Las imágenes dejaron en claro que el narcotráfico no es sólo violencia y muerte: es un gran negocio con ramificaciones regionales. Desde la importación de cocaína hasta sofisticadas redes de lavado –fraude comercial, empresas fachada, minería ilegal y turismo– buena parte de las divisas acaban encontrando pasarelas aquí: las cuevas cambiarias y los mercados cripto ofrecen salida rápida y discreta, y revelan complementariedad.
Las imágenes de la semana que llegaron de Río de Janeiro son impactantes. Y muestran que el narcotráfico es, junto con las drogas, violencia, marginalidad, ilegalidad, desolación social y cultural y muerte. Demasiadas. Y muchas veces, de inocentes. Pero fundamentalmente, es un gran negocio. En todo el mundo. Y también en Brasil. Con ramificaciones que incluso llegan a Argentina. Según datos propios del país vecino, anualmente el narco factura en ese territorio entre 1,500 y 2 mil millones de dólares. De ese dinero, Río de Janeiro aporta unos US$ 500 millones. Curiosamente, Brasil no tiene producción de cocaína u otras drogas. El “producto” viene de Colombia, Venezuela y Perú (en ese orden). Se transporta vía Amazonas, y llega a las Favelas de Río (y también San Pablo) para su administración final, previo embarque desde puertos de la amplia costa atlántica brasileña. Finalmente, los envíos llegan a África y de ahí al primer mundo. Pero ahí comienza el primer parte de la historia. Si todo el negocio culminara en la “exportación”, casi que no habría emperadores narco en las favelas o morando en barrios cerrados. Nada muy diferente a lo que sucede por aquí entre las villas y los countries). El poder de los mandamases de Comando Vermelho (CV) y el Primer Comando de la Capital (PCC), las dos fuerzas narco más grandes del continente, y los primeros, protagonistas de la batalla civil de la semana que terminó, viene de una enorme capacidad de lavado de dinero vía el traslado de las divisas generadas por el narcotráfico a la economía real en las más diversas operaciones combinadas. Algunas de las cuales, incluyen algún capítulo por la Argentina.
El narcotráfico en Brasil (y en el mundo) es la primera de las cinco actividades más rentables del crimen organizado; y seguido por la falsificación, el tráfico humano, el tráfico ilegal de petróleo y de vida salvaje (según datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo –OCDE–). Son datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Undoc), que todos los años actualiza la realidad analizando los diferentes aspectos del problema. Incluyendo el de la medición del grado del negocio. El que, en el caso del narco rosarino en particular, es además, extremadamente rentable. En especial, es su velocidad y facilidad de lavado y blanqueo. Eso es lo que lo sostiene.
Los estudiosos del tema, especializados en los movimientos financieros de la actividad narco, afirman que en general y a nivel internacional el nivel de capacidad de introducción de los dineros generados por el narcotráfico hacia el mercado legal, alcanza entre el 10 y el 20%. Y cada vez con mayores dificultades, a partir de las regulaciones aplicadas desde la OCDE, que combate con resultados irregulares el lavado de dinero en el mundo. Y a las que Brasil y Argentina adhirieron.
Se habla en Brasil, que la efectividad del lavado de dinero en las redes de negocios que salen de las favelas, tiene una efectividad (cantidad que puede blanquearse por cada 100 dólares de venta de drogas) de entre el 50 y el 60%, lo que convierte a esta operatoria en una de las más efectivas del globo. Y la más ágil para un país en desarrollo. Para tener una idea de la relación, el lavado en Rosario que llegaron a tener Los Monos (estructura hoy prácticamente desarticulada), alcanzó en su mejor momento el 30%. Y hablamos de una época pasada donde se conocieron datos concretos de megaedificios construidos con el financiamiento de esa banda narco rosarina.
El lavado ligado al narcotráfico en Brasil combina técnicas tradicionales (empresas fachada, integración en actividades formales, intermediarios financieros informales) con modalidades adaptadas al contexto local: cambios paralelos / “dólar-cabo”, redes de “doleiros”, comercio exterior y minería/combustibles/energía como frentes, y uso de estructuras offshore y fondos de inversión. Las grandes organizaciones criminales usan empresas aparentes y sectores con mucho flujo de caja para blanquear ganancias. La red primaria alcanza las habituales actividades de restaurantes, hoteles (muchos cinco estrellas), transporte, turismo múltiple y hasta estaciones de servicio. Pero va más allá y llega también hasta la obra pública general y la construcción privada, especialmente en centros vacacionales de toda la costa atlántica brasileña. De hecho, el monopolio de infraestructura en las favelas, es de los grupos narco. Esto incluye hospitales y escuelas. Un capítulo trascendental en el negocio narco es el comercio exterior, donde se multiplican los casos de “trade-based laundering” en base a la sobrefacturación/subfacturación de importaciones y exportaciones.
Últimamente aparecen también serias sospechas sobre el avance narco en la minería ilegal de oro en la Amazonía, donde el mineral se extrae ilegalmente, se vende al exterior utilizando las redes ya establecidas con las mafias africanas con flujos legales de compañías que operan en blanco.
Como se ve, la inserción del dinero en las líneas de blanqueo pertenece a la economía real. Sin embargo falta aún un movimiento: que esos reales puedan ser transformados a dólares. Y, de ahí, salir del sistema financiero brasileño. Para esto, en general, se utilizan líneas vinculadas a los grandes centros de lavado internacionales. Los que, básicamente, son caros. Sin embargo, parte del dinero del narco brasileño, termina utilizando los servicios del siempre servicial sistema financiero-cambiario alternativo argentino. Un ecosistema probado con los años y décadas de crisis económica criolla. En Argentina, la cantidad de cuevas per cápita supera a cualquier país de la comarca latinoamericana. Sólo Venezuela equipara las desventuras cambiarias locales. Pero al tratarse de un país bolivariano, las dificultades de huida se agrandan. Como se sabe, el dinero es fungible, y el mercado argentino de los dólares cueveros es considerado como parte normal de la vida económica, financiera y cambiaria del país. Con el tiempo y la costumbre, casi que no terminan distinguiéndose cuáles son los dólares que vienen de la voluntad de alguna familia de ahorrar en divisas, ante el peligro siempre inminente que la inflación destruya ese ahorro, de los que vienen de las actividades ilegales. Como el narcotráfico. Con esta realidad, las cuevas locales terminan blanqueando no menos de diez millones de dólares mensuales que provienen del narcotráfico argentino, el que cada tanto invita a sus primos brasileños a que utilicen el aceitado esquema local.
Nada como la división internacional del trabajo para ejecutar un plan serio de crecimiento y complementación económica y financiera. La Argentina es un especialista en movimientos de tipo de cambio ilegal para cualquier país del mundo, menos para la visión local; donde las buenas costumbres de salud financiera, resguardo del ahorro de los particulares y pensamiento de largo plazo, incluyen la compra de dólares de manera ilegal. El narco brasileño aprovecha este costado cultural criollo, y la posibilidad de conseguir divisas aportando reales. Hay una segunda actividad aprovechada por la ilegalidad del país vecino. Argentina es el país de la región con mayor nivel de operaciones de compra de dólares vía cripto; un mercado muy marginal en el mundo, pero que en un país con un nivel de economía en negro del 40% y de necesidad de huida del peso a la divisa de forma permanente, encontró en la Argentina terreno fértil para crecer y desarrollarse. Atrás de esta especialidad ingresó el narco criollo. Y, luego, de manera inevitable, el brasileño.

Por Carlos Burgueño-Perfil

