Frente a un escenario desolador, en donde los dos grandes frentes nacionales siguen demostrando una acentuada desconexión con la agenda de la gente, una nueva forma de hacer política se ha abierto paso y consolidado en Misiones. Sumergirse y conectarse con la realidad para interactuar en primera persona con la ciudadanía ha permitido desarrollar un modelo de gestión 365 que resuelve los problemas y defiende los intereses de los misioneros.
La gente se ha vuelto intolerante con la clase política producto de la disociación reinante entre los dirigentes con la realidad, dirigentes que no están demostrando capacidad para identificar cuáles son las verdaderas necesidades sociales y actuar en consecuencia.
La necesidad de ganar visibilidad política en el presente a cualquier precio y de manera rápida hace que un sector de la clase dirigente omita el diálogo político. Los nuevos tiempos están marcados por prácticas que degradan el intercambio público, coherente, constructivo y respetuoso.
En la nueva dinámica que impone “La Grieta”, que desde Buenos Aires amenaza con propagarse aún hasta la Argentina periférica y olvidada, no existen argumentos sino la idea de triunfar frente a los otros para humillar, ridiculizar y producirles desprestigio y vergüenza pública. Estas prácticas se dan en los bordes del espectro político que pueden silenciar el medio. Opera como una fuerza centrífuga que arrasa con el centro, el término medio, la moderación. La Grieta funciona así, no existe nada más allá de la lógica amigo/enemigo. Este fenómeno afecta los cimientos de la vida democrática porque no busca el consenso, sino el ridículo. Tampoco busca ideas o razones, sino risas cómplices y adhesiones, y no importa cuál sea el precio que se deba pagar.
El efecto de este nuevo escenario es devastador porque mantiene a las personas en cada extremo juntas, pero no las mueve hacia el consenso. Los discursos de odio buscan establecer barreras morales de lo aceptable, de lo legítimo, pero no para marcar la diferencia de manera positiva, sino para aplastar la identidad contraria y reducirla a la nada. El discurso político se vuelve en una expresión puramente autoritaria. Lo que duele a un sector llega a ser celebración para el otro, no importa si el hecho implica un perjuicio o afecta negativamente a la ciudadanía.
En democracia, las conversaciones civiles, el debate racional, se consideran una piedra angular. Como contrapartida, la incivilidad perjudica la participación de los ciudadanos en discusiones razonadas y aumenta la polarización política extrema.
En este complejo contexto la única verdad que importa es “mi” verdad. No se puede dejar de tener en cuenta que en el entramado social existen muchos públicos, cada uno con sus propios intereses, información, necesidades, preocupaciones y prioridades. En efecto, existen diferentes verdades. Es por ello que no se puede establecer cuál es la ubicación exacta de la verdad. En virtud de ello, la polarización en torno a los temas es “afectiva”. La periodista e investigadora Natalia Aruguete la define como “la distancia afectiva que declara los votantes de los distintos partidos al observar un mensaje político”. Como consecuencia, aquello que los enoja, los entusiasma o los entristece incide fuertemente en sus reacciones frente a los mensajes y da forma a nuestra interpretación de la realidad social.
Lo “anti” funciona mejor, es más efectivo. La otredad ya no interpela. El límite entre la libertad de expresión versus la libertad de agresión se vuelve borroso y confuso. Por ende, siempre algún derecho se ve afectado. En la política sin filtro, los discursos son más simples, con menos argumentos e ideas, incluso vacías de contenido.
La sociedad está pasando por una etapa de agobio, y gran parte de los actores políticos se encuentran atrapados en una burbuja en que no les permite ver la realidad más allá de las disputas por espacios de poder.
Esto debe cambiar necesariamente para superar la crisis y poner fin al divorcio de la política con la sociedad.
El mejor método para reconfigurar escenarios devolviéndole la esperanza a la gente y proyectando un rumbo claro que permita mirar el futuro con optimismo es la política inmersiva. Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de “política inmersiva”? La experiencia inmersiva está dada por la sumersión del dirigente político en cada uno de los ámbitos de la sociedad. Interactuar en primera persona con la gente tiene un valor incalculable en tiempos donde la actividad de gran parte de la dirigencia se resume a la producción de contenidos audiovisuales que, mediante la simulación, intenta demostrar el contacto cotidiano con la ciudadanía, creando así una falsa imagen que distorsiona la realidad y engaña a gran parte de la población.
Ese valor incalculable está dado por la posibilidad vivenciar a través de la experiencia el sentir social que permitirá potenciar el desarrollo de la empatía. No se puede entender la realidad sin conocerla, sin sentirla, sin experimentarla. ¿Es posible ponerse en el lugar del otro, sin saber lo que siente? Podemos decir categóricamente que no.
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Las viejas estructuras partidarias en la sociedad líquida
La dinámica de las sociedades actuales ha sucumbido las viejas estructuras de los grandes partidos tradicionales, que han pasado a ser esquemas obsoletos. La heterogeneidad dada en la conformación de las nuevas sociedades y la pluralidad de necesidades e intereses de los diferentes grupos que las integran han generado una gran crisis en los partidos políticos que no pudieron o no quisieron actualizar su doctrina. Lo cierto es que las personas ya no se mueven por ideologías, se mueven por causas. Y esto se debe en gran medida a la dinámica que ha impuesto la sociedad líquida. Los intereses, los problemas, las necesidades van cambiando. Los partidos tradicionales han demostrado su incapacidad de adecuarse a los nuevos tiempos, situación que creó una fractura entre una legitimidad de origen, que da los votos, y una legitimidad de ejercicio que otorga o retira la actuación diaria de aquellos que han sido elegidos para ocuparse de los asuntos concernientes a la ciudadanía.
Ante este escenario, se puede empezar a observar una especie de regeneración democrática que pone en relieve algo novedoso y que el politólogo italiano Angelo Panebianco señala como una fuente fundamental de conflicto en las sociedades actuales, nos referimos al clivaje establishment/antiestablishment, casta/anticasta que enfrenta a la vieja política con la nueva política. En este proceso de reordenamiento político los partidos tradicionales han perdido apoyo, lo que llevó a sus dirigentes a dedicar su tiempo a defender su escaño o su cargo, sus privilegios y sus cuotas de poder. Tal es así que se han transformado en una agencia de colocación manejada por verdaderas élites que no permiten la participación más allá de sus círculos cercanos.
Diametralmente opuesto es lo que sucede con los nuevos partidos, esos que han sabido interpretar los nuevos tiempos y ajustarse a las demandas de las sociedades actuales. Con un fuerte arraigo en lo local y con la principal premisa de “dar voz a la militancia”, han logrado la legitimidad de amplios sectores de la sociedad que no sólo se traduce en apoyo sino también en participación activa.
Misiones es el ejemplo más cabal. Recientes estudios realizados por un grupo de consultores de opinión pública en toda la provincia de Misiones revelan que 80% de los jóvenes que votarán por primera vez se sienten identificados con las políticas impulsadas el joven candidato a vice gobernador de la Renovación Neo Lucas Romero Spinelli y le darían su voto si las elecciones se realizaran ahora. Al momento de expresar los motivos, los jóvenes encuestados son coincidentes en considerarlo como “el único político que se dedicó en los últimos años a generar propuestas de interés para los jóvenes”, asociando su imagen directamente con el Polo Tic, la Escuela Robótica, las aulas maker y el descubrimiento de talentos a través del proyecto de Misiones Gamer.
De cara a las elecciones provinciales del 7 de mayo, el Frente Renovador de la Concordia luce una destacada solidez dada por la masiva participación de candidatos que se distribuirán en 507 listas en toda la provincia, en donde el elemento sobresaliente es que la mayoría nunca ha participado en política.
La concepción política del proyecto misionerista permitió abrir las puertas del espacio a una gran cantidad de personas independientes de los más variados ámbitos sociales movilizados por el deseo de mejorar sus comunidades con una participación activa.
En la vereda de la oposición, sin embargo, se evidencia una marcada tendencia a la desafección. La alianza conformada por la Unión Cívica Radical, el PRO y el partido de Ramón Puerta se encuentra inmersa en un caos descomunal arrastrado por la interna nacional. Esa desafección a la que hacemos referencia se ve materializada en la gran cantidad de sublemas del interior de la provincia que decidieron bajarse a raíz de los duros enfrentamientos internos y la falta de estrategia política por parte de los principales candidatos, con el diputado Martín Arjol a la cabeza, a quien acusan de desatender a los referentes y militantes del interior, y de la falta que poder de decisión ya que, según afirman, no hace nada sin antes consultar a Buenos Aires.
Puertas adentro del radicalismo misionero reconocen que “es la campaña más apática y más fría desde el retorno de la democracia”.
Una de las voces más críticas ha sido la del Dr. Osvaldo Navarro, referente junto con el diputado provincial (MC) Javier Mela de la línea interna llamada “Nuevo Radicalismo”. En una reciente entrevista televisiva, el médico hizo un balance sobre la última Convención Radical en donde se definieron candidaturas y manifestó: “Inexplicablemente nosotros nos quedamos afuera. Es una jugada muy poco inteligente, si es que querés ser gobernador. Ellos querían la mayoría absoluta, el poder absoluto. Quedó demostrado en la Convención”.
Estos dichos del dirigente radical desnudan la cruda realidad de la UCR misionera, no hay posibilidad alguna de crecer para un dirigente que no tiene padrino dentro del radicalismo.
El panorama es desolador, ya ha arrancado la campaña y desde la alianza opositora no se escuchan propuestas, ni hay un plan de gobierno a la vista de la sociedad. Los primeros lugares de las listas no hacen más que confirmar que se reparten lugares y cargos entre los mismos de siempre por afinidad, razón por la cual queda demostrado porqué Juntos por el Cambio ha sufrido una considerable fuga de dirigentes y desistimiento de varios sublemas en el interior de la provincia.
Por Nicolás Marchiori