Misiones Para Todos

No olvidar las FORMAS. Todo castigo llega

Mucho cuidado con la tentación de olvidar las FORMAS sólo por creer que hay consenso sobre el FONDO

Sobre cuestiones políticas suele haber consensos sobre temas fundamentales. El rumbo. El funcionamiento del sistema. El FONDO se le llama. Los temas estructurales, al menos para una mayoría y para un ciclo o era.

Pero hay otro tipo de consenso sobre instrumentos particulares como, por ejemplo, la trayectoria y pasos para llegar al primer consenso. Las FORMAS. Los procedimientos. El estilo. Los modos de construcción del primer consenso. Las características de la convivencia política.

A pesar de que pueda sostenerse que el primer tipo de consenso es más importante para la supervivencia del sistema político, muchas veces el segundo se convierte en un elemento de acuerdo, ante la inestabilidad (o imposibilidad) del primero.

Pero quisiera plantear una alerta: mucho cuidado con la tentación de olvidar las FORMAS solo por creer que hay consenso sobre el FONDO. La ostentación de poder es una situación de un poder que se siente sobrado, que se percibe imbatible pero, sobre todo, impune.

De una u otra manera, también logran instalar momentáneamente (eso puede significar años por caso) una relativa aquiescencia o conformidad por parte de la sociedad que entiende a las FORMAS como algo en lo que cede en la espera y la expectativa del cumplimiento del FONDO. Algo así como una perfecta second best option, vale decir, lo menos malo en este momento y lugar.

Muchos sistemas políticos, en cuestión de FORMAS, toleraron el “roba pero hace”, “es autoritario pero hace”, “es extravagante pero hace”. Esas formas son una distracción de agenda. Son un rato. Son una transitoriedad. Son una espera al cumplimiento de otra cosa.

El poder, los gobiernos, son castigados cuando el FONDO -lo primero- no se logra, pero en igual proporción sobre lo segundo, las FORMAS, aun habiendo logrado lo primero. Ya ni hablar si las cosas de FONDO fallan, ahí las FORMAS aceleran el castigo.

Por Mario Riorda