El Gobierno de Benjamin Netanyahu, su sexta Administración tras 18 meses en la oposición, fue ratificado este 29 de diciembre por el Parlamento. El premier, 31 ministros y cinco viceministros juramentaron para sus cargos en una ceremonia en la Knéset, mientras miles protestan contra la nueva coalición. La ampliación de los asentamientos en territorios palestinos como prioridad en su agenda y las polémicas posturas en su gabinete sobre la comunidad LGBTIQ+ elevan la indignación.
Benjamin Netanyahu vuelve a encabezar el Gobierno de Israel, esta vez con la coalición más derechista en la historia del país.
Después de permanecer casi dos años en la oposición, el político se posesionó como nuevo primer ministro este 29 de diciembre; su sexto mandato desde que ocupó ese puesto por primera vez en 1996 y en el que ha permanecido de forma discontinua.
El premier, 31 ministros y cinco viceministros juramentaron para sus nuevos cargos inmediatamente después de que el Parlamento ratificara la nueva Administración mediante una votación en la que recibió el respaldo de 63 de los 120 miembros del Legislativo.
En el recinto se hizo sentir el rechazo de muchos contra el hombre que ha gobernado al territorio israelí por más tiempo.
“Escucho los gritos constantes de la oposición sobre el fin del país y la democracia (…) Miembros de la oposición, perder en las elecciones no es el fin de la democracia, esta es la esencia de la democracia”, afirmó Netanyahu después de subir al podio en el Parlamento minutos antes del juramento oficial.
Su discurso fue interrumpido de forma reiterada en medio de los abucheos de líderes opositores, que por momentos gritaron “débil”.
Pero las voces en contra no solo se elevaron dentro del Legislativo. Mientras procedía la ceremonia de posesión en la Knéset, frente a sus instalaciones miles de personas protestaron en rechazo a la coalición más conservadora que haya visto la nación; conformada por un partido religioso ultranacionalista de línea dura dominado por colonos de Cisjordania, dos partidos ultraortodoxos y el Likud, el partido nacionalista de Netanyahu.
Los activistas ondearon las banderas de Israel y de la comunidad LGBTIQ+, al tiempo que coreaban “no queremos fascistas en la Knéset”.
El rechazo ha aumentado tras las polémicas posturas de miembros del nuevo gabinete, especialmente luego de que el pasado 26 de diciembre se filtraran cláusulas de pactos del Gobierno contra esa parte de la población.
Una de las propuestas que causó mayor revuelo fue la de la diputada Orit Strok, que pidió permitir que los médicos se nieguen a atender a aquellos que “contravengan su fe religiosa”, en alusión al colectivo, lo que ha suscitado un intenso debate en el país.
Esos comentarios sumados a la postura ampliamente anti LGBTIQ+ de la coalición gobernante han generado temores entre la comunidad de que la nueva Administración revierta sus limitados derechos.
Sin embargo, el premier ha intentado disipar las preocupaciones con la promesa de que no afectaría sus libertades.
Lapid: “Trata de no arruinar nuestro país”
Yair Lapid, el primer ministro saliente que ahora volverá a asumir como líder de la oposición, no ocultó su desacuerdo por el regreso de Netanyahu al poder.
El expremier afirmó al Parlamento que entrega al nuevo Gobierno “un país en excelentes condiciones, con una economía fuerte, con mejores habilidades defensivas y una fuerte disuasión y con uno de los mejores clasificaciones internacionales de la historia”.
Posteriormente, Lapid abandonó la sesión sin estrechar la mano de su sucesor.
Temor por el controvertido plan de expandir los asentamientos judíos
Los Gobiernos anteriores de Netanyahu han sido firmes defensores de la expansión de asentamientos de Israel en Cisjordania y otros territorios que los palestinos reclaman como propios.
Se espera que ese tipo de acciones se amplíen y aceleren, ya que el líder del Likud ha dejado claro que ese asunto se encuentra en la primera línea de su agenda.
La nueva Administración publicó en su plataforma que “el pueblo judío tiene derechos exclusivos e indiscutibles” sobre la totalidad de Israel y los territorios palestinos y que avanzará en la construcción de asentamientos en Cisjordania ocupada.
Esa decisión incluye el compromiso de anexar todo el territorio, un paso que generaría una fuerte oposición internacional al destruir cualquier esperanza restante de un posible Estado palestino e independiente.
Además, añadiría combustible a las acusaciones de que Israel es un Estado de apartheid por su trato discriminatorio a la población palestina bajo su control mediante un “sistema de opresión y dominación”, como lo señalan diversas organizaciones de derechos humanos, entre ellas Amnistía Internacional.
Asimismo, los aliados políticos de Netanyahu presionan por cambios dramáticos que podrían alejar a grandes sectores de Israel, aumentar el riesgo de conflicto con los palestinos y enfrentar al Gobierno del país con algunos de sus aliados, incluidos Estados Unidos y la comunidad judía estadounidense.
De hecho, Washington, su socio histórico, ya advirtió contra eventuales medidas que socaven las esperanzas de un eventual Estado palestino.
Israel capturó Cisjordania en 1967 junto a la Franja de Gaza, de la que se retiró en 2005 pero mantiene bajo vigilancia, y el este de Jerusalén, territorio que los palestinos reclaman como la capital de un futuro Estado.
No obstante, Israel ha construido docenas de asentamientos judíos que albergan a unos 500.000 israelíes que viven junto a unos 2,5 millones de palestinos y frustran los planes de sus vecinos.
Netanyahu vuelve al poder en medio de investigaciones por corrupción
El polémico líder político vuelve al Ejecutivo tras ser destituido en 2021 después de cuatro elecciones estancadas por una coalición de ocho partidos.
Pero la coalición de centro que lo sustituyó y gobernó desde junio de 2021 se fragmentó, por lo que fue necesario convocar a elecciones anticipadas.
En los comicios, que tuvieron lugar el pasado 1 de noviembre, el Likud obtuvo el primer lugar, al conseguir 32 escaños. Sin embargo, de acuerdo con la legislación israelí, la coalición gobernante debe tener mayoría propia. Fue entonces cuando el movimiento político de Netanyahu se alió con las otras bancadas ubicadas en el ala más radical de la derecha.
Netanyahu retoma el Ejecutivo cuando aún se encuentra investigado por cargos de corrupción. Está acusado de cohecho, fraude y abuso de confianza en tres casos, pero no se vería obligado a dimitir hasta que exista una condena firme.
Por Yurany Arciniegas-France24 con Reuters, AP y medios locales