Hace casi 40 años Margarita Di Tullio ocupó las tapas de los diarios por matar a balazos a tres hombres que irrumpieron en su casa para cobrar una supuesta deuda. Gabriel Triviño, uno de sus hijos, dijo: “No fue una santa, pero tenía sus códigos”.
Las dos armas que llevaba en cartucheras a lo Far West cuando empezó su carrera delictiva en la década del ‘70 y una venganza en su contra en 1985 que terminó con los 3 atacantes muertos a balazos le valieron su apodo: “Pepita, la pistolera”.
Detrás de la leyenda estaba Margarita Di Tullio, conocida en la ciudad de Mar del Plata por regentear dos prostíbulos de la zona portuaria. Cuando murió de un derrame cerebral en 2009 tenía 61 años y su entierro fue tan atípico como lo había sido su vida. La despidieron con aplausos, champán y la música de Sandro sonando de fondo.
El paso del tiempo no hizo más que alimentar el mito. A tal punto, que la historia de Pepita llegará pronto a la pantalla grande de la mano de Luisana Lopilato y Lucía Puenzo. Sin embargo, tanto se dijo que por momentos la línea entre el personaje y la mujer se desdibujó.
“Yo sé que la película no va a reflejar toda la verdad”, afirmó en diálogo con TN Gabriel Triviño, uno de los hijos de Margarita Di Tullio. Con la misma convicción, subrayó: “Mi mamá no fue una santa, pero mató para defender a su familia. Cualquier persona hubiera hecho lo mismo que ella”.
Nace la leyenda
Margarita nació un 15 de junio de 1948. Hija de Antonio, un italiano que se ganaba la vida como taxista, y de “Kita”, un ama de casa tradicional, se fue del hogar familiar en plena adolescencia, se cree, para escapar de un matrimonio impuesto por su padre en un intento por controlar ese carácter fuerte y desobediente que ya había empezado a asomar.
“Fue una etapa de mucha rebeldía, le gustaba mucho salir”, afirmó Gabriel, hijo de Di Tullio, y especuló: “Se juntó con gente que no se tenía que juntar…estaría enamorada de algún delincuente”.
Lo cierto es que la noche del 11 de junio de 1969, con 20 años, Margarita Di Tullio fue detenida por primera vez, acusada de asaltar junto con su novio a parejas en la costa de la ciudad balnearia. Un fotógrafo de La Capital registró el momento de la detención y le reprochó que se cubriera la cara.
“No me tapo por vergüenza, sino porque cuando salga tendré que regresar a las copas y esta publicidad me va a quemar”, fue la respuesta de ella, según replicó el diario.
La “pistolera”
Margarita Di Tullio había nacido en el ‘48, pero “Pepita, la pistolera” nació la mañana del 20 de agosto de 1985, cuando tres hombres irrumpieron en su casa dispuestos a matarla por venganza y una supuesta deuda de 300 dólares.
Alejada de los robos, en esa época Margarita Di Tullio se dedicaba al negocio de la noche con sus boliches “Rumba” y “Neisis”y llevaba en pareja una década con Guillermo Schelling, con quien tuvo dos hijos varones y una hija adoptiva a la que llamaban “La Polaca”. Todos estaban en la casa cuando aparecieron los intrusos y ella no titubeó: sacó el revólver que guardaba bajo la almohada y empezó a disparar.
“Los tres quedaron tendidos en mi habitación, y yo creía que ya estaban muertos, pero uno de ellos se levantó con el arma en mano y me colocó el caño entre los ojos. Estaba tiritando y alcanzó a decir: ‘Me pusiste…’. Yo le agarré la mano que sostenía el arma, saqué el caño que apuntaba a mi frente y se lo coloqué en la suya. ¿Así que te puse? Ahora te mato. Entonces disparé y terminé con el último de ellos’’, contó casi 10 años después, sentada en la mesa de Mirtha Legrand.
Di tullio se refería a los hermanos Alejandro “El Tarta” y Roberto Losada, y Américo Córdoba, todos delincuentes con prontuario con los que, según los diarios, ella había tenido una sociedad. Sin embargo, el motivo que derivó en esa sangrienta secuencia nunca se pudo saber a ciencia cierta.
Unas 72 horas después de la matanza, al periodista Heberto Calabrese se le ocurrió llamar a Di Tullio “Pepita, La Pistolera”, por la canción mexicana que hizo conocida la cantante Ana María Cachito.
“Pues ya llego la fiera, Pepita La Pistolera (…) Ándele manito, qué quieren con eso matones, que las mujeres también matamos”, decía la canción. Y ese apodo la inmortalizó.
Legítima defensa
En 1986, Di Tullio fue condenada por los crímenes a 20 años de prisión y Schelling, su pareja, a 16 años de reclusión. Un año más tarde, sin embargo, la Justicia redujo la condena de ella a sólo 3 años por legítima defensa.
“Era una persona normal, tuvo mala suerte y quedó marcada para siempre”, dijo a TN Gabriel Triviño, su hijo, a 38 años de aquel episodio. En ese sentido, señaló que “cualquier persona hubiera querido defender a su familia como lo hizo ella”. “Fueron dos o tres segundos, un reflejo”, sostuvo, aunque aclaró después: “Claro que no a todo el mundo le sale bien”.
“Ella robaba, no mataba. Mirá si le gustaba la vida que tuvo cuatro hijos”, destacó Triviño.
El chivo expiatorio
La década de los ‘90 la encontró a Di Tullio en un escenario desconocido para ella. De pronto, se encontró pidiendo justicia por los asesinatos de cinco de sus “chicas” en manos del llamado “loco de la ruta”, un falso asesino serial inventado por la policía que sembró el terror entre las prostitutas de Mar del Plata.
En 1997, “Pepita la pistolera” volvió a ser noticia por convertirse en parte de una banda de “perejiles” detenidos por el crimen del fotógrafo de la revista Noticias, José Luis Cabezas. La metieron presa con pruebas falsas pero su rol de chivo expiatorio terminó tres meses más tarde, cuando la liberaron porque no pudieron probarle nada.
Una vez más volvió a hablarse de Di Tullio en enero de 2006, tras el célebre robo al Banco Río de Acassuso, aunque en esa oportunidad no fue por ella sino por su hermana, Alicia, a quien señalaron como la “delatora” de la banda del siglo.
El final
“Mi mamá era una persona generosa, ayudaba a la gente sin vanagloriarse de eso”, aseguró sobre Margarita Di Tullio su hijo Gabriel. “Cada vez que cocinaba hacía un poco de más, porque siempre venía gente a comer a casa”, añadió sobre el perfil menos conocido de la madre.
Cierto es que en esa época la prostitución no era cuestionada como ahora. Incluso Margarita se jactaba de “la libertad” que tenían las mujeres que trabajaban con ella y para ella. “Ninguna mujer está acá porque es obligada”, aseguraba. Y también se adjudicaba el rol de hacerlas respetar.
Justo cuando intentaba una nueva vida con uno de sus hijos en la provincia de San Juan fue cuando la encontró la fatalidad. Un fuerte dolor de cabeza repentino fue la señal de alarma, a la que le siguió la parálisis de todo el lado derecho de su cuerpo. Entonces la trasladaron de nuevo a Mar del Plata en avión, pero los médicos no pudieron salvarla. Murió dos meses después, a fines de septiembre de 2009, como consecuencia de un accidente cerebrovascular.
Para su hijo Gabriel: “Siempre fue una guerrera, pionera en lo que hacía y una luchadora”. “Yo sé lo que fue mi vieja conmigo, y con un montón de gente. No me importa el pensamiento de la gente que no la conoció. Nunca fue una santa, pero tenía sus códigos”, concluyó.
Por Luciana Soria Vildoza-TN