Misiones Para Todos

Patricia contra Horacio

Se trata de una confrontación política mayor con escasos precedentes en la historia argentina reciente.

Si se pudiera dejar de lado la original interna del Frente de Todos, donde Alberto Fernández insiste en su reelección contra la opinión de sus socios, la propuesta de la comisión de insistencia para que Cristina Kirchner sea candidata y la tan particular irrupción de Daniel Scioli (“Soy el Daniel de siempre”), la interna del PRO tiene todas las características de una confrontación política mayor que encuentra escasos precedentes en la historia argentina reciente.

Patricia. Tanto Patricia Bullrich como Horacio Rodríguez Larreta tienen una larga trayectoria en la política nacional. Bullrich trajina desde los agitados 70, cuando era cercana a la Tendencia Revolucionaria, hasta su precandidatura actual. Larreta, desde sus inicios cómo técnico hasta sus dos gestiones en Ciudad de Buenos Aires.

Bullrich, en aquellos años de plomo, no pudo evitar estar unos meses presa, para luego exiliarse en Brasil. Su primer cargo de importancia fue como diputada nacional por CABA en 1993, en la única vez que el justicialismo ganó en la Ciudad. La lista la encabezaba Erman González y Bullrich fue tercera. A los dos años dio el portazo para fundar Unión por Todos y recalar en la Alianza, donde fue ministra de Trabajo. Desde ese momento se pueden recordar sus enfrentamientos con los sindicalistas, especialmente con Hugo Moyano. 

En 2003 Bullrich se aliaba a Ricardo López Murphy e iba de candidata a jefa de Gobierno: saldría cuarta con casi el 10% de los votos. La fórmula ganadora sería Ibarra-Telerman y la segunda, Macri-Rodríguez Larreta. En 2007 se asociaba a Elisa Carrió y encabezaba la lista de la CC. Fue una elección rarísima, y quizá prólogo de lo que puede ocurrir este año. La lista de Bullrich ganaba esa elección con el 15,3%; segundo, ¡el Partido Socialista! con el 14%; tercero, el PRO (ya con Macri como jefe de Gobierno) con apenas el 13,4%, y cuarto, el Frente para la Victoria, con el 12,7%. Finalmente, en 2015 acuerda con Mauricio Macri, que la nombra ministra de Seguridad, siendo protagonista de grandes polémicas sobre cómo encarar las políticas de seguridad en Argentina. Su fama de “halcón” ya no la abandonaría.

Horacio. Larreta, en 1993, funda el Grupo Sophia, que más tarde sería semillero de cuadros del PRO, mas su incursión en la función pública la haría ese año en el Ministerio de Economía, para ascender dos años después como gerente general de la Anses y en 1998 debutar como subsecretario de Políticas Sociales de Desarrollo Social con Ramón “Palito” Ortega. Con De la Rúa asumirá como interventor del PAMI, como parte de un triunvirato. La polémica reestructuración del organismo lo puso en los titulares de los diarios de la época. En 2001, con Rodríguez Saá, pasaría a dirigir la DGI y en 2003 se sumaría a Compromiso por el Cambio (luego el PRO). Dos años después, con Macri como alcalde, sería su jefe de Gabinete, allí se hizo su fama de “trabajador”, de la cual se ufana. En 2015, y luego de unas tensas PASO con Gabriela Michetti, sería el sucesor de Macri por dos períodos. 

Confrontaciones al PASO. Si algo une a Bullrich y Rodríguez Larreta, es haber pasado por el peronismo, pero las coincidencias se terminan allí. Hoy no solo compiten por la candidatura de JxC, sino que expresan dos miradas completamente opuestas. Bullrich, con el enfrentamiento al kirchnerismo; Larreta, con la idea de terminar con el odio e iniciar un camino de diálogo. Este, en su frío video de presentación de candidatura el miércoles último, planteó que “los únicos que se benefician con la grieta son los que la abrieron… los que la usen son unos estafadores”, ¿se refería a Cristina, pero también a Macri? También habló de las transformaciones que se necesitan, pero no dio detalles, más allá de los lugares comunes (educación, igualar para arriba, producción, etc.). Casi a la misma hora Bullrich tuiteaba que “no hay lugar para dialogar con quienes son parte del problema”, y más abajo –en directa alusión a su contrincante– “no hay lugar para respuestas tibias”. No podrían tener mayor divergencia en la percepción de lo que quiere la mayoría del electorado. 

Dos mundos. Bullrich apunta al electorado harto de la dirigencia política y de la política en general. Allí plantea capturar a buena parte del electorado joven, que hoy mira a Milei con curiosidad pero que evalúa que difícilmente sea electo presidente. También implícitamente busca capturar parte del voto peronista de nivel medio bajo asediado por la delincuencia, allí se hace fuerte por su experiencia y su discurso penetra con persuasión. En el tema seguridad, el “discurso halcón” encuentra su fluidez ya desde los tiempos de Juan Carlos Blumberg. La mayor debilidad, que es compartida con Rodríguez Larreta, es que los lineamientos de su programa económico son un misterio, por momentos pareciera que Bullrich estuviera cerca de Carlos Melconian, pero con el pase al larretismo de Waldo Wolff está cada vez más reacia a comentar cómo formaría su posible equipo de gobierno. 

Sin embargo, la sociedad espera respuestas sobre cómo los candidatos bajarían la inflación. Allí no alcanza con enunciados generalistas, y es donde Milei corre con ventaja, sus propuestas pueden sonar inalcanzables pero dice, por ejemplo, que va a eliminar ocho o diez ministerios; pocos candidatos son tan directos.

Des-unidos. Si las formas expresivas de Bullrich parecen tan cercanas a lo que piensa una parte importante del electorado de JxC, cuál es la estrategia de Larreta, ¿alcanza con plantear la soñada unidad nacional (del 70%)? En su breve alocución habla de que ya no alcanza con el carisma. Es cierto que ni él ni Bullrich tienen ese don, como lo podrían tener Milei o Cristina, pero tiene razón en que la sociedad argentina no quiere otro 2001, por eso durante el gobierno de Alberto Fernández casi no hubo movilizaciones ni propias ni ajenas, así como tampoco huelgas generales que sí sufrieron Cristina y Macri (ambos cinco paros). 

La apuesta a la moderación es arriesgada en un país que hoy demanda un gobierno potente y que no resiste la nebulosa de Macri o Fernández. Quizá la estrategia del equipo de Larreta apunte a capturar al votante clásico del radicalismo, así como a la gente de mayor edad, que ha visto mil crisis, y a una clase media reactiva al discurso duro. Sin dudas, el “mayor” porteño está convencido de que sus ideas son las mejores para sacar adelante al país, ahora tiene que convencer al resto. 

Por Carlos De Angelis – Perfil