Tres frentes y 10 partidos se anotaron para participar de las elecciones legislativas en Misiones- La Renovación, con los pies en la tierra y la gestión como principal herramienta- El riesgo del aburguesamiento de algunos funcionarios- El PJ Misionero no participará de una elección provincial después de 42 años- Juntos por el Cambio se recicló con un nuevo nombre y sin los Puerta- Comenzó el éxodo en el PRO y la grieta entre los peluca y los puros marca la agenda radical- La estrategia del enemigo
Esta semana venció el plazo para la inscripción de partidos y frentes que participarán en la contienda electoral del próximo 8 de junio. Se anotaron tres frentes y 10 partidos para la contienda y apenas el Tribunal Electoral de Misiones difundió las listas, la clase política confirmó lo que esta columna viene señalando en las últimas semanas: el oficialismo avanza con una estructura consolidada y puesta a prueba a lo largo de los años, confiado en la gestión diaria como su principal herramienta para convencer al electorado. Mientras tanto, la oposición sigue en un proceso de decadencia que, inevitablemente, terminará por favorecer las chances del espacio al que dice enfrentar.
Los pies en la tierra
El Frente Renovador de la Concordia cuenta con una ventaja que supo aprovechar: gobierna la provincia desde hace 22 años. A simple vista, su conocimiento minucioso del manejo del Estado no solo le otorga una ventaja, sino que representa casi una carta ganadora.
Sin embargo, esta fortaleza también encierra un desafío. La experiencia prolongada en el poder puede generar una sensación de comodidad entre algunos funcionarios, llevándolos a asumir que los votos están asegurados de antemano. El riesgo de aburguesamiento siempre está latente y solo se combate con acciones concretas, como el contacto directo y constante con los ciudadanos.
En este terreno, dos figuras se destacan. Por un lado, el vicegobernador Lucas Romero Spinelli, quien recorre semanalmente la provincia para mantener un diálogo cara a cara con los misioneros. Por otro, Oscar Herrera Ahuad, presidente de la Cámara de Representantes, quien durante su mandato al frente del Ejecutivo provincial imprimió esa misma dinámica a su gestión. En los últimos días, el ex mandatario participó en distintos eventos del Parlamento de la Mujer en diversas localidades y continuó sumando afiliaciones para el partido.
No obstante, el Frente Renovador enfrenta en esta elección una incógnita: el impacto de la salida del Partido Justicialista de su esquema de alianzas. Luego de una reunión entre los interventores designados por el Consejo Nacional Federal del PJ (es decir, Cristina Fernández de Kirchner), Gustavo Arrieta y Máximo Rodríguez con agrupaciones y dirigentes justicialistas de Misiones, el partido, cuya sede hasta hace poco funcionaba como una feria de verduras y emprendedores, resolvió no formar parte del Frente Renovador en los comicios del 8 de junio.
Según el comunicado difundido por los interventores, esta decisión responde a la intención de “recuperar la centralidad política del PJ y su representación genuina en la provincia”. Sin embargo, resulta llamativo que quienes hoy denuncian una supuesta pérdida de identidad del peronismo misionero sean los mismos que, durante años, mantuvieron al partido bajo intervención, sin permitir su desarrollo autónomo.
Conviene recordar que el PJ de Misiones estuvo intervenido por mucho tiempo, con Juanchi Irrazábal como su principal referente, mientras gran parte de su dirigencia jugaba dentro de la estructura del Frente Renovador. La participación electoral del justicialismo provincial, con candidaturas que van desde Julia Perié hasta Cristina Brítez, siempre respondió a decisiones tomadas en la provincia con la venia de la cúpula nacional, donde el kirchnerismo impuso su hegemonía mediante la misma maquinaria de poder político y económico que ahora intenta adjudicarle a la Renovación. Esta decisión, llevará a que por primera vez desde el regreso de la democracia en 1983, es decir 42 años, el peronismo oficial, el del sello, no participará de una contienda electoral en Misiones.
La verdadera incógnita no es si el PJ mantiene o no su alianza con el oficialismo provincial, sino si los peronistas votan donde el partido pone el sello o si, por el contrario, acompañan un proyecto de provincia que nació en 2003 de la unión de dirigentes justicialistas y radicales, y que, con el tiempo, cobijó a otros sectores identificados con la doctrina del general Perón.
Cambiar para que nada cambie
La oposición se reorganiza de cara a las elecciones provinciales, pero lejos de ofrecer una renovación real, reedita la misma alianza de siempre bajo un nuevo nombre: Frente Unidos por el Futuro. Este espacio reunirá nuevamente al PRO, la UCR y la Coalición Cívica, en un intento de presentar una alternativa al oficialismo. Sin embargo, la novedad es que en esta versión de la alianza quedó afuera Activar, el partido y Pyme política de Ramón y Pedro Puerta,
golpeado por el escándalo que involucra a los hermanos Kiczka, actualmente detenidos y a la espera de juicio por tenencia y distribución de Material de Abuso Sexual Infantil (MASI).
La conformación del nuevo frente no estuvo exenta de tensiones. En el PRO, la interna quedó al rojo vivo tras la renuncia de uno de sus referentes, Alfredo Schiavoni, acompañado por la ex candidata a vicegobernadora, Natala Dorper. La fractura se produce en un momento crítico para el partido, que busca reconfigurarse sin una conducción clara.
Por su parte, la UCR enfrenta su propia crisis. El partido está dividido entre los radicales alineados con el oficialismo nacional de Javier Milei, representado en Misiones por el peluca Martín Arjol, y aquellos que rechazan cualquier acuerdo con La Libertad Avanza. La tensión interna amenaza con fracturar aún más a un espacio que ya viene desgastado por disputas anteriores y que podría pagar un alto costo político en los comicios.
Mientras la oposición se enreda en sus propias contradicciones y luchas de poder, el oficialismo observa el escenario con tranquilidad. La solidez del Frente Renovador de la Concordia contrasta con el caos de sus adversarios, lo que le permite encarar las elecciones desde una posición de fortaleza. En este contexto, la supuesta renovación de la oposición no es más que un cambio de nombre para seguir siendo lo mismo de siempre.
La construcción del enemigo
En el escenario nacional se repite un fenómeno singular: cada vez que la oposición parece haber encontrado un hecho que podría marcar el principio del fin de la era Milei, el oficialismo logra imponer su capacidad política para sobrevivir, dato que muchos analistas le niegan al presidente. A esto se suma el manejo de la caja, una herramienta que cualquier gobierno utiliza para negociar apoyos y asegurar votos en el Congreso. Así, cuando la administración
libertaria se ve acorralada, siempre consigue alguna victoria legislativa que le da oxígeno y le permite sostener su narrativa de cambio.
Esta semana, el salvavidas vino de la mano del acuerdo en la Cámara de Diputados que validó el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que autoriza al gobierno nacional a firmar un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, el punto clave del acuerdo sigue siendo un misterio: aún no se conoce el monto del préstamo, un dato nada menor en un contexto de creciente incertidumbre económica.
Más allá de la pericia política del oficialismo, buena parte de su supervivencia se debe a los errores de la oposición. Fragmentada, sin conducción clara y con disputas internas que la debilitan, no logra articular un contrapeso efectivo al poder del presidente. La falta de una figura de referencia es evidente: ni Cristina Fernández de Kirchner ni Sergio Massa logran consolidarse como líderes de una alternativa, en gran parte por los elevados niveles de rechazo que aún cargan sobre sus espaldas. Este desgaste favorece la estrategia de Milei, quien encuentra en ellos los enemigos perfectos para sostener su relato de la casta versus la nueva política.
Sin embargo, esta táctica conlleva riesgos. Construir un adversario para mantener la identidad política propia no es una innovación de La Libertad Avanza, sino una estrategia recurrente en la historia reciente. El kirchnerismo la utilizó durante años con Mauricio Macri y, más adelante, con el propio Milei, a quien buscaron posicionar como un peligro inminente para la subsistencia democrática, durante la campaña de 2023. Pero la historia demuestra que apelar constantemente al miedo al otro puede ser un arma de doble filo. En 2015, el desgaste de esa fórmula permitió la llegada de Macri al poder. En 2023, el rechazo a un nuevo gobierno kirchnerista allanó el camino para Milei.
La pregunta que surge es si el actual presidente logrará mantener su estrategia sin que termine volviéndose en su contra. Apostar a la polarización permanente puede ser útil en el corto plazo, pero si el oficialismo no logra mejorar las condiciones económicas y sociales del país, el desgaste de su gestión podría tornarse irreversible. Como demuestra la historia, tarde o temprano, los boomerangs siempre regresan.
Por Sergio Fernández
