Intervención del compañero Jorge Falcone en la presentación del libro de Sofía Fren sobre interferencias televisivas durante la última dictadura
Antes de abordar el tema que nos convoca, considero imprescindible manifestar el honor que supone poder acompañar un acontecimiento que da continuidad a tantas experiencias de comunicación alternativa ensayadas durante los gobiernos de facto, e incluso en democracia, como lo ha sido la que la autora de este libro compartió con Natalia Vinelli – su tutora de tesis – en Barricada TV.
Descuento que mi presencia en este panel obedece a la condición de haber integrado la Tropa Especial de Agitación de la organización Montoneros, y recibido la capacitación específica para utilizar el dispositivo RLTV. Hace algunos días, con motivo de esta invitación, compartía por WhatsApp con Sofía una foto que me muestra a mis 27 años realizando esa suerte de Servicio Militar Optativo en una organización irregular. Deseo agregar que es la misma que ilustra las características del uniforme montonero en el libro “Los llaman jóvenes idealistas”, escrito por quien desde diciembre ejerce como Presidenta interina de lxs argentinxs cada vez que el Primer Mandatario viaja al exterior. Detalles como ese inscriben nuestra cita de esta noche en el marco de una impostergable Batalla Cultural.
A ese respecto me permito expresar que la mayoría de lxs montonerxs estamos hartxs de ser el putching ball de la Historia Oficial, y aburridxs de hacer autocríticas, de modo que celebramos la posibilidad de contar con espacios que nos permitan expresarlo públicamente.
La experiencia general
El dispositivo que nos ocupa, diseñado por el Ing. Pancho Cabilla – en base a la experiencia de la Radio Rebelde cubana, como se explica en el libro – para un alcance de alrededor de 90 manzanas, consistía en una subestación transmisora del tamaño de una caja de zapatos, destinada a parasitar la emisión de los canales de aire ubicándose de espaldas a esa fuente, un pasacasete reproductor de mensajes grabados de entre 3 y 5’ de duración, ambos alimentados por una batería de auto, y una antena que, en su momento de máxima funcionalidad, llegó a montarse sobre un lienzo de hule plegable, que llevaba adherida una cantidad de listones de cobre de medida decreciente, al modo de una flecha, para darle direccionalidad a la transmisión.
Su señal no suplantaba, sino que solo enrarecía la imagen de los canales públicos, pero su audio – encabezado por la Marcha Peronista y seguido por una breve proclama agitativa – sí se imponía sobre el audio de la transmisión original. Al día siguiente de cada emisión, teníamos por costumbre recoger sus repercusiones en mercados y lugares de concentración pública, de donde muchas veces se reclutaron compañerxs que se fueron plegando a la lucha.
Esta herramienta tuvo por objetivo primordial potenciar el ejercicio de una política de masas – detalle de suma trascendencia, toda vez que suele asociarse nuestra contraofensiva exclusivasmente con los tiros -, y en adelante también constituyó un aporte solidario a la lucha de otros pueblos hermanos, a través del Frente Popular “Manuel Rodríguez” de Chile, el “Farabundo Martí” de El Salvador, o el sandinismo nicaragüense, por citar un puñado de ejemplos.
La experiencia personal
En el destacamento de Cuernavaca – paraje mejicano de donde era oriundo Emiliano Zapata -, me tocó integrar una unidad de alrededor de 20 compañerxs compartimentadxs en una quinta durante cerca de tres meses, entre enero y marzo de 1980. Nuestra rutina incluía gimnasia, debate político, rancho comunitario, capacitación militar, y ejercicios de interferencia televisiva.
A propósito de esto último, una noche fuimos trasladados a una suerte de pueblo fantasma constituido por un caserío abandonado, donde – asumiendo roles de insurgentes y fuerzas de seguridad – ensayamos el copamiento de un edificio y la emisión de nuestra señal, captada en esa ocasión por la radio del vehículo en que circundaba los alrededores el jefe del operativo.
Ahora quiero compartir con lxs presentes lo que denominaré La Leyenda del Preto, una interesante historia sobre ese período en que me tocó recibir entrenamiento junto a un grupo de gente cuyo destino posterior, salvo en unos pocos casos, ignoro por completo. Uno de esos compañeros llegó a destino vía Brasil, justamente reclutado en un barrio del conurbano al cabo de una interferencia de RLTV. Su color de tez, de paso por ese subcontinente del Cono Sur, le valió el apelativo de Preto (vale decir, “negro”) Una breve descripción de su semblante lo asimilaría a una suerte de Atahualpa Yupanqui de poco más de 20 años (en el centro de la foto superior, entre Emilio Pérsico y un servidor) En aquel contexto, nuestro diario quehacer comenzaba con una formación militar en el marco de la cual poníamos la actividad de la jornada bajo la advocación de algún o alguna compañerx caídx en la lucha por la liberación nacional. El Preto, lejos de venir de una experiencia insurgente, se había fogueado en la delincuencia común. De modo tal que, considerando que nuestro querido compañero Carlos Caride – co fundador de las Fuerzas Armadas Peronistas – había tenido un origen similar, cuando le tocó ser portavoz de ese homenaje, le sugerí reivindicar aquel nombre. Y cuando fue el turno de hacerlo, hecho una bola de nervios, lo nombró erróneamente como a un tal Caribe. De más está decir que el fuerte del Preto no era la Historia sino la destreza, y desde ese lugar procuraba equilibrar las cargas con el resto de un grupo que en alguna medida lo aventajaba en materia de formación. Y lo hacía proponiéndose como instructor de natación o kung fú, disciplinas en las que doblegaba holgadamente nuestras capacidades.
Un buen día, ensayando en plena formación militar una breve interferencia televisiva en el vecindario, olvidamos montar una guardia en el exterior de la finca a fin de resguardarla de posibles visitas indeseadas. Y hete aquí que las hubo… porque nuestro tanque de agua desbordó, y el vecino de al lado incursionó en nuestro traspatio, corrió la cortina que nos protegía de miradas indiscretas, y fue testigo de cómo un batallón de irregulares uniformados recibía instrucción pared por medio de su casa. Su sorpresa fue total, y antes de pronunciar palabra, desapareció de nuestra vista. Inmediatamente tomamos la decisión precautoria de desalojar el lugar, pese al estrecho vínculo de nuestro compañero Rodolfo Puiggrós – historiador, ex Rector de la UBA, y miembro del Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero – con el gobierno mejicano de entonces, que de un modo u otro nos dejaba hacer.
Desde aquel momento, poco y nada volví a saber del resto del grupo. A mí me tocó volver a la Argentina integrando el Pelotón “Armando Croatto” de las TEA, cuyo nombre recordaba a un compañero sindicalista municipal de Avellaneda que cayera en combate durante la primera fase de nuestra contraofensiva. Esa célula estuvo a cargo de nuestro instructor, el Tte. Primero Jorge Villar (a) Lucas o Joaquín, e integrada por mi conciudadano Emilio Pérsico – hoy referente del Movimiento Evita -, y la compañera Claudia Carlotto, mi primera esposa y madre de mis tres hijxs mayores, más adelante propuesta por Abuelas para conducir la Comisión Nacional por la Identidad. El compañero Joaquín fue herido por una patrulla militar en una emboscada durante el año 1981, y murió en el Hospital Naval, sin llegar a padecer torturas.
Claudia y yo, ya en Argentina, no llegamos a transmitir. La realidad nos demandó más bien ocuparnos respectivamente de la Liga de Amas de Casa, que manifestaba semanalmente bajo la consigna “ollas vacías, ollas a la Plaza”, y de la Coordinadora de Gremios Ferroviarios en Lucha – Ramal Victoria, a la que me integré como encargado de prensa.
Con el tiempo llegó hasta mí la noticia de que el Preto, aislado y sin recursos, volvió a sus viejos oficios, y en esas lides fue detenido, y sometido a torturas. Jamás reconoció haber integrado una organización guerrillera. Aquel morocho inolvidable solía recomendar, ante semejante riesgo, tragarse una monedita de cinco centavos, porque en tal caso la descarga de la picana eléctrica se concentraría allí en vez de irradiarse por todo el cuerpo. Poco después recuperó la libertad. Nunca conocí su verdadero nombre. En su persona quiero homenajear a todxs lxs cabecitas negras de la Patria, esxs Condenadxs de la Tierra – al decir de Frantz Fanon -, que hoy están re cagándose de hambre, pero más temprano que tarde enterrarán la gestión de Javier Gerardo Milei en el basurero de la Historia. –
Muchas gracias
y ¡Vivan los Montoneros!
Adelanto del libro:
Por Jorge Falcone-Noticias Libres del Pueblo