La dirigencia que asistió al Teatro Argentino se fue convencida de que Cristina Kirchner no será candidata y que buscó levantar a Massa. Las presencias albertistas y el FMI.
La dirigencia que colmó la sala Ginastera del Teatro Argentino de La Plata salió con la sensación de haber escuchado el renunciamiento final de Cristina Fernández de Kirchner a una candidatura presidencial y se quedó con dos ideas centrales de su discurso: el respaldo a la gestión de Sergio Massa y la necesidad de que el peronismo elabore un programa de gobierno para las próximas elecciones.
“Como massista celebro la idea del programa de gobierno. Para nosotros es fundamental”, dijo a la salida la diputada nacional Marcela Passo. La dirigente del Frente Renovador fue parte de la delegación que Massa envió a La Plata para escuchar a la vicepresidenta. La presencia del massismo fue contundente: en las butacas estuvieron diputados y diputadas, tanto nacionales como provinciales, y más de una decena de intendentes.
Sobre el escenario, Cristina devolvió la gentileza. Mencionó al ministro de Economía por su nombre de pila, elogió su decisión de usar las reservas para intervenir en el mercado cambiario esta semana para frenar la corrida y la firma de “un muy buen acuerdo” con China para usar yuanes en el comercio bilateral. Massa no participó del evento, ya que a la misma hora estaba en Montevideo, donde viajó para sellar un acuerdo con la CAF por 690 millones de dólares.
En el escenario, la escuchaba la diputada nacional del Frente Renovador Mónica Litza, parte del grupo de seis dirigentes que fueron elegidos para armar la Escuela Justicialista Néstor Kirchner, que Cristina lanzó este jueves, al conmemorar los 20 años de las elecciones que lo consagraron como presidente. El grupo se completa con Nicolás Trotta (representante de la UMET y hombre de confianza del sindicalista Víctor Santa María), Virginia García (de la AFIP, muy cercana a la vice), Rodrigo “Rodra” Rodríguez (La Cámpora) y Claudia Bernazza (Instituto Patria).
“¿Si dejó pistas? Volvió a decir que ella no quiere ser y nombró dos veces a Sergio. Está bastante claro”, sentenció un exministro del gabinete cristinista, que salió entusiasmado por el discurso. Durante su charla, Cristina usó diversas fórmulas para responder a los cantos que pidieron por su candidatura presidencial. Sonrió y negó con la cabeza varias veces. Finalmente respondió: “No, no, Presidenta no. Acá no es casualidad que la única dirigente política que fue condenada, proscripta e intentaron asesinar es una sola”. Y aclaró que “no se trata de una persona, es necesario volver a construir programas de gobierno”.
El sector del cristinismo que le insistió hasta último minuto en que revisara su decisión de no ser candidata “a nada”, promesa que lanzó en diciembre de 2022, no quiso perder la esperanza. “Nosotros vamos a seguir insistiendo”, prometió uno de los integrantes de la delegación de sindicalistas que la visitó en el Senado a mediados de marzo, cuando Cristina deslizó que no pensaba irse a “cuidar a los nietos”.
La mención de la vicepresidenta a la necesidad de construir “un programa de gobierno” siguió la línea que había sembrado Máximo Kirchner en el acto que el peronismo porteño celebró el último sábado, en el estadio de Ferro. Allí, el diputado pidió que el peronismo elaborara un programa que todos los dirigentes del Frente de Todos (FdT) tuvieran el compromiso de llevar adelante para después “no tener dolores de cabeza”. Fue una alusión al contrato que el oficialismo no rubricó en 2019, cuando ganó las elecciones; y después, llegaron las tensiones internas con Alberto Fernández, a quien el kirchnerismo le reprochó haber roto el pacto electoral.
Alberto, ausente en cuerpo y espíritu
El Presidente no apareció en ningún pasaje del discurso de Cristina. Tampoco su reciente decisión de bajarse de la pelea por la reelección. La vicepresidenta lo ignoró de manera rutilante, como si el anuncio de Fernández no hubiera tenido ninguna relevancia interna. Disfrutó la presencia de dirigentes hasta ahora ligados al mandatario en la sala Ginastera y le agregó una dosis de revancha cuando destacó la presencia de “la ministra de Desarrollo Social”, Victoria Tolosa Paz, que tuvo un lugar reservado en la galería central junto a su marido, Enrique “Pepe” Albistur, exsecretario de Medios de Cristina y amigo del Presidente.
Además de Tolosa Paz, en el Teatro Argentino también hubo otros integrantes del gabinete que estuvieron en otro tiempo más cerca del Presidente, como el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, y el ministro de Ciencia, Daniel Filmus. El diputado Leandro Santoro también dio el presente. La ministra y el dirigente porteño fueron los dos elegidos por Fernández para encabezar las listas de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires y la Ciudad, respectivamente, en 2021.
Aunque tenía previsto concurrir, a último momento se bajó del evento el vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos, que se quedó reunido con el Presidente y el titular de la SIGEN, Carlos Montero. Olmos es uno de los pocos integrantes del elenco original albertista que tiene diálogo directo con Cristina. El cristinismo saboreó esas asistencias como una victoria en la guerra con Fernández, al compás de la consolidación de la alianza con Massa.
La noche que eligió subir al ring del debate a las ideas que predica Javier Milei y buceó en la historia reciente para explicar su rechazo a la dolarización, Cristina también dejó pistas para el futuro en la relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que se llevó una porción central de los 75 minutos que duró el discurso.
Hasta el sindicalismo antes más cercano al Presidente pasó por La Plata. Entre las asistencias sorprendió la del líder del gremio de Alimentación, Rodolfo Daer. “Todo por la unidad del peronismo”, dijo el cegetista. Su sector milita por la candidatura de Massa.
CFK, Massa y el FMI
La posición frente al organismo será el factor fundamental que marcará, hacia adelante, el vínculo entre Cristina y el ministro de Economía. La vicepresidenta dejó sus pautas: insistió en que “nadie dice que no hay que pagar”, pero remarcó que hay que “revisar las condicionalidades” y calificó el acuerdo como “inflacionario”. “Más allá del tema de las sobretasas, más adelante tendremos que ver que las sumas que se paguen estén atadas al superávit comercial”, dijo.
“Ya marcó diferencias entre el acuerdo vigente y lo que está negociando Sergio. Da la sensación de que lo ungió, ¿no?”, dijo a la salida un dirigente del conurbano bonaerense que también dialoga con el Presidente. Entre las consideraciones positivas estuvo la decisión política del ministro de utilizar reservas para frenar la corrida cambiaria, a contramano de lo que permitía el organismo. También dijo que escucha que en el FMI “hay halcones y palomas”. Aunque no lo reveló, pudo interpretarse que la descripción pertenece al ministro que más dialoga con el organismo.
Al pasar, le pegó al último funcionario que Fernández sostiene a pesar de las críticas de Massa, Miguel Pesce. “Parte de las discusiones que tuvo el anterior ministro (Martín Guzmán) no las tuvo conmigo. Las tuvo con el Banco Central”, apuntó. Y graficó: “En este Gobierno tuvimos superávit de 45 mil millones de dólares. Pero una parte importante se fue en pago de la deuda de empresas en dólares. Eso se pudo haber evitado”. La decisión sobre el pago de la deuda privada se le adjudicó entonces a Pesce.
Cómo será el nuevo acuerdo que negocie Massa con el FMI es un punto clave en el vínculo con el cristinismo, que criticó siempre en duros términos el pacto que selló su antecesor. Con la carta de la sequía en la mano y el apoyo político que no Guzmán, Massa confía en conseguir mejores condiciones que puedan seducir al Instituto Patria. El desafío de Cristina y Massa, ahora en sociedad, será explicarlo ante la ciudadanía, en pleno proceso electoral.
Por Gabriela Pepe – Letra P