Todos los estadistas exitosos del país supuieron dar volantazos sin temor a haber sido incoherentes.
Lo dijimos en nuestra columna de la semana pasada: el Gobierno, de a ratos, parece querer transitar el camino del pragmatismo, pero a veces hace falso contacto. Esta semana que está concluyendo quizás haya sido una de las semanas más políticas de la administración Milei, a saber:
Primer acto: renuncia Belocopitt a la presidencia de su club dada la presión del Gobierno y el consiguiente empantanamiento del conflicto con las prepagas.
Segundo acto: el Gobierno obliga a las prepagas a retrotraer sus valores y denuncia cartelización.
Tercer acto: los Moyano ceden, estiran la paritaria a tres meses y quizá no hay paro de la CGT.
Cuarto acto: les aumenta el presupuesto a las universidades nacionales.
¿Cómo se llama la obra? “Lo siento Ludwig, con el mercado no alcanza” (como dice un prestigioso analista: “Si no saben quién es, gugleen”).
Es interesante que después de cuatro meses el Gobierno haya tomado nota de que la mano invisible del mercado no lo arregla todo, que con reglas de juego claras y austeridad no alcanza, al menos en la Argentina de 2024 y por un buen rato. Este no es partido de la Premier League inglesa: este va a ser un partido con mucha fricción, al estilo Copa Libertadores (¡no se olvide de Bilardo, Presidente!). Ya lo reconoció hace varios meses el Emir de Cumelén en un reportaje: “El relato es importante, no alcanza con el ejemplo”.
Es como si hubiésemos visto en acción al legendario Néstor con toda su brutalidad pragmática. A Toto Caputo solo le faltó decir: “Qué te pasa Belocopitt? ¿Estás nervioso?”. La polémica llevaba varias semanas, pero eso no llevaba a nada. Finalmente aparecieron la estrategia y la decisión política, seguidas de los hechos administrativos. El ciclo ahora está completo. El oficialismo se la agarró con un actor cuestionable, que no tiene suficiente poder para devolvérsela, y por lo tanto no paga costos. Lo más probable es que gane puntos por tres razones:
1) Fue una señal importante para el sector que más sufre con el tema: la clase media, fuerte sustento de su 56%.
2) Es un tema ultrasensible, mucho más en esta coyuntura económica: señal de que escucha.
3) Toma una decisión a contramano de su filosofía: no se ata a nada, hace lo que cree que les conviene a él y a su target.
Alguien se preguntará sobre si esto no le trae un costo por incoherencia ideológica. ¿Acaso la gente no votó un programa pro mercado? Como ya lo comentamos en esta columna en más de una oportunidad, la mayoría votó una expectativa para salir de la inflación y la debacle, no una fórmula ideológica. Si el Gobierno tomó nota profunda de eso, se le puede allanar el camino en muchos aspectos. Mucha militancia cambiemita se la pasó posteando durante mucho tiempo el eslogan “coherencia por favor”. El problema es que Juntos salió tercero porque su relato no sintonizó con la mayoría.
En grupos focales de hace un par de semanas vimos que el propio público que aprueba la gestión –los “elijo creer”– empezaban a quejarse de los excesos de aumentos de las empresas y pedían alguna medida que les pusiera freno. Más de uno pidió volver a los Precios Cuidados. ¿Apoyos a Milei pidiendo intervención del Estado en los precios? Sí, porque lo importante son los resultados. Si el Presidente lo hace con más estatismo o con más librecambismo, no es un tema. De modo que, si hace falta poner pierna fuerte, la mayoría social avalará.
Si queremos seguir con la lista de buenas noticias para “jamoncito”, debemos mencionar la actitud de la Corte Suprema respecto de los cuestionamientos al DNU. En la práctica fueron dos rechazos técnicos, nada de fondo. Algo así como “ni muy muy, ni tan tan”, que la política haga su trabajo y luego veremos. El libertario, en sus excesos, a veces “no la ve” que el tribunal más importante le está dando una mano al no hacer nada.
Eso no significa que le haya salido todo de perlas, porque hay factores derivados de problemas previos al “brote de pragmatismo” al que aludimos. Por ejemplo, al affaire Pagano en la comisión de juicio político se le agregó que Marra volvió a presidir el bloque de legisladores de la CABA, a contramano del parecer de la hermana Karina. Está claro que la matriz de origen traerá permanentes dolores de cabeza en este sentido, los cuales pueden incrementar la gravedad de ciertos sucesos cuando se avecine alguna crisis mayúscula (por ejemplo, si el Gobierno se ve obligado a devaluar si no corrige el crawling peg como le está pidiendo Cavallo sistemáticamente, entre otros). Un dato escondido positivo en el índice de inflación de marzo es el mayorista. El 5,4% permite avizorar que efectivamente en abril podrá haber un solo dígito, lo cual despertará una orgía oficialista. Pero… los indicadores de actividad económica apuntan a pensar que la caída no tocó el piso, con todo lo que eso implica en términos de desocupación, pobreza y mal humor. Por eso, varios creen que los pronósticos del FMI respecto de la Argentina fueron “a little help from my friends”. Hablando de datos escondidos, la caída de patentamientos de maquinaria agrícola, por ejemplo, habla de cierta desconfianza del sector con el programa de Milei (¿acaso en algún momento próximo el campo mostrará un fastidio sustantivo?).
Para cerrar, recuérdese que a Milei lo favorecen dos factores: 1) una sociedad que apostó al riesgo por lo desconocido luego del fracaso de los representantes del statu quo, y por eso tendrá más paciencia de la imaginada, y 2) la ausencia de liderazgos opositores sólidos, con la consecuente falta de alternativas programáticas. Respecto de este segundo aspecto, la “rebelión en la granja” que se empezó a visualizar esta semana en la ¿ex? Unión por la Patria, indica la punta del iceberg de un deterioro estructural, que hemos analizado muchas veces.
Cuando se habla de estadistas exitosos en la Argentina –gusten o no los nombres–, se habla de líderes muy pragmáticos: Roca, Perón, Frondizi, Menem, por ejemplo. Todos pegaron un volantazo sin que se les moviera un pelo y poco importó que hayan sido profundos incoherentes.
Por Carlos Fara
Javier Milei, Ludwig von Mises y Ron Paul