Por estricto marketing o por medicado pragmatismo, Milei da atisbos de autocontrol
Javier Milei se hizo conocido y triunfó electoralmente no solo por ser un outsider de la política, sino por romper con todos los moldes de normalidad aceptados hasta ahora, por dejar de lado cualquier indicio de corrección política y por el uso de la violencia discursiva y gestual.
Todo lo que hasta él parecía “piantavotos”, en su caso generaba lo contrario. Es que, antes que él, hubo un sector de la sociedad que venía alimentando un cambio de cuajo. Y había aceptado los riesgos que eso implicaba.
¿Existe un Milei moderado? A una semana de que se le tome juramento, la duda es si su mandato se caracterizará por esa particular forma de hacer política o si, dentro de lo atípico de ser el primer presidente anarco-capitalista de la historia de la humanidad, estará contenido por cierta racionalidad ejecutiva.
Lo que encierra esa duda es si Milei hizo lo que hizo y se mostró como se mostró durante estos años, guiado por una estrategia fríamente calculada para llegar al poder.
O si lo que hizo y mostró es exactamente lo que es y fue su transparente sinceridad la que le permitió empatizar con ese sector de la sociedad que lo estaba esperando y se siente cómoda con lo que su espejo le devuelve.
Si fuera esto último, el Milei que se conoció tras entrar al balotaje y el que se vio ya como presidente electo, es un Milei contenido, circunstancialmente encorsetado. Quizá como un pragmático reconocimiento de su necesidad de negociar gobernabilidad. En este caso, la pregunta es cuánto tardará en volver a aparecer el iracundo rockstar del prime time.
Pero lo cierto es que cualquiera haya sido el motivo que generó a este Milei “moderado”, lo que demuestra es que (por estricto marketing o por medicado pragmatismo) parecen haber algunos atisbos de autocontrol.
Sea como fuere, lo que va a definir a su gobierno es cuál será la dosis de racionalidad que irá a aplicar.
Porque el mayor interrogante no es si su gestión será buena, no tan buena o mala, sino si estará dentro de los cánones de relacionamiento democrático que los gobiernos de distinto signo respetaron desde 1983.
El hecho de que hiciera campaña para el balotaje junto a Patricia Bullrich (futura ministra de Seguridad), la misma a la que había acusado de terrorista, ¿significa un pedido de disculpas o es un simple reconocimiento pasajero de sus debilidades?
La misma duda que despierta su reciente diálogo con el Papa, a quien había calificado de “enviado del Maligno en la Tierra”, antes de pedirle perdón en público.
Un interrogante similar abre la designación de Luis Caputo como ministro de Economía, a quien había acusado de “fumarse 15 mil millones de dólares”.
El fantasma Yabrán. ¿Cuál es el verdadero Milei? ¿El que el viernes anunció que Rodolfo Barra será el nuevo procurador del Tesoro, habiendo debido renunciar al Ministerio de Justicia durante el menemismo, después de que la revista Noticias diera a conocer su pasado nazi?
¿O el que eligió a un hombre moderado y honesto como Guillermo Francos para ocupar el cargo de ministro del Interior?
Un detalle sobre Francos. Cuando en 1991 comencé a investigar para la revista Noticias los negocios de Alfredo Yabrán, no había muchos políticos que se animaran a aportar información sobre él. La investigación de Noticias sobre Rodolfo Barra
Yabrán podía ser un mafioso, pero sabía aceitar adecuadamente sus vínculos políticos. Desde los que armó con la dictadura militar y la jerarquía eclesiástica, hasta sus excelentes contactos con las cúpulas del radicalismo y el peronismo.
Uno de ellos fue Barra, huésped de lujo en el hotel del empresario en Pinamar.
Y como Yabrán conocía la importancia de los medios (más para callar que para informar) también había montado una red de aportes económicos informales a medios y periodistas. Lo que Milei llamaría “ensobrados”.
De allí que su nombre, sus negociados y los aprietes a sus competidores, durante años no aparecieran en ninguna publicación.
Las vueltas de la vida hacen que algunos de los periodistas que hoy más fervorosamente apoyan al libertario, formaban parte de esa “cadena de la felicidad” pagada por quien fue el responsable intelectual del asesinato de José Luis Cabezas.
Guillermo Francos fue una de las excepciones de ese silenciamiento político y mediático. Primero aportando información off the record para nuestras investigaciones y después animándose a hacer públicas sus denuncias, junto al exministro Domingo Cavallo, otro de los actuales soportes políticos del mandatario electo.
¿Más liberal o más libertario? Si el gobierno de Milei se pareciera al menemismo o al macrismo, se podría discutir qué chances, mayores o menores, podría tener de ser una administración exitosa.
Si en cambio cumpliera con sus promesas libertarias más excéntricas (mechadas con su dosis de violencia discursiva y la reivindicación histórica de la dictadura), entonces el futuro se volverá impredecible.
El menemismo y el macrismo (Macri se decía menemista) compartían la idea de que el Estado debía ser mínimo. Pero tuvieron dos grandes diferencias: 1) Menem gobernó durante más de diez años con la típica alianza socio-económica que le garantiza gobernabilidad al peronismo y que le permitió realizar cambios tan profundos como las privatizaciones y la Convertibilidad; y 2) Con Menem desapareció la inflación y (al igual que durante los primeros años de los Kirchner) el PBI creció a tasas chinas.
La opción de un Milei que se vea heredero de esa corriente más liberal puede ser debatible desde el punto de vista político y económico, pero estaría dentro del abanico de opciones racionales que existen en el continente y en el mundo.
Lo que no tendría antecedentes, ni aquí ni en el exterior, sería el intento de aplicar las teorías de una escuela económica minoritaria como la Austríaca.
Ya se contó en Perfil cómo terminó el único experimento registrado que hace dos décadas se llevó adelante en el pequeño pueblo de Grafton, New Hampshire: aparecieron los asesinatos y los osos del lugar terminaron expulsando a los vecinos libertarios.
Presidentes. La hipótesis de un Milei más racional tendría este 10 de diciembre, cuando asuma, una oportunidad única para ser demostrada.
Ese día en que se cumple un nuevo aniversario del fin de los golpes de Estado, el nuevo presidente podría convocar a todos los mandatarios vivos de la era democrática: Eduardo Duhalde, Cristina Fernández, Mauricio Macri y Alberto Fernández.
La imagen de él junto a ellos demostraría, mejor que cualquier palabra, el deseo de reivindicar la democracia.
No reivindicar puntualmente a alguno de los expresidentes por lo que hicieron o dejaron de hacer, sino reivindicar el derecho de las sociedades a elegir, a acertar y a equivocarse. No es por ellos, sino por lo que ellos representan. El “ellos” lo incluye a Milei.
Es la misma idea que infructuosamente reiteré durante las gestiones de Macri y de Alberto Fernández. Yo fracasé con mi pedido y, creo, ellos dejaron pasar la chance de mostrarse por encima de la politiquería de coyuntura y de sus antecesores.
Como outsider que es, quizá a Milei le cueste menos entender que, aunque sea para desmarcarse de lo que se hizo hasta ahora, le serviría hacer esa magnánima convocatoria pública.
Magnánimo no es el que quiere sino el que puede: la magnanimidad también es un gesto de poder.
Sería una sorpresa que lo hiciera, una buena sorpresa.
Por Gustavo González-Perfil