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Se enamoró por primera vez en su vida a los 46 de un hombre que conocía desde los 12

Verónica era muy chica cuando conoció a Ángel, pero algo en su mirada anticipaba el futuro. Volvieron a encontrarse 34 años más tarde y el destino hizo lo suyo

¿Qué vio Verónica en Ángel aquella primera vez? ¿El pasado que los unía, el futuro que los iba a reencontrar, o apenas a un “bicho raro” recién llegado a la ciudad desde Europa, como pensó él?

Ángel había emigrado con sus padres a Turín a los 9 años y ahora, con 26, estaba de vuelta en Bahía Blanca para ver viejos amigos y familiares. La nena de 12 que lo miraba “como nunca nadie lo había hecho antes” era su prima, aunque de ese parentesco se hablara poco y nada. Su madre y la de ella eran hijas del mismo padre, pero no habían compartido tanto como verdaderas hermanas. Eran otros tiempos y había secretos en los que ellos nunca indagaron. Tampoco podían indagar entonces en el por qué de esa conexión inmediata y atávica entre ellos. Y no se les cruzaría por la cabeza hacerlo hasta muchos años más tarde.

Ángel había emigrado con sus padres a Turín a los 9 años y ahora, con 26, estaba de vuelta en Bahía Blanca para ver viejos amigos y familiares (Imagen Ilustrativa Infobae)Ángel había emigrado con sus padres a Turín a los 9 años y ahora, con 26, estaba de vuelta en Bahía Blanca para ver viejos amigos y familiares (Imagen Ilustrativa Infobae)

Después de que se fue, Vero siguió escuchando hablar sobre Ángel en su casa: los lazos de su familia no eran tradicionales ni frecuentes, pero los seguían acercando, con todo y a la distancia. Como cuando la madre de Ángel llegó de Italia unos meses antes del cumpleaños de quince de Vero y con los diez dólares que le dejó de regalo –inflación mediante– se pagó toda la fiesta. Ella lo recuerda ahora como otra señal, otro mojón en una historia que estaba predestinada.

Claro que las comunicaciones de hace tres décadas no tenían la velocidad de hoy, y Ángel y Verónica fueron espaciando el contacto y las noticias del otro. No se vieron cuando, a los 20 de ella, él volvió a Bahía Blanca en otro viaje. “Yo ya me había puesto de novia con el que iba a ser el padre de mis hijos”, cuenta a Infobae Verónica, que se casó tres años después. Ángel no estuvo ni supo, para entonces ya se habían perdido el rastro casi por completo.

Para Verónica, que es docente, siguieron años muy duros. Siempre había querido ser madre, pero la espera fue larga y agotadora. Por doce años vivió sometiéndose a tratamientos, de desilusión en desilusión. Hasta que llegó su hija mayor, en 2009. En plena era de Facebook, posteó orgullosa la foto de la beba. Ángel le escribió para felicitarla. Retomaban contacto después de 24 años.

Se pusieron al día sin urgencia ni segundas intenciones: él le contó que nunca se había casado y no tenía hijos, llevaba una vida muy libre, viajaba mucho, trabajaba en una empresa de transportes y siempre tenía presente a su Argentina natal. Ella le habló de los años que había esperado a su hija, de su trabajo y de su matrimonio. “Una vida más llana y cruzada por los mandatos”, dice ahora.

Cuando Ángel le escribió para felicitarla por el nacimiento de su hija,  retomaban contacto después de 24 años. (Imagen Ilustrativa Infobae)Cuando Ángel le escribió para felicitarla por el nacimiento de su hija, retomaban contacto después de 24 años. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Cuando nació su hijo menor, en 2012, Vero sintió un quiebre. Se había pasado más de una década luchando por formar una familia, pero ahora que la tenía y volvía a enfocarse en ella y en su pareja, ya no encontraba amor ni razones. Su marido había sido su primer hombre, pero se daba cuenta de que nunca había estado realmente enamorada de él. El diálogo con Ángel se mantuvo intermitente: se saludaban para sus cumpleaños y se comentaban alguna foto cada tanto.

Siguió la separación y también un proceso personal intenso: cambió su estilo de vida, bajó de peso, se ocupó de su salud, entendió –cuando su ex marido cortó el vínculo con sus hijos– que la familia podía ser otra cosa, ellos. Estaba fuerte y en un buen momento cuando comenzaron a llegar las noticias de la pandemia, a principios de 2020. Italia era uno de los países más afectados y Vero pensó en Ángel. Le mandó un mensaje en Facebook por su cumpleaños ese 23 de marzo. Como no tuvo respuesta, se decidió a conseguir su teléfono. Le dejó un audio diciéndole que tenía ganas de hablar de manera más directa.

Dice otra vez que no hubo segundas intenciones, pero que le temblaron las piernas cuando recibió el mensaje de él, por escrito, diciéndole que la llamaba en cuanto llegara del trabajo. “En el fondo había algo más fuerte, aunque yo todavía no lo supiera”, explica Verónica.

Era 30 de marzo de 2020, la noche en que volvieron a hablar después de 34 años. “Hablábamos y nos quedábamos en silencio, regulando a ver qué decíamos y qué no, poniendo primera y dando marcha atrás por las dudas. Desde ese día nunca más cortamos la comunicación, o por mensaje o por teléfono, empezamos a estar pendientes todo el tiempo de lo que hacía el otro a miles de kilómetros”, dice Vero.

Entre canciones de Bowie y Pink Floyd se prometieron verse en cuanto las restricciones por el aislamiento lo permitieran. Llevó tiempo, pero como dice Verónica: “La música ya sabía que él y yo íbamos a bailar en algún momento”. El 24 de diciembre de 2020 a las 12 de la noche Ángel le mandó un mensaje: “Este es tu regalo de Navidad”, decía y adjuntaba el pasaje que había sacado para viajar a verla en abril. Tuvieron que esperar hasta septiembre porque los vuelos volvieron a restringirse. Las ganas de verse eran cada vez más grandes.

En lo que se convirtió en una charla permanente, muchas veces ella mencionó a sus hijos –”sus dos paquetes”– sin los cuales no estaba dispuesta a iniciar nada. La mayor tenía 13; el menor, 9. El siempre se mostró decidido: quería conocerlos. A Vero le daba miedo, tenía que cuidarlos también a ellos de una eventual frustración. Ángel la escuchó al teléfono y la tranquilizó en italiano: “Non avere paura”. Ella se tatuó la frase en el brazo, escrita con la letra de los dos.

El 27 de septiembre de 2021 se encontraron –se reencontraron– en Buenos Aires en un abrazo que fue interminable. Ahora ya no había dudas: Verónica sentía lo que no le había pasado nunca; estaba enamorada por primera vez a los 46 años.

Verónica se enamoró por primera vez a los 46 años (Imagen Ilustrativa Infobae)Verónica se enamoró por primera vez a los 46 años (Imagen Ilustrativa Infobae)

Pasaron unos días solos y después fueron a Bahía Blanca con los chicos. “A pesar mío, que quería protegerlos porque todo era muy rápido, mis hijos lo quisieron instantáneamente y él a ellos. ‘El paquete sos vos’, se ríen ahora. Desde el principio, igual que conmigo, fue como si se conocieran de toda la vida”, cuenta Vero.

Al día siguiente partieron los cuatro en un viaje por el Sur de la Argentina para conocerse sin intermediarios. El paseo terminó en Buenos Aires, con los tres despidiendo a Ángel en el aeropuerto. Volvió en enero de 2022 para estar en el cumpleaños de los chicos: su amor y su compromiso eran con todos. Esa vez, sabiendo que a él le gusta mucho Frida Kahlo, Vero lo llevó de sorpresa a una muestra interactiva de la artista que había en Buenos Aires. Hay una frase de Kahlo, en particular, que los remite a su historia: “Los ojos siempre le pertenecen a la persona que los hace brillar”.

Le pregunto a Verónica cómo es enamorarse por primera vez a los 46 años. Por un momento, ella, la profesora de Prácticas del Lenguaje, se queda sin palabras. Después confía: “Es volver a tener la mente de una adolescente, con todas esas ganas que una tiene cuando es joven y siente que tiene todo por delante. Te encontrás sorprendida de cuánto puede cambiarte la vida de un día para el otro. Y eso es muy movilizante y algo muy lindo para transmitirle a mis hijos”.

Con ellos viajó a Turín a visitar a Ángel en julio pasado: “Son tres años conviviendo telefónicamente y tres meses en persona”, le dice a Infobae. Ahora esperan el momento de la jubilación de él para elegir si van a vivir todos de aquel o de este lado del mundo, sabiendo que el mundo, el de ellos, es el lugar donde estén juntos: “Somos nosotros”.

Por Mercedes Funes-Infobae