La actriz presenta su nueva película y revela por qué decide constantemente salir de su lugar de confort. Elecciones y cultura.
Si vamos a hablar de Natalia Oreiro vayamos a lo que no se cuenta en Wikipedia. Los pequeños gestos,su manera relajada de charlar en tiempos donde el vértigo intenta reemplazar a la conversación, la fascinación con la que recuerda haber visto “La mujer del peluquero” en la Cinemateca Uruguaya siendo pequeña y la pasión con la que habla de “La mujer de la fila”, una conmovedora película de Benjamín Ávila que se estrenará el 4 de septiembre, basada en la historia real de Andrea Casamento, reconocida activista por los derechos humanos y fundadora de AciFaD, Asociación Civil de Familiares de Detenidos. Allí, Natalia interpreta a una madre de clase media que deberá pelear contra sus propios prejuicios cuando su hijo cae preso, descubriendo algunas formas impensadas del amor.
Y mientras comenta los enormes actores que son sus compañeros Amparo Noguera y Alberto Ammann o cómo la atravesó juntarse con las verdaderas madres de detenidos que forman parte de la película, su mirada se enciende como la primera vez que tuvo un guión entre las manos.
Noticias: Usted ya había interpretado a otra madre que vive una situación límite en “Infancia clandestina”, también dirigida por Benjamín Ávila, pero su personaje en “La mujer de la fila” tenía otras exigencias como filmar en la cárcel, ¿por qué le dijo sí?
Natalia Oreiro: Un poco te decís: “¿Por qué pudiendo hacer otras cosas igual te metés ahí?” (risas) La verdad es que yo creo en la transmutación de las situaciones. Entrar a la cárcel de Ezeiza, donde se filmó gran parte de la película, y estar en contacto con la energía que hay ahí es fuerte. Transformar eso no es cambiar una realidad, pero es entender que todos somos parte de alguna manera, escuchar a esas madres, mirarlas a los ojos, que sientan lo importantes que son, que formen parte de la película es mi rol también. Porque como intérprete estoy al servicio de contar historias que tengan un sentido.
Noticias: Parte de la sociedad tiene una mirada muy poco piadosa con las familias de los detenidos. ¿Ese prejuicio lleva a un gran “que se jodan”?
Oreiro: Tengo plena conciencia de cómo se juzga a los que están en las cárceles y a sus familiares, existe eso de: “A mí nunca me va a pasar”. ¿Qué sabés si no te va a pasar? Esta sociedad trabaja mucho para alimentar los prejuicios entre el adentro y el afuera, porque también cuando mi personaje llega a la visita, su hijo es el chetito y la mandan al fondo de la fila. Es muy interesante ver cómo se va construyendo una relación y a la vez destruyendo preconceptos a raíz de compartir el horror y también los momentos de alegría, como festejar un cumpleaños. Cuando iba a las reuniones de los martes en AciFaD muchas contaban que les habían matado a sus hijos dentro de la cárcel o que el pibe estaba preso por tercera vez y ella seguía yendo a verlo, algunas pierden los trabajos y hasta sus casas. También hay una gran culpa por dejar de lado a los otros hijos porque toda la atención va hacia el que está preso.
Noticias: Usted ha vivido mil vidas a lo largo de su carrera. Fue actriz de telenovelas, comediante, diva pop y también logró consolidarse haciendo drama. ¿Cuánto cuesta salir de las etiquetas?
Oreiro: Yo creo que lo que más cuesta es decidirnos a salir, realmente el límite nos lo ponemos nosotros. Lo conocido es un lugar cómodo porque el cambio nunca es aceptado, hacer algo que no es lo que el otro espera de vos no suele ser bienvenido, entonces le tenés miedo al rechazo o a quedarte sin trabajo. Eso nos pasa sobre todo a las mujeres y muchas veces nos terminan poniendo en lugar del estereotipo. Ahí tiene que jugar tu convicción, todo el tiempo me pregunto: “Che, ¿estás contenta con lo que estás haciendo?” o “¿Esto para qué?”. Así fue como en un momento dije: “No quiero cantar más, no es mi deseo convertirme en una cantante pop ni viajar por el mundo. Quiero ser actriz, hacer personajes dramáticos. ¡No me obliguen!” Y a eso lo llamé el precio de mi libertad. A mi me encanta hacer algo como “Campamento con mamá” porque tengo un hijo de esa edad, una comedia como “ReLoca” y también una película re chiquita que dirigió María Laura Berch y que se estrenó en el BAFICI llamada “Una noche sin mí” porque creo que somos de muchas maneras, no de una sola.
Noticias: Antes estaba este concepto de que algunos actores eran de cine y otros de televisión, ¿no?
Oreiro: Así es, yo arranqué en el Canal 9 de Gelly, imaginate, ¡ni siquiera existía el de Dorrego! (risas) Empecé en “Alta comedia” y en ese momento te decían: “¡No vayas a hacer una telenovela, eh!” Era “Alta comedia” y de ahí al teatro y al cine. Yo lo que siempre quise fue actuar, me daba igual dónde, tampoco creía que si eras cantante no podías ser una actriz “de verdad” porque el instrumento es el mismo, lo que cambian son las técnicas. Todo está en tus ganas de aprender, en el talento que puedas desarrollar y en dejar que te enseñen. Tuve grandes maestros en
Oreiro: A Susana Campos que me enseñó un montón en “Dulce Ana”, también a Lydia Lamaison, Arturo Maly, María Rosa Gallo...hasta con Darío Vittori llegué a trabajar. Me recagaban a pedos, ¡yo era un petardo, imaginate! (risas) Se lo pasaban hablándome y yo me daba cuenta de que no era buena actriz. Era chica, tenía mucha personalidad, pero sabía que me faltaba aprender mucho y le puse ganas. Fui descubriendo cómo manejarme, qué roles aceptar y cuáles dejar pasar, a no repetirme. Porque en esta profesión tenés que plantarte y saber decir: “Esto ya lo hice y no quiero volver ahí”. Todo eso me llevó mucho tiempo y una convicción profunda hasta que en un momento dejó de ser una novedad. Ahora la pregunta es cuándo voy a hacer teatro, ¡hoy me lo pasé contestando eso! (risas) No estoy preparada todavía para desarmar la rutina familiar, a mí me gusta estar con Ata los fines de semana y levantarme todos los días para llevarlo a la escuela.
Noticias: Esta película es dura, pero también está muy conectada con la vida, ¿la va a ver su hijo?
Oreiro: No. Ata solo vio “Campamento con mamá” porque me acompañó durante todo el rodaje. Para mí la infancia es un momento donde hay que tener mucho cuidado con lo que se ve, porque los chicos están en formación y los puede impactar mal. De hecho, a mi me cuesta un montón trabajar con niños actores, será porque yo arranqué a los 12 y no creo que sea un ambiente para niños. Es verdad que algunos tienen una vocación imparable, vos te das cuenta que lo tienen en la sangre y que van a seguir toda la vida en esto como pasó con Pablo Rago. Pero a mi hijo lo prefiero jugando, haciendo una pijamada y aprendiendo la letra solo de la obra de la escuela ( se ríe)
Noticias: En “La mujer de la fila” hay una escena en torno a la canción de Sandro “Al final la vida sigue igual”. ¿Cómo logramos que el cine argentino siga vivo?
Oreiro: Yo sé que estamos atravesando un momento muy difícil y quizás desde la comodidad de este sillón no se entienda, pero necesitamos que los nuevos realizadores encuentren la forma de poder hacer cine, es fundamental el cambio generacional de directores, de actores y de historias, aunque sea filmando con un teléfono. Deseo que en algún momento se logre volver a ese cine que tuvimos siempre, no lo estoy poniendo en un lugar de privilegio porque sé que hay otras cosas urgentes, pero la cultura de un país, su idiosincrasia, su propia historia, es lo que constituye a una Nación como tal. Y ese es el lenguaje del cine independiente, porque hoy solo pueden rodar los que tienen una plataforma detrás y somos siempre los mismos, estoy haciendo una crítica sobre algo en lo me incluyo. Está muy bien que haya muchos actores populares que la gente ha querido a lo largo de los años, pero también hay otro cine que nos ha representado en el mundo y que mueve la industria.
Noticias: Me parece que alguna gente se olvidó de que el cine es emoción, los billetes no te conmueven. ¿De qué manera recuperamos la sinfonía de un sentimiento, como diría Leonardo Favio?
Oreiro: Es que a algunos los conmueven los billetes, esa es la verdad. Yo creo que a nivel global estamos viviendo en un mundo muy duro e individualista y la gente tiene mucho miedo de perder lo poco que tiene, pero empatizar con el dolor del otro es algo que no podemos permitirnos perder. El cine y la música tienen el poder de conectar, ni podemos dejar de expresarnos ni perder la alegría, porque si los que tenemos más posibilidades nos salvamos solitos estamos perdidos. Viendo aquello que la inteligencia artificial cree que nos gusta dejamos de registrar lo distinto y realmente nos hacemos humanos solo en la diferencia. ¡Qué lindo volver a esa emoción que te hacía sentir el cine de Leonardo Favio, me hubiera encantado trabajar con él!
Por Marcela Soberano-Revista Noticias