender pero sorprende, es que a los peronistas –entre los que estuvo el filolibertario Raúl Jalil (Catamarca)– se sumó el apoyo de gobernadores de otros espacios, algunos de los que construyeron un sigiloso vínculo con Kicillof, lo que no quiere que sea sólido ni duradero. Al final, el tuit de Milei sirvió no solo para volver a alinear –por un rato– a todas las tribus del peronismo, sino también para ampliar la red de respaldos frente a la embestida, siquiera virtual, de Milei.
No mucho más que eso: hasta el viernes no se retomó la conversación entre Kicillof y los Kirchner. Quizás porque sigue abierto el capítulo que los encontrará, más adelante, enfrentados: la eliminación de las PASO en la provincia que derivará, casi inevitablemente, en el desdoblamiento de las elecciones provinciales en la línea de CABA, Santa Fe, San Luis y Salta.
El crimen horrendo de Kim Gómez expuso todas las miserias. La secuencia de hechos violentos y de alto impacto redefine el debate en la provincia en un año electoral. El argumento estadístico, que según los propios números que difundió en estos meses Patricia Bullrich muestran una baja en los homicidios, no tiene eficacia frente a la tragedia. Quizá no sirve ni importa, pero el dato está ahí: en los últimos 10 años, desde el inicio de la gestión de María Eugenia Vidal, el índice de muertes violentas fue en descenso y en los 5 años de Kicillof estuvo entre los más bajos. Hay toda una teoría sobre la estadística de inseguridad. Delitos como robos, hurtos o agresiones no siempre se denuncian. Pero en dos ilícitos en particular no suele haber cifra negra: los homicidios y el robo de auto, en este caso por la intervención de las aseguradoras.
La violencia social, intrafamiliar o entre vecinos, expresa el 70% de los crímenes que se cometen anualmente en la provincia de Buenos Aires. Estos no se tratan de crímenes por delitos vinculados a la inseguridad.
Por Pablo Ibáñez Central