El batacazo de La Libertad Avanza tiene connotaciones revolucionarias para el sistema de partidos, la política territorial y el clima de ideas de la democracia. Sin decir ni una palabra sobre federalismo o porteñismo Javier Milei arrasó en 16 de las 24 provincias y se vuelve el nuevo centro de la política argentina. Puso en jaque a las dos fuerzas mainstream del país: desplaza a Juntos por el Cambio de su rol de antagonista y provoca un nuevo piso histórico del voto peronista. Sin embargo, escribe Julio Burdman, los resultados de las elecciones pueden ser una oportunidad para Unión por la Patria.
Las primarias presidenciales del 13 de agosto confirmaron el escenario de tres tercios vaticinado por Cristina Kirchner meses atrás, pero tuvo todos los ingredientes de un batacazo electoral: Javier Milei superó las expectativas, incluso las suyas. El triunfo de La Libertad Avanza tiene connotaciones revolucionarias para el sistema de partidos, la política territorial y el clima de ideas de la democracia argentina. ¿Giro a la derecha, transformación de los ejes de la discusión pública nacional o señal de hartazgo? El resultado fue un shock para Juntos por el Cambio, la coalición opositora que se percibía como ganadora segura de las elecciones de este año y que ahora se ve desplazada en su rol de antagonista por una fuerza nueva que no solo se opone al gobierno, sino también a la política argentina en su conjunto. Para Unión por la Patria, la elección fue una confirmación de sus principales temores: el peronismo quedó muy por debajo de su media histórica y en un virtual tercer lugar. Esto, por más que fuera previsible dado el malestar general con el gobierno y la economía, no deja de ser estremecedor: se penetró un nuevo piso histórico del “voto peronista”.
Con todas las incertidumbres que nos separan de octubre ante una aritmética tan dividida, para Massa el resultado también es una oportunidad: puede polarizar la elección en un eventual balotaje contra Milei, mientras que sus posibilidades son más exiguas contra Bullrich, ya que se presume que en tal escenario JxC capturaría la mayoría de los votos libertarios, algo que no es seguro que funcione igual a la inversa.
La Revolución Milei (I): las ideas
Javier Milei produjo una revolución electoral en Argentina. Nunca había ocurrido nada igual. El recién nacido mileísmo, un movimiento político popular que propone una revisión de los principales conceptos del ciclo democrático iniciado hace 40 años, y que compitió por primera vez a nivel nacional, fue el frente más votado de las PASO presidenciales. Ganó una fuerza revisionista que propone cambiar drásticamente casi todo lo relativo al rol del estado en la economía, y que extiende su ánimo revisor al modelo político radical-peronista, a la interpretación de la historia consensuada en 1983, al alcance de los servicios públicos que brinda el estado —y no solo a su administración— y el progresismo cultural dominante en la última década. Esta combinación de protesta económica, política, social y cultural es algo tan nuevo y profundo que necesariamente llegó para quedarse. Suba o baje en las próximas elecciones, sea él u otro quien la conduzca, Milei ya cambió todos los ejes de la discusión política en la Argentina.
La profundidad de la novedad se explica por forma y por contenido. En materia de forma, La Libertad Avanza no es una fuerza surgida de otra, como el Frente Renovador de Sergio Massa o la Coalición Cívica de Elisa Carrió. Estos casos, y tantos otros similares, introducen cambios parciales en un sistema partidario: un sector de dirigentes y votantes se decepciona de su partido, se va del mismo y funda uno nuevo con el objetivo de reemplazarlo, en general para representar más fielmente sus objetivos. Pero estas fuerzas surgidas de otras siempre tienen abierta la posibilidad de volver a la casa de mamá. Milei, en cambio, es alguien nuevo que creó algo nuevo, con gente totalmente nueva, que no tenía hogar, y que rompe con todo lo preexistente. Y, para colmo, formó un electorado nuevo sacando votos de todas partes. Le saca a Juntos por el Cambio, al justicialismo en todas sus expresiones e incluso a la izquierda marxista. El movimiento mileísta, al ritmo de sus consignas anticasta, ya no tiene a dónde regresar. Es una criatura con vida propia que ya camina sola.
El liderazgo de Milei es profundamente normativo e ideológico, se opone de manera radical a los discursos dominantes y lo expresa claramente en toda ocasión. Milei no se hace famoso con consignas banales de cambio, buena gestión u honestidad: llega con un bagaje de ideas filosóficas, doctrinas y quiebres. Viene a plantear nuevas divisiones en la escena política. Mucho más nítidas, de hecho, que la “grieta” de baja distancia ideológica de los últimos 15 años. Hay quienes minimizan eso y se agarran de la creencia de que Milei es sólo frustración, bronca, pelo revuelto y novedad pasajera. ¿Cómo se explica, entonces, que toda la política argentina esté discutiendo alrededor de las propuestas de Milei?
El proyecto inicial del Milei, cuando éste emerge como comentarista en diferentes programas de televisión, era parecido al de Domingo Cavallo, Ricardo López Murphy o Roberto Lavagna. Economistas devenidos en políticos cuyos proyectos de poder consistían en realizar una crítica profunda a la política económica argentina, pero dentro del marco establecido por nuestra democracia bipartidista, actuando dentro de los partidos tradicionales y con políticos más o menos convencionales a su alrededor. Para estos economistas tecnocráticos, la política era una variable ruidosa que debía ser controlada o minimizada para que no interfiera en su gestión técnica y la inserción en estos partidos era un modo de ejercer su rol. Milei, a diferencia de ellos, decidió ir por la suya y entendió que necesitaba una narrativa política propia para transformar la economía. En su búsqueda mezcló libertarianismo, economía austríaca, sentimiento antipolítica y neoconservadurismo cultural, y creó un producto nuevo, al menos para la Argentina. Así fue como, en lugar de ser otro tecnócrata, Milei se convirtió en un economista político y moral. Sus propuestas, más que técnicamente correctas, son “moralmente superiores”.
Una fuerza nueva, basada en un liderazgo carismático, que viene a revisarlo todo y propone nuevos debates ideológicos, que desplaza de su eje a la grieta K-antiK y se enfrentó al sistema de medios, ahora es el centro de la política argentina. Sí, Milei es central porque su movimiento político tiene las condiciones para seguir creciendo en votos de acá hasta el mes de octubre, cuando se realicen las elecciones generales. Milei es la novedad, cuenta con el privilegio del efecto ganador, y se diferencia de los otros dos candidatos principales, Sergio Massa y Patricia Bullrich, que ya tienen consolidado sus votos por espacio. Massa y Bullrich ahora tienen el desafío de sumar a los votos de sus respectivos perdedores internos, Grabois y Larreta, mientras que Milei tiene dos meses para seguir convenciendo a votantes en blanco, abstencionistas y desencantados de que él es la vía que los representa.
La Revolución Milei (II): el territorio
La otra cara de la Revolución Milei es territorial. En la Capital —distrito por el que es diputado— y en la provincia de Buenos Aires estuvo bastante por debajo de su resultado nacional. Y arrasó en 16 de las 24 provincias. Sus mejores resultados los obtuvo en Salta, San Luis, Mendoza, Jujuy, Neuquén, Chubut, Río Negro y Córdoba. Asimismo, la Libertad Avanza fue la gran ganadora en los resultados desagregados por departamento. En ese mapa, el color violeta del mileísmo es aplastante; casi recuerda al mapa preferido de Trump, que se imponía en la gran mayoría de los condados, pero fue derrotado por Biden gracias al dominio demócrata en las grandes ciudades, aún cuando estas representan solo un pequeño puñado de puntos azules en la cartografía electoral estadounidense.
¿Cuál es, entonces, la primera lectura geográfico-política del triunfo de Milei en la Argentina periférica? En tiempos de la “grieta” kirchnerismo-macrismo, se hacía una lectura socioeconómica del mapa. Territorios pobres y territorios ricos. Se parecía mucho a una camiseta de Boca Juniors, con el extinto Frente para la Victoria tiñendo de azul el norte y sur del país, además de los populosos municipios del conurbano bonaerense, mientras que las fórmulas encabezadas por Macri ganaban en esa franja central que incluía al interior bonaerense, la Capital, Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. la de Milei, en cambio, parece decir otra cosa: arrasa en las geografías más localistas, allí donde a nivel provincial dominan los partidos de distrito. Milei fue una rebelión del interior contra el estado nacional.
Falló severamente la lectura de Milei como un candidato porteño sin arraigo en las provincias. Efectivamente, allí donde Milei apadrinó a un contendiente local, este fracasó. Pero lo que estaba sucediendo no era que Milei no existía en las provincias, sino que terminó siendo el candidato de los electorados que votan gobernadores provincialistas.
Lo raro es que Milei nunca hizo gestualidades localistas. No dijo tajaí, ni recorrió el país tomando mate, ni revoleó ponchos a lo Soledad Pastorutti. De hecho, sus giras por el interior fueron apariciones fugaces en las capitales provinciales, con selfies y caravanas por la peatonal. Es más: el porteño Milei no dijo ni una palabra sobre federalismo, centralismo o porteñismo en toda la campaña, y sin embargo arrasó en los pueblos chicos de la patria. Tal vez representó al interior más profundo de una forma distinta y superadora: fue el único candidato presidencial relevante que habló de eliminar la coparticipación federal y prometió castigar fuertemente al estado nacional por sus excesos fiscales. El mapa violeta abre una nueva agenda de investigación acerca de qué tipo de federalismo piden los argentinos.
La Contrarrevolución Massa
Desde el búnker de Juntos por el Cambio y luego en sus redes sociales, Macri hizo algo insólito: celebró el desempeño de Javier Milei, con el argumento de que ambos son ”el cambio” (es decir, el antikirchnerismo). Coincide con los kirchneristas, quienes ven lo mismo pero al revés: una división de la sociedad donde Unión por la Patria es un lado, y “la derecha” (es decir, el macrismo y Milei) el otro.
El 30% obtenido por Milei demuestra que esa lectura quedó anacrónica. Para juntar siete millones, el líder libertario necesariamente les sacó votos a ambas coaliciones. Y además, desplazó al cambiemismo de su lugar. La idea de acercarse a Milei, que Macri repitió, tiene sentido en la medida que JxC vaya adelante, ya que aspira a sumar al votante mileísta en un eventual balotaje. Con Milei liderando, lo que debe hacer Bullrich es diferenciarse del libertario. Mucho, y en forma urgente.
Salvo que esté hecho adrede, y con la intención indisimulada de perder y hacer ganar la elección a Milei, todo esto sugiere que hay una confusión discursiva en JxC. La fuerza fundada por Macri, Carrió y la UCR aparece poco apta para polarizar contra La Libertad Avanza, y le da a Massa una oportunidad de crecer sobre la base de la confrontación a Milei.
El escenario de balotaje Milei-Massa le da más sentido a la selección de éste último como candidato del oficialismo. La clave de Massa ya no sería sólo fidelizar a los votantes de Grabois, sino hacer lo mismo con los de Schiaretti y algunos larretistas que vean al ministro de Economía como la garantía de un antimileísmo de preservación. En este caso, Bullrich sufriría un juego de pinzas entre Milei y Massa, y quedaría tercera frente a un crecimiento de los polarizadores. Algo es indudable: Massa y Unión por la Patria, a diferencia de Bullrich y el resto de JxC, ya están preparados discursivamente para antagonizar con el fenómeno libertario.
Por Julio Burdman-Revista Anfibia