Misiones Para Todos

Peronismo en carne viva

La mayoría de los exfuncionarios que le respondían a Alberto Fernández durante su gobierno (y no a Cristina Kirchner) están convencidos de que el inicio del fin de esa gestión fue el día en que él decidió no aceptarles la renuncia que le habían presentado los ministros y secretarios cristinistas. Fue el 15 de septiembre de 2021, tras la derrota peronista en las elecciones de medio término.

Después de conocerse los resultados, Cristina publicó una dura carta contra Fernández en la que criticó la “política de ajuste” del presidente y le recordó que lo había designado para encabezar la fórmula, pero no hacía lo que ella le pedía.

Las renuncias de los cristinistas y la carta de la vicepresidenta castigaron a ese gobierno mucho más que la derrota legislativa.

Hoy, esos exalbertistas cuentan que por esas horas hubo una reunión en la Casa Rosada en la que todos, salvo una persona, coincidían en que se aceptaran las renuncias y se rompiera definitivamente con CFK y La Cámpora.

Relatan que el mismo Alberto estaba decidido a hacerlo hasta que escuchó la opinión en contra de su amiga y secretaria legal y técnica, Vilma Ibarra, quien le advirtió sobre el riesgo que corría la gobernabilidad. El resto se conoce: Fernández le dio la razón y los siguientes dos años continuaron siendo un infierno en el que la oposición interna por momentos era más cruenta y generaba más incertidumbre que la externa.

Crisis. Cuatro años después, el peronismo atraviesa una crisis similar que no comenzó el pasado 26 de octubre, pero que se profundizó tras la derrota. Esto, más allá de que los últimos resultados fueron mejores que los obtenidos por el justicialismo en 2021.

Esta vez, entre La Libertad Avanza y el PRO ya no alcanzaron el 47% que, sumados, habían conseguido en territorio bonaerense en 2021 (ahora tocaron el 41%). Y el Frente de Todos reunió seis puntos más que entonces, perdiendo por 29 mil votos. Mientras que, en los resultados nacionales, el peronismo mantuvo el mismo 35% que hace cuatro años y la alianza LLA+PRO pasó del 49% a algo más del 40%.

Es cierto que la caída de octubre golpeó especialmente al peronismo porque se produjo tras el contundente triunfo que había logrado en septiembre y con un mileísmo que venía herido, igual que la economía.

La derrota de octubre generó una ebullición en el peronismo. Disputas entre el cristinismo...

El peronismo está en carne viva y con un dilema similar al que en aquel septiembre atravesó a Alberto Fernández.

En estas semanas, la polémica se generalizó e incluso se escucharon los pedidos de renovación de intelectuales cercanos al peronismo, de conductores populares como Jorge Rial y Pedro Rosemblat y hasta de una abogada allegada a Cristina como Graciana Peñafort.

Romper con Cristina. Estas son las preguntas que más se repiten en público y en privado: ¿Llegó el momento en que Axel Kicillof y los dirigentes que ya no se sienten representados por Cristina deberían romper con ella? ¿Puede seguir considerándose el “partido del poder” uno que no consigue desarmar el estigma del “riesgo kuka” ni enfrentar con éxito a un outsider excéntrico y a una hermana sin experiencia política?

En medio de esos conciliábulos se volvió a reflotar el antecedente de Alberto. El expresidente sigue creyendo que haber rechazado aquellas renuncias fue lo mejor, porque de lo contrario la situación económica y social corría el riesgo de ser incontrolable.

Cada vez son más los que opinan lo contrario y sostienen que quien quisiera llegar al poder con el peronismo detrás no debería cometer el mismo error. Señalan que, si Alberto hubiera roto con su exjefa y con su hijo (colocándolos como parte de la oposición), habría mostrado un empoderamiento que no logró durante toda su gestión y hubiera abierto las puertas para la conformación de una nueva alianza de gobierno.

Quienes piensan así ahora parafrasean el célebre “que se rompa, pero que no se doble” del fundador del radicalismo, Leandro N. Alem, pero en el sentido de que el PJ debe romper con ella y La Cámpora, antes que seguir siendo flexible ante sus pedidos y objeciones.

El peronismo siempre sumó a su histórica base social de entre el 30% y el 35% de votos otro 10% o 15% de sectores medios e independientes que lo acompañaron en distintos gobiernos.

El peronismo rupturista plantea que ese porcentaje no volverá a ser seducido por un candidato vinculado a la expresidenta.

Para ellos, romper no es irse del partido, sino doblegarla, ganarle la centralidad que aún conserva.

“Caminos distintos”. Axel Kicillof no piensa igual. Coincide en que su camino y el de Cristina ya no son los mismos, pero no cree que para diferenciarse de ella sea necesario romper o vencerla. Lo que los peronistas no cristinistas llaman ruptura, para el kicillofismo son “dos caminos distintos”. “No hay que romper nada. Esa es una construcción por la negativa y nosotros estamos convencidos de que debemos seguir construyendo por la positiva”, sostiene uno de los incondicionales del gobernador.

Que es la posición que se vio durante los meses de campaña electoral: un no alineamiento con ella, pero esquivando las invitaciones a confrontar en público. Como ejemplo exitoso de esa táctica, indican las elecciones bonaerenses de septiembre. No las de octubre, dando a entender que las primeras fueron comandadas por el gobernador y en las segundas intervino el dedo directriz de Cristina.

La metáfora de los “caminos separados” implicaría no romper con Cristina (propiciando una futura solución para sus problemas judiciales), aunque sí con su liderazgo. En la práctica, sería replicar en los próximos dos años la fórmula de septiembre, pero a nivel país: la construcción de acuerdos territoriales (gobernadores, intendentes) y sectoriales (sindicatos, organizaciones sociales). Con alianzas que incluirían a gobernadores y dirigentes no peronistas, pasando de la problemática bonaerense a la nacional con tres temas centrales: macropolítica, defensa y relaciones internacionales.

Cualquiera sea la táctica que prevalezca, lo cierto es que el peronismo empieza a planear un futuro más allá del apellido Kirchner. El dilema por resolver es el mismo de los últimos años: cómo volver a convertirse en una alternativa de poder.

... los que quieren romper con la expresidenta y los que la aceptan, pero ya no como líder

Cristina sabe que ella no puede ni tampoco alguien que lleve su sello, pero piensa que, sin ella, el peronismo tampoco podrá. Los anticristinistas acuerdan en que ella no puede y creen que, con ella cerca, nadie podrá. Y Kicillof coincide en que ella no puede, pero cree que él sí y que es capaz de seducir al votante cristinista, al peronista clásico y a los independientes que no eligen una opción similar desde 2019.

Riesgo kuka vs. riesgo Milei. Para todos ellos, es un dilema de compleja resolución. Entre el desgaste de sus años de poder, la trágica convivencia de Cristina con un presidente peronista como Alberto Fernández y las causas de corrupción, no parece sencillo encontrar la fórmula para despejar el fantasma del “riesgo kuka” en ciertos sectores sociales.

Adicionalmente, si en 2027 la Argentina ya hubiera dejado atrás la recesión actual, si la inflación estuviera cercana a cero (pero no por la desaparición de la producción y el consumo, como ocurrió con la deflación de De la Rúa), si se confirmara que este es el “mejor gobierno de la historia” y si para ese momento Milei ya obtuvo el Nobel de Economía, entonces no habrá táctica que le vaya a alcanzar al peronismo o a cualquiera para volver a ganar. Porque no habrá una demanda social mayoritaria para ninguna otra oferta política.

Pero también es verdad que quizás el plan no marche de acuerdo a lo previsto.

En ese caso, es probable que el “riesgo kuka” quede empequeñecido frente al riesgo que significarían cuatro años más de un país conducido por los hermanos Javier y Karina Milei.

Por Gustavo González-Perfil