Aún los sectores más proclives a un voto de apoyo al Gobierno perciben la falta de empatía y sensibilidad.
Primero fue el pastor que multiplica los panes y los peces. Luego el valijagate. Tercero, el desaire de los gobernadores al Javo para el acto de Tucumán. Cuarto, novedades sobre el Libragate. Y quinto, el “off violado” de Fantino respecto a Toto. Todo eso fue el prólogo del 6 a 0 que se comió “el mejor gobierno de la historia” en el Senado. Una semana para el olvido.
Es cierto que algunas son de menor impacto por ahora –como el pastor y el affaire del memecoin–, pero los otros están totalmente ligados entre sí, y se veían venir desde hace varias semanas si el Gobierno no reaccionaba a tiempo. Finalmente, decidió que la derrota senatorial lo beneficiaba. Esto pasó el jueves. El viernes tuvimos la oportunidad de preguntar por lo acontecido en grupos focales del interior del país. Se pueden sacar dos conclusiones: 1) el clima para el Gobierno no es el más propicio, porque los temas involucrados son de alta sensibilidad para la opinión pública (jubilaciones, discapacidad, Bahía Blanca, obras públicas); y 2) el disgusto con la actitud libertaria involucra incluso a aquellos que están orientados a votar al oficialismo. ¿Cómo se llama la obra? El discurso contra la casta se agota.
El Gobierno va a vetar todo, salvo fondos para Bahía Blanca porque estamos en la etapa de insistencia de las Cámaras con los dos tercios. Con eso gana tiempo hasta que el Congreso vuelta a tratar cada tema, y le da margen para negociar y desactivar “traidores” (¡qué caro te va a salir!). Y si todo eso no funciona, va a recurrir a la Justicia para seguir estirando los plazos. Claro, pero los asuntos de política pública no son judicializables, salvo que se viole algún artículo constitucional. Si el Congreso reconfirma sus aprobaciones, el Presidente de todas maneras podría no aplicar lo que se le ordena. Ahí, el que va a estar judicializado es él por incumplimiento de los deberes de funcionario público.
¿Qué sucede en esos casos? En varias ocasiones, los presidentes demoraron la reglamentación o no ejecutaron leyes sancionadas, generando debates, pero sin consecuencias penales inmediatas. Puede ser denunciado penalmente, aunque en la práctica suele ser difícil judicializar estos casos si no hay afectación directa o concreta. En este caso los familiares de los discapacitados, por ejemplo, no se van a quedar quietos. De modo que el león tiene todavía margen para llegar al 26 de octubre sin que le doblen el brazo, y así evitar que se le comprometa el superávit fiscal. Pero ahí no termina la cuestión.
Hay dos factores que pueden procesar negativamente las reacciones del Gobierno, y que además, pueden ser antitéticos. Uno es el electorado: como venimos señalando hace varias semanas, una de las debilidades del Gobierno es su falta de empatía / sensibilidad. El otro son los mercados, que cuando ven amenazados los logros macroeconómicos, se ponen nerviosos y le bajan el precio a la revolución libertaria. Ambos elementos pueden entrar en un círculo virtuoso –la mayoría apoya al Gobierno y entonces se despeja el ruido político que entusiasma a los mercados– o vicioso –hay ruido en la calle, ergo en la política, y los mercados se curan en salud–. El oficialismo estuvo durante mucho tiempo en el primer escenario, hasta fin del año pasado, pero en 2025 acumula muchas situaciones negativas que se ven reflejadas en la caída casi permanente de la aprobación presidencial, como muestra el Índice de Confianza en el Gobierno que analizamos la semana pasada. El punto es que ahora debe calmar a los brokers y eso no le traerá simpatías en la calle. Aquí empieza la clásica controversia de esta fase del capitalismo financiero. Les pasó a todos los presidentes desde 1983. La discusión siempre se zanjó si la economía tuvo un crecimiento vigoroso que aplaque tensiones… o la película termina mal. Posdata: las recomendaciones del J.P. Morgan tampoco ayudan.
Esta tormenta se podrá aplacar si la alianza full violeta –con polizontes amarillos a bordo– se impone el 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires, marcando un clima favorable de cara al 26 de octubre. Ahí los émulos de Gordon Geeko sentirán que habrá ola libertaria, que una primera minoría apoya pese a todo, y que entonces puede haber suficiente apoyo para las tan mentadas reformas estructurales.
Frente al tanque libertario se paran dos sectores, como era de esperar. Uno es el ex-UP, que ahora es FP (no sabemos si “la Patria es el otro”, pero seguro no quieren olvidar la patente sobre la palabra). Y el otro es la oposición moderada, sobre todo con dos escuderías: la radical –cívica –peronista– etc., y que se presume con Manes a la cabeza, y la de María Eugenia Talerico (quien desistió de pegarse con “la casta de tercera vía”). Cuanto más crezca el malestar con el “gatito mimoso” por parte de los votantes JxC 2023, más oportunidad tienen esos espacios. Y cuanto más nueva parezca la oferta, más atractiva será, grupos focales dixit.
¡Por suerte esta semana volvió Superman para salvar a América! ¿O es Super Trump? Casi que suena como una vieja banda de rock.
Por Carlos Fara