El exministro de Cultura de Juntos Por el Cambio participó del Ciclo de Entrevistas organizado por estudiantes del Posgrado de Periodismo de Investigación de la Universidad del Sur de Buenos Aires (USBA). Por qué a la Argentina le irá mal si a Javier Milei le va bien.
Pablo Avelluto participó de una conferencia de prensa organizada por estudiantes del Posgrado de Periodismo de Investigación de la Universidad del Sur de Buenos Aires (USBA) y la Universidad del Salvador (USAL), en la que desarrolló su visión acerca del futuro del espacio político que integran Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. “No necesariamente marcha hacia su inexistencia, aunque sí creo que el PRO marcha a la irrelevancia”, destacó
El ex ministro de Cultura de Juntos por el Cambio también manifestó su preocupación por el gobierno de Javier Milei. “Mi percepción es que si a Milei le va bien, el país será más desigual, con menor acceso y calidad de los servicios públicos. Además, hay que considerar el costado autoritario, el deterioro y desprecio que Milei siente por las instituciones republicanas, la prensa, la libertad de expresión y la diversidad de ideas”, declaró Avelluto en el Ciclo de Entrevistas, coordinado por Rodrigo Lloret, director de Perfil Educación y vicerrector de USBA.
—¿Javier Milei es la expresión de lo que Mauricio Macri quiso hacer pero no se animó?
—No tengo una sola respuesta para esa pregunta. Uno podría pensar que si Macri quería hacer lo que está haciendo Milei, ¿por qué no lo hizo entre 2015 y 2016, cuando tenía la oportunidad? Creo que Milei puede ser visto como una explicación plausible de por qué a Macri le fue cómo le fue. No creo que Macri haya querido hacer lo mismo que Milei cuando fue presidente, pero es posible que ahora piense que Milei, al actuar como lo hace, le esté proporcionando a él y a muchos en el PRO una explicación que yo no comparto. Esta explicación se refiere a por qué no logramos los resultados propuestos en la campaña electoral de 2015. Después de 2019, hubo un debate interno en el PRO sobre por qué a Macri le fue cómo le fue durante su presidencia. Una interpretación es que no implementó una política de choque y fue gradualista, lo cual se percibe como una actitud tibia. Esta perspectiva ha calado hondo en los sectores vinculados a Patricia Bullrich y quienes apoyaron su proyecto presidencial, como una manera de justificar lo que Milei está haciendo, lo que algunos creen, y probablemente también Mauricio Macri, que nosotros no pudimos hacer.
—¿Es posible que Macri haya adoptado esa interpretación?
—Sus libros sugieren algo de eso. Sin embargo, no comparto esa visión porque soy orgullosamente gradualista, aunque hoy no esté de moda. Para mí, la forma de hacer cambios en la sociedad es poco a poco, a medida que se consigue el capital político necesario para impulsarlos.
—Los acercamientos de Macri y Patricia Bullrich a La Libertad Avanza, ¿lo alejan a usted del PRO?
—Ya no me siento parte del PRO debido a tres hechos puntuales. El primero ocurrió el domingo que Milei ganó las elecciones y dejó fuera a Patricia Bullrich del ballotage. El segundo hecho fue el martes siguiente, cuando publiqué una columna en El País titulada “El pactito feo”, refiriéndome al acuerdo político entre los hermanos Milei, Mauricio Macri y Patricia Bullrich, un apoyo irrestricto e incondicional que se mantiene hasta hoy. Durante la campaña, se decía que el PRO pondría límites a Milei en el Congreso, pero no ha sido así: han apoyado públicamente todo lo que el gobierno de Milei ha presentado. Desde el momento en que Mauricio y Patricia conocieron los resultados en el bunker y dijeron que de alguna manera había ganado el cambio, incorporando a Milei en la familia extendida del cambio, sentí que el PRO ya no me representaba. Esto ya lo venía sintiendo durante la campaña desafortunada de Patricia Bullrich, tanto en contenido como en resultado. La obsesión del PRO con el kirchnerismo y el antikirchnerismo, como se vio en el spot de la cárcel que mencionaba a Cristina Fernández de Kirchner y otro que decía: “Si no es todo, es nada”. Eso marcó el quiebre de mi relación afectiva con el partido.
—¿Sigue en contacto con sus ex compañeros del PRO?
—Sí, aunque ya no me sienta identificado con el PRO, sigo hablando con personas y tengo amigos dentro del partido. Sin embargo, siento que el PRO ya no es mi partido, especialmente después de la decisión de apoyar a Milei, que no compartí. Preferí manifestar mi desacuerdo apoyando el voto en blanco en las redes sociales.
—Mucho se habla sobre el destino del PRO en el contexto del gobierno de Milei. Porque si le va bien a Milei, el PRO va a ser un apéndice del espacio libertario. Pero si no le va bien al Gobierno, entonces el PRO queda identificado con ese posible fracaso. ¿El PRO podrá sobrevivir a Milei?
—En estos cuarenta años de democracia, he visto al Partido Intransigente convertirse en la tercera fuerza y extinguirse. También vi a la Unión de Centro Democrático (Ucedé) ser una tercera fuerza exitosa en los centros urbanos, con candidatos importantes a mediados de los ochenta y noventa, para luego desaparecer o convertirse en un sello. He presenciado muchas manifestaciones políticas, incluidas aquellas que han ido y vuelto, como el ARI y la Coalición Cívica. Vi al radicalismo ganar elecciones y luego obtener porcentajes marginales. Y al peronismo dividirse varias veces. No creo que marche hacia su inexistencia, pero sí creo que el PRO marcha hacia la irrelevancia. Esto es lo peor que le puede pasar a un partido político, porque si no tiene nada distinto que decir respecto a Milei, se convierte en redundante. El PRO no era esto. Esa es una discusión que he tenido con gente del partido. Nos preguntamos si siempre fuimos así y no lo sabíamos, o si en 2015-2016, cuando accedimos a la presidencia con Mauricio Macri, representábamos otros valores. Mi certeza es que el PRO representaba otros valores que se fueron desdibujando, como les ha pasado a tantos otros partidos a lo largo de la historia. El desarrollismo ganó elecciones y la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) se fue extinguiendo. Por lo tanto, nada está definido; el mejor ejemplo es el caso de Javier Milei. Si hace dos años alguien hubiera dicho que Milei podría ser presidente, habría sido considerado loco. Mi sensación es que el PRO se ha tornado irrelevante porque no ofrece algo distinto al electorado que lo que Milei expresa, incluso de un modo más genuino, más brutal y más cruel. Es como una copia poco interesante y poco original.
—Usted dijo hace un tiempo que quién apoye a Milei iba a quedar, de alguna manera, enchastrado. ¿Sigue pensando lo mismo sobre Macri?
—Sí, sigo pensando lo mismo. Cuando digo “enchastrado” quiero ser muy claro: no me refiero a cuestiones de corrupción ni nada parecido. Me refiero a quedar marcado por la experiencia de integrar y apoyar un gobierno de extrema derecha, cuyo resultado será catastrófico para Argentina, independientemente de si le va bien o mal. Esto no es nuevo en nuestra historia. Ya lo vivimos en los noventa y durante la dictadura militar, con la ilusión de reducir el gasto público. Recuerdo una campaña que nos taladraba la cabeza cuando iba a la escuela, en 1977-1978, que decía: “Achicar el Estado es agrandar la Nación”. Estas ideas no comenzaron a expresarse en ese momento, ya venían de antes. Las volví a escuchar en la época de Menem y durante el gobierno de Macri. Los resultados no han sido buenos.
—¿Qué es lo que más le preocupa del gobierno de Milei?
—Mi percepción es que si a Milei le va bien, el país será más desigual, con menor acceso y calidad de los servicios públicos. Además, hay que considerar el costado autoritario, el deterioro y desprecio que Milei siente por las instituciones republicanas, la prensa, la libertad de expresión y la diversidad de ideas. Está enfrascado en una megalomanía personal y en lo que se conoce como la batalla cultural. Al abrazar este ultraderechismo, que incluye ideas reaccionarias contra los gays, el divorcio y otras posturas retrógradas. No se trata solo de la frutillita del déficit fiscal, estás comprando todo ese paquete. Algunos lo harán porque les gusta, otros porque les conviene, otros porque mucha gente lo apoya. Pero también estaos los otros, que no lo compramos. Lo cual no nos hace ni mejores ni peores.
—¿Considera que se amplió la grieta sociopolítica en estos primeros seis meses Milei?
—No. Creo que el eje de la polarización se desplazó, que durante veinte años fue kirchnerismo/antikirchnerismo y si no eras kirchnerista debías ser antikirchnerista y viceversa. Eso llevó a la interrupción de relaciones familiares, de amistades y de trabajo. Esa grieta y esa polarización yo la encuentro obsoleta, porque el kirchnerismo no gobierna y quienes hemos estado enfrentando al kirchnerismo, como en mi caso, tampoco gobernamos. Eso permite una conversación y un diálogo con los kirchneristas y peronistas porque ya no hay esa necesidad tan tosca que te produce la política, que cuando sos oficialista, tenés que defender un combo con el cual no necesariamente estás de acuerdo con todo. Por otro lado, resurgen viejos fantasmas en Argentina, como la discusión entre democracia y autoritarismo, entre pluralismo y pensamiento único y el respeto por la opinión de los demás y la posibilidad de conversación. También se cuestionan la posibilidad de consenso y acuerdo y se muestra desprecio por el consenso y el Congreso. La polarización se está desplazando y ojalá no tenga el dramatismo de los últimos veinte años, donde la gente evitaba ponerse en pareja con alguien de ideas políticas diferentes o se enojaba si sus hijos tenían parejas con ideologías distintas. Esperemos que no se convierta en demostraciones de violencia más allá de las verbales, que ya son intolerables.
—Con Milei se corrió la polaridad. ¿Se ves dialogando con viejos antagonistas?
— Sí, de hecho, lo hago a menudo. Son encuentros muy productivos porque, en primer lugar, la perplejidad es compartida. En segundo lugar, descubrimos que había valores que compartíamos, y que pese a tantas peleas y combates, cuando la educación pública y las universidades se veían afectadas, nos sentimos todos interpelados. El pluralismo, la democracia y el derecho a la educación pública son valores fundamentales. Cuando estos están amenazados, nos damos cuenta de que otros también los valoran y el diálogo se vuelve muy posible. Esto no implica que nadie deje de pensar lo que piensa, sino que demuestra que lo que se encuentra en el acuerdo empieza a ser más interesante, transversal e intelectualmente relevante. Celebro lo que estamos haciendo con esta gente conocida, y no tan conocida, de la política. Ese descongelamiento es muy bueno para el sistema democrático, aunque es una lástima que hayamos tenido que esperar tanto para que ocurriera.
—¿Encuentra algún fenómeno que marque una diferencia entre este paradigma actual y otras ejemplos históricos?
—La gran diferencia con respecto a otros momentos históricos es que el Presidente promueve esta polarización. Sus seguidores insultan, maltratan y desprecian, manifestando odio a través de las redes sociales y él participa en ese ecosistema, lo cual es algo novedoso en Argentina. Creo que la polarización que conocemos hoy es irrelevante. Si tiene algo para enseñarnos, es que debemos cuidarnos de los extremos y los límites a los que puede llevarnos la polarización. Además, ha surgido una nueva polarización que comienza a tocar temas que ya no discutíamos: divorcio sí o no, trabajo infantil, educación sexual en las escuelas, o si la tierra es redonda o cuadrada. Estos temas son de una brutalidad y atraso que no aportan nada productivo. Entiendo que también son parte de la moda y el clima de época, por lo cual debemos acostumbrarnos a convivir con ello.
—¿Por qué cree que todavía se mantiene en alza la imagen de Milei, es por qué logró conquistar el sentido común?
—No, yo creo que no. Toda esta idea del debate del sentido común es una interpretación un tanto extraña de los intelectuales de extrema derecha sobre los escritos de Antonio Gramsci, quien escribía en contextos revolucionarios del Partido Comunista Italiano. Los ultraderechistas lo han leído de manera paranoica, en una interpretación absurda. No creo que, pese a los intentos de algunos, se pueda manipular la interpretación del sentido común. El éxito de Milei, como es tradicional en el populismo y está sucediendo en otros países, radica en encontrar el tono y el lenguaje de un momento histórico determinado. He hablado con gente que conoce a Milei y afirman que es igual en público que en privado. Creo que eso contrastó fuertemente con la política tradicional, percibida como alejada de la sociedad y elitista. Algunas de estas ideas, como el rechazo a los privilegios de los políticos, probablemente permanezcan en Argentina. Sin embargo, estos privilegios no han cambiado sustancialmente: no vemos ministros yendo a trabajar en subte ni al presidente dejando de viajar para recibir premios. Milei supo escuchar, interpretar, reproducir y amplificar ideas que ya existían en la sociedad. A través de estas ideas, logró convencer a muchos, como hacen todos los políticos.
—¿Cuál es su postura frente a las políticas en cuánto medios públicos y la cultura en estos momentos?
—Vivo consumiendo la BBC, PBS, el servicio de medios públicos británico y estadounidense. Y me suelo informar por una canal público de la Unión Europea, por mencionar algunos. En los países que a mí me gustan, pudieron construir medios públicos de extraordinaria calidad y no solo en el plan informativo sino también en el plano cultural. En la Argentina eso no se pudo hacer. Hubo excepciones de programas puntuales, pero no se pudo hacer. De la misma manera que no pudimos construir una agencia de noticias transparente. Y esto no se debe a un fracaso político, es un fracaso de la sociedad. Me tocó trabajar en sistemas públicos y yo quería poder tener esos medios que a mí me gustan para los argentinos, pero no lo pudimos hacer. Con respecto a la política cultural, cuando no ha sido mala ha sido inexistente. Recordaran todo el episodio con el fondo nacional de las artes, la cuestión del INCAA que está hoy paralizado. El problema es que para Milei, que considera que el Estado es una organización criminal que debe ser destruida, la solución a la política cultural del sector audiovisual es su destrucción o cierre. A Milei no le interesa la política cultural, siquiera ha puesto a funcionarios destacados o reconocidos en esas áreas. La política cultural del mileísmo es como todas sus políticas: inexistentes. Considera que no se debe tener políticas de género, culturales o políticas vinculadas a la educación sexual.
—Agradecemos su participación en este Ciclo de Entrevistas de estudiantes de la Universidad del Sur de Buenos Aires (USBA) y le damos la posibilidad de cerrar con un comentario final.
—Quiero agradecerles a todos por su interés. Mi título de grado es en Comunicación y, aunque no he sido un periodista consecuente, he trabajado de manera intermitente en este campo a lo largo de mi vida. Trabajando en la edición de libros, he colaborado con muchos de sus colegas y he estado cerca de su mundo. Además, he seguido muy de cerca el periodismo escrito desde mi juventud y he observado sus transformaciones. Dicho esto, considero que la calidad del periodismo ha decaído mucho en estos años. Les diría que no abandonen sus proyectos personales. Hoy en día, la posibilidad de que las grandes empresas periodísticas ofrezcan un trabajo digno es cada vez menor, debido a la rapidez con la que está cambiando el panorama. En este sentido, la construcción de proyectos, asociaciones y alianzas entre periodistas es uno de los caminos más interesantes. Como lector, les deseo mucho éxito y espero que se conviertan en grandes periodistas capaces de construir un nuevo sistema para el periodismo, porque realmente hace falta. Lo digo como consumidor y no como actor: extraño leer buenos artículos. Entre el periodismo de columna y el periodismo mal pagado, me parece que es muy difícil encontrar calidad hoy en día. Mi consejo es que sigan adelante, que el cielo es el límite. Esta época ofrece grandes oportunidades gracias a la tecnología y las redes sociales.
Marcos Pereyra y Alex Sosa
Estudiantes del Posgrado en Periodismo de Investigación
Universidad del Sur de Buenos Aires