Javier Milei, Miguel Pichetto, Guillermo Moreno, Santiago Cúneo. Por Jorge Asís
La Internacional Nacionalista
Steve Bannon, con suerte relativa, supo impulsar la Internacional Nacionalista que, en efecto, fragmentariamente, ya existía.
Bannon facturaba la condición de jefe de campaña de Donald Trump, The Fire Dog.
Supo también inventar la pólvora con la consigna “Estados Unidos primero”.
Copia literal de “La France d’abord”, que Jean Marie Le Pen -el padre de Marine- utilizaba en los ‘80.
Pero Bannon creó El Movimiento. Fundación que se instaló en Bruselas para propagar, con infinitos dólares, el nacionalismo unificador.
En la cruzada se apropió del caudillo Victor Orban, de Hungría.
“Orban fue Trump antes que Trump», sostuvo.
Mientras tanto se preparaba para regar la movida nacionalista en la España de Santiago Abascal, de Vox.
Para diseñar en Italia, como héroe exclusivo, a Matteo Salvini, de la Liga del Norte.
Un tibio socialdemócrata si se compara a Salvini con la señora Giorgia Meloni, la Premier actual.
En América Latina, el nacionalismo de derecha, que inspira a Bannon, se agota en Brasil. Con el expresidente Jair Bolsonaro.
Para repetir e incentivar el fenómeno nacionalista en Argentina, Bannon ya dispone de un muestrario con diversos exponentes que no son presentados como marginales. Al contrario.
Podrían aproximarse, con lícitas divergencias, a su idea específica de nación.
Implica el fracaso de la desprestigiada “globalización”. Y el simultáneo retorno a la concepción que glorifica «la vuelta de las naciones”.
Milei, El C-Boy
En el muestrario, en primer lugar, Bannon se tienta con Javier Milei, El C-Boy (el león superior que vence solo a la manada de leones).
Es el último -y único- fenómeno que supo alterar el panorama signado por el aburrimiento. Milei es la parte más influyente del paisaje.
Milei preocupa a por lo menos tres de los cuatro que son.
Sabe que en el fondo Mauricio quisiera imitarlo. Pagaría por atreverse a hablar como él.
Pero las concepciones derechistas de Milei también despiertan cierta desconfianza en Bannon. Aterra el liberalismo extremo.
No obstante, el fracaso del sistema estimula la arrebatada pasión por impugnar.
El C-Boy representa la rebeldía y la disrupción que Steve espera. Para convocar y financiar. Mercado libre.
Para que Bannon apoye espiritualmente a Milei, haría falta un poco de nacionalismo en el discurso.
Pero toma nota que el C-Boy fue aplaudido de pie en Madrid, durante los festivales de Vox.
Pegado a la gloria de Abascal y entre miles de franquistas alborozados.
El Lepenito
Pese al peronismo originario y explícito, otra parte del paisaje, que se ajusta a las preferencias de Bannon, es representada por Miguel Pichetto, El Lepenito.
Es el peronista (no kirchnerista) que también reluce en el muestrario. Prefirió no arriesgarse al llano y saltó en garrocha como candidato a vice de Mauricio.
“Lo trajimos como peronista, pero se nos hizo más de derecha que nosotros”, confirma cierta dirigente decepcionada.
Para amagar, Pichetto también lanza la precandidatura presidencial en nombre del Peronismo Republicano.
Concentra una noble colección de «peronistas en desuso». En general son nostálgicos del menemismo transformador que mantienen una impetuosa lealtad hacia el nuevo líder.
Pichetto puede seducir a Bannon con la visión crítica de la «inmigración limítrofe». O de las «cuestiones de género».
O la permanente protesta ante las alucinaciones de los «pueblos originarios». Acaso imaginarios.
O las reacciones despiadadas hacia la patología del “pobrismo” (El Lepenito sugiere, incluso, sus intenciones de polemizar, modestamente, con el Papa).
El Penúltimo Peronista
En el muestrario de Bannon, de pronto, aparece también Guillermo Moreno, El Penúltimo Peronista.
Durante la gestión de Néstor Kirchner, El Furia, Moreno alcanzó la fama por las anécdotas disparatadas. Eran complementadas por su hermetismo.
Fue también funcionario de La Doctora hasta que irrumpió el academicismo de Axel, El Gótico. Y lo despacharon a Italia.
En 2016, ya fuera del presupuesto, Moreno decidió modificar el hábito del silencio para transformarse en el entrevistado más entretenido de las emisiones de televisión.
Los productores lo saben:
“Llamá a Moreno que te sube el rating”.
Seduce con sus sofismas. Con el permanente humor y la inteligencia para recrear un peronismo imaginario que todo lo resuelve.
Y que nada tiene que ver con el que hoy se trafica.
Pero Moreno es más admirado y escuchado que apoyado. Por su optimismo insistente impulsa el partido Principios y Valores. Hasta se lanzó para presidente desde un sindicato.
El Penúltimo Peronista es quien podría ilustrar a Bannon, mejor que nadie, sobre la “decadencia de la globalización”. O del “regreso de las naciones”.
Reproduce desde el peronismo mítico el «nacionalismo sano», despojado de xenofobias.
Pero con la segura pretensión de convertir, a Bannon, en otro creyente de la religión peronista.
Final con Cúneo
El muestrario para Bannon se cierra con Santiago Cúneo, El Nacionalista Malvinero.
Otro auténtico disruptivo que también lanza su precandidatura presidencial con otro partido extraño. El Laborista Confederal.
Desde su canal de YouTube, mientras toma mate rodeado de vírgenes, exhibe su proclamada “fe en Dios y en la patria”.
El Nacionalista Malvinero se caracteriza por la portación de un vocabulario plagado de significantes feroces.
Consta que el discurso de Cúneo suele ser indigerible para la discreta paquetería del consumo interno.
Pero se lo escucha, se lo comenta a escondidas. Con culpa.
No queda bien mencionar a Cúneo.
Los medios tradicionales tampoco le brindan la menor importancia. Los asusta. Los espanta.
Cometen el error de no tomarlo -siquiera culturalmente- en serio.
Pero Steve Bannon lo mantiene en el muestrario y merece descubrirlo.