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Rechazó a Ferrari, reemplazó a un argentino y su muerte cambió a la F1

El italiano Elio De Angelis tenía 28 años cuando falleció tras un accidente en Francia. Provenía de una de las familias más ricas de Roma y ostentaba una educación propia de la clase alta europea.

Tenía la educación y los modales propios de la clase alta europea, y amó la velocidad de las carreras de autos más que a nada. Tenía grandes dotes como piloto y también costumbres y gestos aristocráticos, mezclados con un enorme carisma. Por todo esto, Elio De Angelis es considerado el último gentleman de la Fórmula 1.

Hijo de un millonario constructor romano, de quien heredó el amor por el vértigo (Giulio fue campeón de carreras de lanchas), Elio eligió la velocidad sobre ruedas y escaló posiciones hasta llegar a la Fórmula 1, llegándose a dar lujos como rechazar a Ferrari, cuando el veterano Don Enzo le propuso conducir uno de sus autos.

Pero De Angelis tenía vuelo propio. Como cuando llegó a Lotus en 1980 –reemplazó a un argentino, nada menos Carlos Reutemann, que se pasaba a Williams-, o como cuando se sentaba a un piano y lo tocaba con la habilidad de lo que pudo ser y eligió no ser: concertista.

Elio De Angelis quería ser piloto de Fórmula 1 y eso fue hasta el miércoles 14 de mayo de 1986, cuando en una prueba de auto, en el circuito francés de Paul Ricard, perdió el control de su Brabham y se mató. Tenía apenas 28 años.

Una muerte que cambió a la F1, que tenía descuidada ese tipo de fechas entre semana, que parecían intrascendentes solo porque se trataba de pruebas. Pero los riesgos estaban e impactaron en el corazón de la competición, que luego de la muerte de De Angelis ajustó varios puntos vinculados a la seguridad de los pilotos.

El último gentleman de la Fórmula 1: De Angelis, un piloto con mucho estilo

Del mismo modo en que su capacidad de conducción era muy alta, también lo eran ciertas ampulosidades que en sus inicios no cayeron del todo bien en el mundillo de la Fórmula 1. Gestos que seguramente surgían de modo natural, producto de su formación, pero que lo llevaron a sostener cierta lucha contra esa imagen de nene bien.

Aun así, no dejaba de sonreír y lo que podía sonar petulante, al mismo tiempo era agradable. Y no se prohibía el gusto de fumarse un cigarrillo y tomarse un vaso de whisky en las noches, desinteresándose de la mirada ajena.

Había empezado en la F1 como un novato en el equipo Shadow. Transcurría 1979 y él aún no había cumplido 21 años. “Era un tipo encantador. Lo consideraba un caballero, una de las personas más agradables de la F1. Tenía una increíble cantidad de clase”, lo recordó con afecto Jan Lammers, compañero de equipo de aquella primera experiencia.

El jovencito que se sentaba a tocar el piano en las fiestas y celebraciones que rodeaban al Gran Circo de la F1, generaba suspiros en el público femenino. Pero no dejaba de generar admiración en el masculino, cuando se sentaba y se ponía al volante de su auto.

Como ocurrió con Enzo Ferrari, que lo venía siguiendo desde adolescente y estaba dispuesto a volver a tener un piloto italiano en su escudería. Pero cuando fue el momento del arreglo final, Elio rechazó la oferta. Había probado una Ferrari con resultados óptimos pero una fuerte discusión con uno de los ingenieros del equipo del “Cavallino Rampante” lo llevó a no aceptar.

Fue entonces cuando Colin Chapman, el revolucionario diseñador de autos y dueño de Lotus, lo llevó para su escudería, donde sucedió a Reutemann y aceleró su carrera en la Fórmula 1. Allí estuvo durante seis temporadas, hasta 1985, tiempo en el que subió dos veces al máximo escalón del podio: en Austria, en 1982, y en San Marino, en 1985.

En 1986 dejó Lotus y pasó a Brabham, en donde solo corrió las primeras cuatro carreras (en Brasil finalizó octavo, y en España, San Marino y Montecarlo, abandonó) y llegó el día de la tragedia, el miércoles 14 de mayo por la mañana.

Era una prueba de neumáticos con su Brabham BT 55 pero el auto falló. En la recta, se rompió el alerón trasero, el auto perdió carga aerodinámica, por lo que se despegó del asfalto en sus ruedas traseras. Y ya no tuvo más el control del coche que dio tres vuelcos y se incendió.

Lo más trágico fue que, pese a la gravedad del accidente, De Angelis podría haberse salvado. No tuvo grandes lesiones, pero no se pudo dar vuelta el auto con la celeridad necesaria y el piloto terminó muriendo al día siguiente en el hospital.

La causa de su fallecimiento no fue la fractura de clavícula que sufrió ni las quemaduras y golpes leves que presentaba su espalda, sino la inhalación del humo de su propio auto en llamas. Murió por asfixia.

Entró a Lotus en 1980, ocupando el lugar que dejó Carlos Reutemann, quien se fue a Williams. Estuvo seis temporadas. FOTO: www.eliodeangelis.net (Angelo Giordani)
Entró a Lotus en 1980, ocupando el lugar que dejó Carlos Reutemann, quien se fue a Williams. Estuvo seis temporadas. FOTO: www.eliodeangelis.net (Angelo Giordani)

Hacía 13 años que la Fórmula 1 no sufría una muerte y pasaron ocho más, hasta que se mataron en el mismo fin de semana Ayrton Senna y Roland Ratzenberger, para que vuelva a haber otra tragedia. Sin embargo, la FIA ajustó las medidas de seguridad: fue consciente de que la muerte del gentleman de la F1 era evitable.

Pero los auxiliares que corrieron a socorrerlo lo hicieron a pie y sin equipamiento (estaban de pantalones cortos), y los bomberos demoraron en llegar al igual que el helicóptero para trasladar a De Angelis al hospital, que tardó más de media hora. Si hubiesen podido dar vuelta el auto enseguida y prodigarle una atención primaria rápida, seguramente se hubiera salvado.