La clase política argentina ofrece a la sociedad las mismas ideas y recetas que ya fracasaron en el pasado- El discurso antipolítica de Milei choca con la realidad de nombres y rostros conocidos- Los candidatos que quieran llevar el sello de La Libertad Avanza dependen de la bendición de El Jefe- Se acerca un nuevo recambio de autoridades en la Cámara de Representantes de Misiones- Los muchachos confundidos del general Perón
La realidad política argentina sigue atrapada en un bucle de patrones repetitivos que, sin mucho esfuerzo analítico, permiten prever el desenlace de cada nueva aventura gubernamental. Si la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa, el gobierno de Javier Milei parece encaminado, inevitablemente, hacia un destino sombrío, en su intento por reeditar políticas que, durante los años ‘90, fueron el sello del ex presidente Carlos Menem. Más allá del humor social actual y del aparente respaldo que aún conserva el líder de La Libertad Avanza, la volubilidad de la opinión pública argentina es un arma de doble filo para cualquier figura política.
En esta tragicomedia nacional, las principales opciones opositoras no ofrecen un cambio de rumbo: Cristina Fernández de Kirchner, nueva presidenta del Partido Justicialista, y Mauricio Macri, fundador del PRO, representan figuras que ya tuvieron su oportunidad de dirigir el país, con políticas y resultados que en gran medida alimentaron la irrupción de Milei y su eventual triunfo electoral. El fenómeno libertario es, en parte, una consecuencia del hartazgo social generado por dos proyectos políticos que, aunque se presentan como antagónicos, comparten
más similitudes de las que suelen admitir. Por ejemplo, durante el gobierno de Juntos por el Cambio no se modificaron herramientas centrales del kirchnerismo, como los planes sociales y los subsidios estatales.
El discurso antipolítica de Milei, aunque atractivo para ciertos sectores, carece de coherencia cuando se examinan los nombres que lo rodean y las ideas que promueve. Figuras como Patricia Bullrich, Luis “Toto” Caputo y Federico Sturzenegger, con largos historiales en el establishment político y financiero, lo vinculan directamente con la casta que dice combatir. Las contradicciones en su accionar son evidentes. Un ejemplo claro es su alianza con la China
comunista, coronada con una fotografía junto a su líder, Xi Jinping, pese a las duras críticas que Milei disparó contra el comunismo en sus discursos.
EN este contexto, la tarea de los gobernadores de las provincias es titánica. Ninguno de ellos responde directamente al proyecto político de Milei, aunque todos terminan por expresar algunos puntos en común como un intento más cercano a la conveniencia que a la coherencia, por intentar conseguir algo de los recursos que desde su asunción, el presidente les viene negando.
El verdadero desafío para la política argentina radica en romper este círculo vicioso. El país necesita un proyecto superador, capaz de ofrecer un horizonte de estabilidad y progreso después de más de 40 años de democracia ininterrumpida que aún no pudo garantizar a sus habitantes las condiciones necesarias para soñar con un futuro mejor. Romper el círculo es más que una consigna; es una tarea impostergable.
La bendición de El Jefe
Desde que La Libertad Avanza (LLA) consiguió que el reconocimiento de la justicia electoral como fuerza nacional, en todos los distritos, comenzaron a surgir nombres que, supuestamente, serían las caras del espacio y los candidatos para las elecciones legislativas del año que viene.
Un dato no menor es la centralidad de Karina Milei “El Jefe” en el armado de los cuadros con los que LLA piensa competir. Un claro llamado de atención surgió en Corrientes, provincia cuyo calendario electoral no coincide con el nacional y donde el año que viene, se votará por un nuevo gobernador. Cuando el actual mandatario, el radical Gustavo Valdés pretendía ser el mimado de Milei y buscar su reelección con la bendición de los hermanos, surgió la figura de Carlos “Camau” Espínola como el hombre que competirá bajo el manto de LLA.
Espínola, ex medallista olímpico, actual senador nacional por esa provincia y ex candidato a gobernador por el kirchnerismo, es otra muestra de la estrategia de los Milei: todo movimiento o negociación muestra que su aspiración es llegar a los comicios de 2025 y, sobretodo, 2027, con nombres solventes, sin importar su pasado y las ideas que hubieran defendido.
En Misiones podría ocurrir algo similar en medio de la danza de nombres que dicen tener la bendición de “El Jefe” para competir. En la provincia hay muchas manos alrededor el plato de LLA que pasan por alto que cualquier propuesta puede llegar a diluirse con su intervención.
Todo apunta a que, los interesados en portar el sello, deberán tener el visto bueno desde Buenos Aires.
El recambio
La Cámara de Representantes de Misiones se encamina a finalizar el año con la sesión especial del 10 de diciembre, donde, tradicionalmente, son elegidas las autoridades que encabezarán el Poder Legislativo provincial en el año siguiente. Si bien el actual presidente, Oscar Herrera Ahuad, señaló que todavía no se sabe si continuará en el cargo, todo apunta a que será propuesto para continuar con la tarea que le fue encomendada luego de finalizar su mandato como gobernador de la provincia.
Durante una entrevista en El Ciudadano Se Rebela, Herrera Ahuad aclaró que es el conductor del Frente Renovador de la Concordia, Carlos Rovira, quien decidirá por su continuidad o no en la banca más elevada que posee el parlamento misionero. “Son lugares de poder que son cedidos por el espacio político, por el presidente de nuestro espacio político, el ingenieroCarlos Rovira, las decisiones se tomarán en el momento que corresponda”, señaló.
Entre otros conceptos, Herrera Ahuad se refirió también a la coyuntura nacional y, si bien se mostró en desacuerdo con sus políticas, le reconoció al presidente Milei cierta coherencia en el sentido de estar realizando algunas de las ideas que había anticipado durante la campaña electoral. “Hace un poco lo que dijo que iba hacer. Va en dirección con lo que dijo en campaña más allá de algunas cuestiones que fueron un poco demagógicas”, advirtió.
Los muchachos confundidos
El Partido Justicialista (PJ) parece mantener, al menos en lo formal, una estructura sólida e institucional, representada en la asunción de Cristina Fernández de Kirchner como presidente, en reemplazo de Alberto Fernández. Sin embargo, bajo esa fachada de unidad, el movimiento fundado por el general Juan Domingo Perón alberga una diversidad de corrientes, posturas y liderazgos que muchas veces se contraponen y generan un panorama de confusión y fragmentación.
En este contexto, la figura de CFK se erige como un símbolo de liderazgo y de división. Para sus seguidores, representa la continuidad de las banderas históricas del peronismo; para sus críticos, dentro y fuera del partido, es un factor de discordia. Un ejemplo de estas tensiones se evidenció con las declaraciones del ex presidente uruguayo José “Pepe” Mujica, quien expresó su desacuerdo con el estilo político de Cristina y su intento por mantener poder dentro de la política nacional. “La vieja Kirchner está al frente del peronismo jodiendo, en lugar de dejar a las nuevas generaciones; ¡cómo le cuesta largar el pastel!”, disparó el ex Tupamaro.
Las palabras del referente uruguayo no solo incomodaron al kirchnerismo, sino que también abrieron un debate sobre el papel que debe jugar el PJ en una Argentina marcada por la polarización. Mientras algunos sectores dentro del partido intentan tender puentes hacia otras fuerzas políticas, otros se alinean con posturas más confrontativas, lo que dificulta la construcción de una estrategia única, que termina por beneficiar al presidente Milei.
La confusión no es solo una cuestión interna; también repercute en la percepción que tienen los votantes del PJ como una fuerza política capaz de enfrentar los desafíos actuales. En un momento en el que la Argentina necesita respuestas concretas y liderazgo claro, el peronismo se encuentra atrapado en un laberinto de identidades cruzadas, donde los muchachos peronistas parecen estar más ocupados discutiendo entre sí que enfrentando los problemas
del país.
Por Sergio Fernández