Relanzamiento anímico de la epopeya libertaria.
Alegría por Victoria
Corresponde felicitar a Los Milei.
Javier, El Psiquiátrico, y la señora Karina, La Pastelera del Tarot.
Antes de partir hacia la kermesse italiana del G7 -y de dejar plantada como abedul en la república a la señora Canciller Diana Mondino, La Docta- Los Milei compartieron la primera alegría en los seis meses espeluznantes que arrastran de ausencia de gobierno.
Monotonía salpicada por cinco viajes placenteros. Inmortalizados con selfies magistrales con estadistas que tallan de verdad, como Trump, Macron, o el propio Papa.
Con los poderosos propietarios de las redes sociales. Mecanismo que instaló a Los Milei en la presidencia.
La primera alegría consistió en la aprobación (“en general”) de la Ley Bases. Suspenso de la Solemne Pajarera del Senado.
En las calles aledañas de la Pajarera, la señora ministra Patricia Bullrich, La Montonera del Bien, pudo lucirse con el objetivo relativamente noble de la represión protocolar. Gas pimienta para los incautos instrumentados que por ideologías emocionales se resistían, manifestaban pesares de protesta y masivamente ni un pepino tenían que ver con el terrorismo.
Transcurría el trueque de expresiones de quejas con palazos. Con los entusiastas del trotskismo violentamente mezclados con los “pérsicos” cinematográficamente incluidos.
Penal de VAR. Penúltimo minuto. Por reglamento, la señora vicepresidenta Victoria Villarruel, La Cayetana (por Álvarez de Toledo), perforó la red del empate 36 a 36. Para facilitar el “relanzamiento” anímico de la epopeya libertaria.
O para quebrar el “efecto Cobos”. Que prosperara la equiparación de la Ley Bases con aquella emblemática 125 de 2008. Pasó a la indiferencia de la historia merced al «no positivo» del vicepresidente Cobos, El Cleto.
En simultáneo, por obra de Guillermo Francos, El Gentleman, se les notificó a Los Milei otra noticia agradable. La extensión respiratoria del swap de China.
Para completarla, descendía el calvario de la inflación. La utopía volvía a tener sentido: aumentaban las acciones de las empresas de la patria y ascendía el precio de los bonos del quebranto nacional.
La suerte, de pronto, decidió acompañar a Los Milei. Interpretación optimista de la historia.
Los radicales se «peronizan»
Mientras Los Milei se consolidan fantasiosamente, otros vectores de la casta atraviesan situaciones penosas, casi lamentables.
Los radicales, sin ir más lejos, se «peronizan» con pasión.
Reciben influencias significativamente fragmentarias. Se nutren de los desgarros culturales del adversario.
Los preside Martín Lousteau, El Indemne, un escapado del opus “De profundis” de Oscar Wilde.
El Indemne es un opositor más tenaz que feroz de Los Milei.
Pero la posición fuertemente crítica de Lousteau no es acompañada por los radicales que debe, como presidente, conducir.
En el partido centenario abunda la incertidumbre. Los fragmentos se encuentran sólo verbalmente unificados.
Cuentan con gobernaciones relevantes. Maxi Pullaro en Santa Fe, Cornejo en Mendoza, el simpático paisano Sadir en Jujuy, la viril estampa de Vidal en Corrientes. Con centenares de mini gobernaciones denominadas vulgarmente intendencias.
Mantienen, aparte, al erudito candidato moral a la presidencia. Facundo Manes, Cisura de Rolando, refinado especialista en neurología de Harvard y habitué de las abdicaciones locales.
Manes cultiva el arte esporádicamente sublime de bajarse. Cuando corresponda.
En estado de recriminación, Manes se entrena desde la Pajarera de Diputados para ser presidenciable tal vez en 2027.
Para abdicar si vuelve a sentirse -otra vez- traicionado.
Desde El Providencial a El Psiquiátrico
Los radicales se emancipan de la maravillosa ficción de Juntos por el Cambio. Conglomerado conformado en 2015 con la Mutual PRO y la ya estancada Coalición Cívica. Alianza que existe apenas de modo virtual. En territorios donde gobierne algún cuadro de la casi extinguida coalición.
Sin saberse todavía para qué, el PRO es presidido de nuevo por su jefe político fundamental. Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, expresidente que tal vez tiene adquirido un número para la rifa de su exterminación.
Puede ser absorbido por el excesivo liberalismo argumental de los triunfantes Milei.
En todo caso, Los Milei prosiguen con la dinámica absorbente, impuesta en los 40 años de esta versión de la democracia.
En los ’80, el radical Raúl Alfonsín, El Providencial, absorbió al Partido Intransigente de don Oscar Alende, El Bisonte, hasta debilitarlo.
Con superior intensidad, en los ’90 el peronista Carlos Menem, El Emir, absorbió a los liberales clásicos de la UCD, Unión de Centro Democrático, que conducían Los Alsogaray.
Similar dinámica de absorción inspiró también al peronista Néstor Kirchner, El Furia.
Para captar, y a veces hasta corromper, a las respetables organizaciones de derechos humanos.
A nadie por lo tanto le sorprende a esta altura que Milei se disponga paulatinamente a absorber a los melancólicos obsoletos de la Mutual PRO.
Los Milei les comen despaciosamente la hacienda, mientras los desorientan y persisten reducidos entre los muros tristes del laberinto.
Final con La Doctora
De ser la competidora, Patricia pasó a convertirse en la ministra convencida de la superioridad cultural del libertarismo.
Y de ser instrumentada por Mauricio, para exterminar a Horacio Rodríguez Larreta, Geniol, sin escalas Patricia pasó a ser instrumento de Los Milei para fragilizar al Ángel que se siente, en efecto, exterminado.
Una víctima irreparable. Así la epopeya de Los Milei acaba terriblemente mal.
O cabe un riesgo peor: que el invento salga demasiado bien.
Entonces Mauricio emerge, a su pesar, como el afectado principal del Fenómeno Milei.
Con más legitimidad para perder que La Doctora.
Al cierre del despacho, La Doctora tampoco sabe por dónde entrarle a Los Milei.
Continuará