El diputado provincial de la Pyme Activar escapó y se llevó su silencio ante los aberrantes crímenes que le son imputados y la credibilidad de una oposición tibia que votó por su desafuero más por supervivencia que por convicción. El operativo despegue de Pedro Puerta.
Prófugo. Así es como ahora se describe el estatus del diputado provincial Germán Kiczka, del partido Activar, después de que la Cámara de Representantes de Misiones votara unánimemente por su desafuero. Kiczka, acusado de posesión de más de 600 imágenes pornográficas de menores de edad y de material de zoofilia, enfrenta cargos que no solo mancillan su nombre, sino que también ponen en riesgo la credibilidad del sistema político misionero.
El impacto de las acusaciones no puede subestimarse. Kiczka, como legislador, tenía la responsabilidad de representar los intereses del pueblo y velar por el bien común. Sin embargo, el delito del que se le acusa socava la confianza pública y erosiona el capital más importante de cualquier dirigente político: su credibilidad. La gravedad del caso terminó por convertir a Kiczka en una figura símbolo de la decadencia moral y política. Y su fuga solo agrava esta percepción.
A pesar de que Kiczka intentó defenderse en una entrevista en el canal de su amigo y jefe político, Pedro Puerta, su ausencia en la sesión legislativa que definiría su futuro fue notable.
“Quien nada debe, nada teme”, dice el dicho, y la ausencia de Kiczka, lejos de exonerarlo, lo condena ante la opinión pública. Su decisión de no enfrentar las acusaciones directamente es un acto de cobardía y una admisión tácita de culpabilidad, aunque en términos legales siguesiendo inocente hasta que se demuestre lo contrario.
La sesión legislativa también sirvió para exponer la fragilidad de la alianza opositora en Misiones, donde tanto Activar como sus socios de la Unión Cívica Radical (UCR) y el PRO se vieron obligados a votar a favor del desafuero de Kiczka. Este apoyo tardío a la moción del Frente Renovador no fue tanto un acto de justicia como una maniobra de supervivencia política. Tras la sesión, Pedro Puerta, salió rápidamente a distanciarse del ahora prófugo, mostrando “bronca e indignación” por las acciones atribuidas a su antiguo aliado.
Sin embargo, las palabras de Puerta sonaron huecas. Aunque intentó presentarse como un defensor de la justicia, la cercanía entre él y Kiczka es ampliamente conocida. Puerta intentó minimizar su relación con el diputado, alegando que solo los unía una relación “comercial y política”. Esta excusa, sin embargo, parece insuficiente para desligarse de un escándalo que ya ensombreció su liderazgo y puso en duda su capacidad de reacción.
El caso de Germán Kiczka no solo es un episodio trágico en la historia política de Misiones, sino también un reflejo de las profundas fallas en la dirigencia opositora de la provincia. La incapacidad de Pedro Puerta para manejar adecuadamente esta crisis reveló su falta de liderazgo y puso peligro no solo su carrera, sino también la credibilidad de su partido y de la oposición en su conjunto. Mientras Kiczka sigue siendo un prófugo, la oposición se enfrenta a
una crisis de confianza que podría tener repercusiones mucho más allá de este caso particular.
Por Sergio Fernández