Se define como un “falso uruguayo”. Eligió jugar en el Xeneize antes que en Independiente y compartió plantes con grandes figuras. Terminó su carrera en México, donde fue ídolo, y después se puso una agencia de quiniela.
Richard Edunio Tavares se describe como un “falso uruguayo”. Por razones laborales de su padre, desde chico cruzó el charco y se radicó en Concordia, que terminó siendo uno de sus lugares mas amados. Se la pasaba despuntando su pasión por el futbol en los potreros de Entre Ríos, hasta que de casualidad encontró una cancha de futbol que logró cambiarle la vida.
“Como extrañaba a mis amigos y familiares en Uruguay, solía caminar cerca del río y miraba para el lado uruguayo. Una noche encontré una cancha iluminada y me metí. De casualidad estaba entrenado la primera del club y me recibió Federico Vairo. Le dije que yo jugaba al futbol en las inferiores de Wanderers de Uruguay. Tenía solo 15 años y no tenía ropa de entrenamiento. Vairo me mando a ver al utilero y a partir de ese día te puedo decir que empezó mi vida de jugador, a pesar de que por mi juventud no me había dado cuenta”, relata sobre su llegada a Libertad de Concrodia.
Su determinación lo llevo a probar suerte en las inferiores de All Boys, donde con tan solo 17 años logró debutar en primera. “Me acuerdo que dormía con un boxeador correntino donde hoy están las cabinas de transmisión. Tuve la fortuna de tener como compañeros a Héctor “Gringo” Scotta y Sergio “Sapo” Villar. Ellos me llevaban a hablar con los dirigentes a pesar de que no abría la boca. Lo hacían para que me supiera defender en el futuro. En ese equipo estaban Heriberto Correa, Pedro Alexis González y Roberto “Mono” Zarate. Siendo un pibe me tocó marcar a Oscar “Pinino” Mas, que jugaba en El Porvenir”.
Mientras saluda a los empleados de una casa de repuestos de autos, aquel noble defensor uruguayo rememora el salto al fútbol de primera. “Me contrató Racing de Córdoba porque habían vendido a Osvaldo Coloccini a Vélez. Ese equipo jugaba lindo pero nos faltaba gol. Llegué gracias a una recomendación del Chango Cárdenas a Nelson Chabay. Después pasé a Deportivo Italiano, que había ascendido en aquella definición por penales con Huracán”.
Su llegada a Boca fue el punto de inflexión en su vida. A pesar de que le costo acomodarse y tardó nueve meses en jugar, hoy lo recuerda con felicidad. “Fue hermoso conocer el mundo Boca. Tenía 23 años y jugaba con Hugo Gatti que me guiaba desde el arco. Gatti era una persona muy especial, que no se involucraba grupalmente, hasta te diría que era individualista. Pero era un profesional respetable. En esa época Navarro Montoya venía pidiendo pista y se terminó quedando con el puesto. Gatti le decía al Mono que no se golpee tanto porque iba a tener una carrera corta. Jugué con Gatti, el Mono y Rene Higuita en Veracruz”.
A la hora de hablar de delanteros, Tavares tuvo la misión de marcar a goleadores de todo tipo. “Me acuerdo que cuando estaba en Monterrey, jugamos un amistoso contra el Real Madrid y me toco marcar a Hugo Sánchez. Otro delantero de jerarquía contra quien jugué fue el español Emilio Butragueño, que vino a cerrar su carrera en Atlético Celaya. De los delanteros argentinos me acuerdo de Oscar Dertycia cuando jugábamos el clásico entre Instituto y Racing de Córdoba. Ese delantero te aflojaba los dientes”.
A pesar de que no lo conocía personalmente, Richard Tavares fue invitado al casamiento de Diego Maradona. “Todo se dio porque Gabriela, que es la hermana de Claudia Villafañe es madrina de mi hija Nadina. Me acuerdo que cuando llegó el momento de sacarnos la foto con los novios yo me hacía el desentendido y fue Diego quien se acercó para saludarme y preguntarme cosas de Boca. Con el tiempo su familia nos invitó a Napoli a pasar unas fiestas con ellos y el trato que me dio Diego fue espectacular”.
¿Valió la pena el recorrido que hiciste en el fútbol?
Claro que sí, porque vengo de una familia humilde y a mi viejo no le alcanzaba para mantener a nuestra familia. Yo tenía un par de zapatillas y las usaba solo para ir a la escuela. Después andaba descalzo todo el día. Pero tuve un ángel grande que me fue guiando ante cada decisión que tenía que tomar. Ese ángel me ayudó a jugar al fútbol y de esa manera poder ayudar a mi familia.
¿De chico soñabas con ser jugador de fútbol?
Siempre quise tener una profesión porque de chico admiraba a la gente que usaba saco y corbata. El fútbol para mi era un divertimento que empecé a practicar en la inferiores de Wanderers de Montevideo. Pero mi crecimiento se daba naturalmente porque de Concordia siendo un chico llegué a Buenos Aires y con 17 años debuté en la primera de All Boys.
¿Cuándo comprendiste que el fútbol era tu medio de vida?
Cuando empecé a ganar plata y logré ayudar a mi familia me di cuenta que tenía que ir por más. Me daba una gran satisfacción ayudar a mi padre y mis hermanos. Logré no tentarme a pesar de vivir en Buenos Aires con 18 años y plata en el bolsillo. Si quería podía salir todas las noches pero yo tenía una meta clara. Y era consciente de que me estaba perdiendo mis mejores años de juventud.
¿Cuánto valor le diste haber jugado en primera?
Ya estaba metido en una bola donde lo único que quería era progresar en el fútbol. Para mí todo era poco y quería llegar mucho más lejos. Había llegado a Racing de Córdoba, ya estaba en primera pero yo me ilusionaba que podía seguir trascendiendo. En el medio se decía que la diferencia económica se hacía en el exterior, entonces yo quería jugar afuera.
En la cancha eras un cavernícola…
Pero todo tenía una razón. Como yo tenía cara de nene sentía que de alguna manera me tenía que hacer respetar. Entonces me dejé la barba y el pelo largo y encima era grandote. A eso sumale que pesaba como 90 kilos, entonces había que aguantarme. Con ese aspecto logré que la gente me ubicara rápidamente entre 22 jugadores.
¿Por qué te eligió Boca habiendo tantos defensores?
A pesar de haber descendido con Deportivo Italiano yo había tenido un buen torneo, donde pude hacer varios goles siendo defensor o volante de contención. Me acuerdo que enfrentando a Boca logré anular a Walter Perazzo en la cancha de Ferro y les ganamos 1-0. Me dijeron Boca o Independiente y no tuve dudas en elegir a Boca.
¿Con qué mundo te encontraste?
Al principio fue muy duro porque llegué en 1987 y no jugué ni siquiera un minuto. El técnico era Roberto Saporitti con el cual tuve una discusión porque prefería poner a un volante en el fondo teniéndome a mí. Casi terminamos a las trompadas. Fui a verlos a Carlos Heller y le devolví la plata que me habían dado de prima y le dije que yo había llegado a Boca para jugar. Después llegó Juan Carlos “Toto” Lorenzo y me dio la oportunidad que necesitaba. Me dijo ‘Usted tiene los huevos del caballo de Artigas. Ahora quiero que los ponga dentro de la cancha’.
¿Por qué ese gran equipo no pudo salir campeón?
Porque perdimos con Independiente de local y no le pudimos seguir el ritmo en la pelea. Fue el torneo donde si empatábamos definíamos el punto extra por medio de los penales. Como también jugábamos Copa Libertadores, al “Pato” Pastoriza se le hacía complejo exigirnos porque éramos un plantel demasiado corto. En la copa nos eliminó Olimpia por penales y yo lamentablemente erré uno. Era un equipazo donde jugaban Carlos Tapia, Claudio Marangoni, Juan Simon y Jorge Comas.
¿Recibiste la visita de “La 12″?
Sí, por supuesto. “El Abuelo” y los muchachos vinieron a buscar a Walter Pico porque les hizo un corte de manga luego de hacer un gol. Estábamos durmiendo y me llamaron Marangoni y Navarro Montoya para que fuéramos a charlar con ellos. Creo que Pico estaba debajo de su cama. Le explicamos que Pico era muy joven y no había podido contener su emoción. Por suerte terminó todo muy bien.
¿Te cansaste de Boca?
Veníamos de ganar la Supercopa con Carlos Aimar y Monterrey me ofreció un gran contrato. Carlos Heller quiso retenerme pero le dije que me quería ir. Con el tiempo te puedo decir que podría haber estado más tiempo en un gigante como Boca, pero yo siempre quería ir por mucho más. En Monterrey fui el capitán del equipo que consiguió su primer campeonato internacional y la gente a pesar del paso del tiempo me recuerda. Recién en México empecé a disfrutar de mi profesión. Tuve tiempo de bajarme de una ola gigante y logré relajarme mentalmente. Mirá si me sentía bien que estuve 10 años en el futbol mexicano. Tengo una casa en Monterrey y otra en Veracruz.
¿De qué manera llegó el final de tu carrera?
El final llegó de golpe a mis 35 años jugando en Veracruz. Por una mala salida de René Higuita, voy a disputar la pelota con el delantero y su rodilla choca con la mía, con tan mala fortuna que me rompió el cruzado. Pero tenía tantas ganas de volver que en cinco meses ya estaba listo. Empecé a jugar y logramos llegar a las finales. Y lamentablemente en un entrenamiento practicado centros, luego de saltar a cabecear cuando quiero pisar, siento la pierna floja. Se había roto el tendón de Aquiles. Fue tan grande la depresión que me fui a mi casa y no jugué más. Volví a la Argentina y puse una agencia de quiniela con mi hermano Edison.
¿Richard Tavares hoy hubiera valido mucha plata?
Yo nunca me consideré un gran jugador. Ahora si vos me metías en tu equipo yo te voy a defender a muerte. Una vez un jugador le dijo al técnico que estaba muy cansado y no podía correr más. El técnico le preguntó que si algún ser querido necesita una ayuda, él iría corriendo o caminando. Ese jugador recapacitó, se levantó y volvió a correr. Yo te aseguro que yo era ese, que por más que no daba más siempre estaba a tu lado.
Por Sergio Chiarito-TN