2023 fue un año marcado por desastres naturales que dejaron decenas de miles de muertos en distintos países. Un terremoto de magnitud 7,8 dejó 55.000 muertos en Turquía y Siria, otro de 6,8 devastó el sur de Marruecos y el desbordamiento de dos represas arrasó la ciudad de Derna en Libia. ¿Qué ha pasado con las comunidades que se vieron afectadas?
En febrero, un terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Richter desató uno de los mayores desastres humanitarios en Turquía y Siria de los últimos tiempos. Solo en Turquía, 48.000 personas murieron, 3,3 millones se vieron forzadas al desplazamiento y 273.000 edificios quedaron destruidos, según la ONU. Además, algunas familias aún reportan desaparecidos, aunque no existe una cifra oficial.
Miles de familias ahora están expuestas al frío del invierno, obligadas a vivir en tiendas de campaña. Adrià Rocha, corresponsal de France 24, quien ha visitado en los últimos meses regiones afectadas, como Antioquia, afirma que muchas personas hoy en día se sienten olvidadas por el Estado, mientras viven en tiendas de campaña o contenedores.
“Se sienten abandonados, con un desempleo brutal, las calles están completamente destrozadas, muchos edificios no han sido aún derruidos, la ciudad está a medio derruir y esto crea muchos problemas para la gente que vive ahí, como exposición al polvo constante, niños que tienen que ir a la escuela en unas condiciones de vida mucho peores que las de otros niños…”, comenta Rocha.
El Estado pretende proporcionar 255.000 nuevas viviendas. Dijo que cubrirá el 60% de los costes, pero los afectados deberán pagar el otro 40%, con préstamos reembolsables a 20 años. Según datos oficiales, 3.000 apartamentos ya estaban en construcción en los primeros seis meses tras el terremoto.
Las reconstrucciones han comenzado en algunas regiones lejanas a los centros de las ciudades. Sin embargo, Rocha señala que estas labores están trayendo más complicaciones para las comunidades. “Muchos vecinos de los pueblos que ahora están siendo reconstruidos se quejan de que muchas de sus tierras han sido expropiadas por parte del Estado”, para otorgarlas a constructores, explica el periodista.
Otro problema ha llegado con la demolición de miles de edificios. Algunos estudios han encontrado asbesto (o amianto) en el ambiente de las regiones afectadas. Este material fue ampliamente utilizado en construcciones durante décadas, antes de ser catalogado como cancerígeno por la OMS, ya que sus fibras, al ser inhaladas, pueden quedar adheridas en los pulmones.
“El Gobierno prometió que la destrucción de los edificios se haría tirando agua encima de los escombros para que no saliera polvo, esto no está ocurriendo y eso produce que la atmósfera esté llena de polvo y mucho de este polvo es asbesto (…) Eso hace temer que se puedan provocar muchos casos de cánceres”, indica Rocha.
Además de estas problemáticas, algunas familias aún denuncian familiares desaparecidos tras el terremoto.
El conflicto armado entorpece la ayuda en Siria
En el norte de Siria, tras el terremoto, Naciones Unidas contabilizó 5.900 personas muertas, 392.000 familias desplazadas, un total de 8,8 millones de afectados y 9.100 edificios derrumbados.
En el país, la situación es aún más compleja, la guerra en curso desde 2011 ha dificultado la entrada de ayuda humanitaria. Los envíos a las zonas afectadas se convirtieron en un campo de batalla político entre el Gobierno de Bashar al-Assad, apoyado por Rusia, y grupos armados opositores, como la milicia Hayat Tahrir al-Sham, antigua filial de Al-Qaeda, que domina la zona afectada.
Esta situación ha dejado más vulnerables a los habitantes de la región. Antes de los terremotos, 4,1 millones de personas ya dependían de asistencia humanitaria para subsistir, según la ONU.
Terremoto en Marruecos
En septiembre, otro terremoto de magnitud 6,8 se cobró 2.900 vidas en Marruecos. Colapsó casas, carreteras en la región del Alto Atlas y edificios de la ciudad de Marrakech y de otras urbes de la región.
Muchas familias aún viven y duermen a la intemperie. “La gente sobrevive como puede, con ayuda de familiares y asociaciones que siguen repartiendo ayuda básica, pero son muchas las familias que no tienen ingresos, la situación de desempleo es muy preocupante. Después del sismo muchos negocios locales se derrumbaron”, relata Sofia Català, corresponsal de France 24 en el país africano.
El Gobierno anunció que destinará unos 250 dólares mensuales de ayuda para familias afectadas, unos 8.000 dólares para rehabilitar viviendas y 14.000 para las que tienen que ser reconstruidas totalmente. Pero muchas familias dicen no estar recibiendo las ayudas mensuales, relata la corresponsal.
Y aunque las reconstrucciones de edificios iniciaron rápidamente en algunas partes de la ciudad de Marrakech -principalmente de establecimientos públicos o turísticos-, altamente afectada por el sismo; en las zonas rurales estas tareas de reparación no se han implementado con la misma rapidez.
“El principal desafío ahora mismo es que estas personas afectadas que siguen viviendo en jaimas a la intemperie en (la región del Alto) Atlas puedan pasar el invierno en las mejores condiciones posibles”, sostiene Català. “Es de vital importancia que se implementen de forma efectiva las medidas que anunció el Gobierno”, agrega.
Mortales inundaciones en Libia
En esa misma semana, en Libia, la tormenta Daniel arrasaba la costera ciudad de Derna.
El colapso de dos presas cercanas a la urbe, a causa de las intensas lluvias que trajo Daniel y a las malas condiciones en las que se encontraban estas infraestructuras, dejó al menos 11.300 muertos y viviendas, comercios, y calles enteras destruidas. Un total de 250.000 personas se vieron afectadas y 43.000 desplazadas, según la ONU. Para inicios de noviembre, más de 8.000 personas aún estaban desaparecidas.
El Gobierno libio ha comenzado a distribuir una compensación de unos 10.000 dólares a los ciudadanos afectados, pero las ayudas se quedan cortas y la catástrofe se ha visto agravada por la profunda crisis política en el país, iniciada en 2011.
Libia está dividida entre dos poderes rivales. Por un lado, la Cámara de Representantes, asentada en el oeste, controla la mayoría de las zonas afectadas. Por otro lado, está el Gobierno de Unidad Nacional, reconocido por Occidente, con sede en Trípoli. Ambos han tenido dificultades en ponerse de acuerdo en la atención a las víctimas y la reconstrucción.
La ONU dijo a inicios de noviembre que había proporcionado asistencia a unas 180.000 personas, con alimentos, dinero y kits de refugio. Una ayuda que la propia entidad también asegura que queda muy por debajo de las necesidades de la población local. “Los esfuerzos de socorro en este lugar siguen siendo fundamentales, nuestro llamado urgente de 71 millones de dólares para la respuesta a las inundaciones está financiado en menos del 50%”, dijo entonces Stéphane Dujarric, portavoz del secretario general de Naciones Unidas.
A medida que avanzan los meses, muchas de las familias afectadas, además de sobrellevar la muertes de muchos de sus seres queridos, siguen sin haber podido recuperar un hogar donde vivir y el peso de estos desastres naturales ha caído sobre ellos. Con conflictos en curso como la guerra en Gaza y otras tragedias naturales ocurridas en 2023, son muchos quienes temen quedar en el olvido.
Por Natalia Plazas-France24