Para hablar de economía, el Presidente apeló a la usual escatología oficialista.
Se ha producido un maravilloso laboratorio en la política y la sociedad con el conflicto universitario. Nos habla sobre una situación que hasta ahora no había sucedido, que es el Presidente reconociendo que se trataba de una “causa noble”. Más allá de que el oficialismo falló en calibrar la naturaleza distinta de este entrevero, también significa que “la gente votó esto” requiere ser muy cuidadoso con los matices.
Comparemos con el conflicto con las prepagas. Ambas situaciones afectan en mayor medida a la clase media. Pero en aquel caso se trata de un servicio esencial que fue dejado a la total libre contratación entre privados –prestadores y usuarios– y con “malos” expuestos ante la opinión pública, más allá de los datos técnicos que provocaron los aumentos descomunales. El Gobierno actuó con pragmatismo, tomó nota de que el tema influye en su base social (al menos del balotaje) y que se generaba una oportunidad política al pegar, exponer y generar una “autorregulación” (cualquier parecido con Néstor es pura casualidad). Como lo dijimos la semana pasada, “perdón Ludwig, con el mercado no alcanza”.
En el caso universitario, se trata de un servicio público (¿esencial?) en donde la prestación la da una parte del Estado que tiene carácter autónomo –no es el gobierno– que representa un factor simbólico potente de progreso social para amplios sectores, pero implica decidir una erogación del presupuesto nacional, y este es un elemento crítico. Cuando se trata de gastar toca la fibra más sensible de la obsesión del Presidente y su ministro de Economía. Este escenario es claramente muy distinto a otro donde los beneficiarios también implican un gasto estatal: los planes sociales. El cuestionamiento suma a estos a una amplia mayoría de la sociedad, ergo el Gobierno tiene más legitimidad para hacer y deshacer.
El sector que se movilizó lo hizo de manera espontánea en su mayoría, más allá de la sumatoria de organizaciones políticas, sociales y sindicales, que mayormente votó por el león en la segunda vuelta y que tiene capacidad de generar opinión en el conjunto de la sociedad. Con todos estos elementos, el Gobierno decidió bajar el volumen –reconoció la legitimidad del reclamo– y recogió el barrilete pidiendo iniciar una negociación con las universidades. Saludablemente sonaron las alarmas internas. Otra muestra más del giro al pragmatismo.
Por primera vez, el Gobierno perdió la iniciativa en la fijación de la agenda y tuvo que corregir sobre la marcha la línea discursiva, que había comenzado como usualmente: todos los que nos enfrentan forman parte de la casta y defienden “curros”. Parecía que la presencia o adhesión de personajes de imagen negativa le permitiría al Gobierno contaminar el reclamo y bajarle el precio. Pero no pudo (si no, no hubiera reculado). Para copar la agenda “jamoncito” hizo una cadena nacional el día previo –rodeado de cuatro guardias suizos– que no tuvo ningún impacto, entre otras cosas, porque más allá de la noticia del superávit financiero, no tiene en el corto plazo grandes novedades para comunicar.
Una lección para la oposición es que si se junta a) un tema simbólicamente sensible para b) parte del electorado filo- Milei, c) sobre un tema en donde no puede no jugar porque implica recursos estatales, y d) no hay mucho lugar para la acusación de casta, resultado: pueden ser situaciones que desgasten al Gobierno. Un error de este tipo puede no desgastar, pero la sumatoria de varios quizá abre una ventana de oportunidad. Pero Fara, si nadie de la oposición lo puede capitalizar… Sí, pero. Atención a que situaciones de este tipo no terminen alumbrando algún liderazgo que no está en los papeles, que también juegue de anti statu quo pero por izquierda. Así nació Gabriel Boric, actual presidente de Chile.
Otra lección del laboratorio universitario es que el protocolo antipiquetes no sirve cuando se mueven 150 mil personas de manera pacífica. Es una cuestión práctica: no se puede ordenar el tránsito de tanta gente al mismo tiempo, sino que desborden las veredas y ocupen grandes vías de tránsito. Varios especialistas lo habían advertido en diciembre pasado. Por otra parte, reprimir a la clase media universitaria no es lo mismo que Belliboni y la izquierda.
Mientras la comunidad universitaria se volcaba a las calles, el oficialismo está más cerca que nunca de llegar a un acuerdo para reeditar la ley ómnibus, fracasada en febrero. Podría sesionar la semana que viene eventualmente, siempre y cuando no haga una demás frente al arco (como a veces da la impresión). En esta oportunidad, si logra aprobarse en general, no debería tener problemas en el tratamiento en particular porque la negociación viene muy al detalle. Pero a veces el diablo tienta a los revolucionarios libertarios y les hace pensar que pueden subir la apuesta con el tema laboral. Por lo que se sabe, el “maestro” Pichetto y su staff hacen docencia continua para evitar un nuevo error político.
Los economistas “petardistas” –como Cavallo, Carlos Rodríguez o Melconian– le siguieron advirtiendo al Gobierno en esta última semana sobre el peligro de una nueva “tablita” con dólar retrasado respecto a la inflación. Por eso el FMI le volvió a decir que no prestará más dinero por ahora. Por eso Toto recurre a mantener el swap chino (¡de un país comunista!). Por eso la UIA muestra preocupación por la caída del sector (¿abril será peor que marzo?), la CAME expone cifras espantosas, y más sectores agroexportadores son poco optimistas sobre el futuro inmediato. EE.UU. apoya políticamente con muchos gestos (¿el jefe de Gabinete fue a la CIA a buscar apoyo para que el Fondo largue dólares?), pero sus buenas noticias económicas internas no le permiten bajar la tasa de interés en año electoral, lo cual no es bueno para la Argentina y los emergentes.
El Presidente se sintió como en casa en la cena de la Fundación Libertad, dando una nueva clase de economía, porque para él la macro crecerá como “pedo de buzo”. Escatología oficialista.
Por Carlos Fara