El Presidente sufre la cuarentena infinita, se aisla y no encuentra salidas. “Perdimos la pelota”, grafica un ministro. Relato mediático versus buenos números.
Difícil para Alberto Fernández salir ileso del ataque de una pandemia que entró en su momento de mayor agresividad en camino a los cinco meses desde el inicio de la cuarentena. El pico de muertos y contagios de los últimos días confirma que no hay certeza sobre la duración del virus ni sobre su capacidad de daño en los países que tomaron precauciones. Hace dos semanas, cuando el Presidente anunció la apertura relativa que ahora se extiende, las víctimas mortales eran 2.220; una semana después, habían llegado a 2.893 y ahora ascienden a 3.558. Mucho si se mide el ritmo creciente de un “enemigo” que no deja ver cuántas reservas le quedan; poco, comparado con lo que pasa en la mayor parte de los países de la región.
La curva se eleva de manera preocupante porque la disponibilidad de camas comienza a ser más estrecha y porque hay hospitales y sanatorios con personal insuficiente para enfrentar al Covid-19. Mientras el temor al desborde no sólo subsiste sino que se incrementa, la sociedad se muestra “agotada” por la cuarentena, según la definición de Máximo Kirchner en la Cámara de Diputados, y un sector que le perdió el miedo al virus se rindió al relajamiento.
Fernández lo sabía cuando su popularidad tocaba el cielo de las encuestas: ese apoyo casi unánime al “comandante” no podía durar. Es ahora cuando percibe con más fuerza el cambio en el humor social, el recrudecimiento de la tensión política y la debilidad financiera para lanzar una intervención estatal mucho más amplia. Es lógico que los mensajes del Presidente con Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof no generen la misma atención que provocaban en marzo y abril. No hay un horizonte posible para señalar y sólo se trata de seguir con el aislamiento y el cuidado hasta que pase lo peor. Todos los planes de “postpandemia” son un contrasentido hasta que la vacuna no aparezca. Lo que puede haber, en el mejor de los casos, es una “postcuarentena” que tampoco tiene fecha de inicio.
POR DÓNDE SALIR. En ese contexto, la reforma judicial abrió un nuevo foco de conflicto con la oposición y elevó un poco más los decibeles de la polarización en el mundillo de la política. Para salir de la defensiva, el Presidente necesitaba abrir otro eje de discusión y lo hizo con un proyecto de campaña que delata la intervención de Cristina Fernández a través de Carlos Beraldi y de la consigna de ampliar la Corte que Alberto rechaza pero habilita.
En el oficialismo, están los que se preguntan si no era mejor avanzar con la legalización del aborto, otra promesa del candidato Fernández que tal vez hubiera generado un debate más transversal y hubiera evitado que la oposición volviera a unificarse. Son opiniones encontradas que circulan en el heterogéneo Frente de Todos y funcionan como síntoma de la dificultad para salir adelante en un contexto de lo más difícil. Como le dijo a Letra P un gerente de un medio: “Las líneas internas están expuestas; es muy distinto a lo que fue el kirchnerismo y mucho más parecido al tiempo del menemismo, cuando hablaban todos y pasaban información”. Casi dos meses después del anuncio de expropiación, el retroceso en Vicentin y la autocrítica de Fernández, que pensaba que “la gente iba a festejar”, muestra que no aparecen las alternativas superadoras ni los caminos sin contradicciones.
CON QUIÉN HABLAR. Hacia el interior del Gobierno, también aparecen las dudas. Se lo dijo esta semana a este portal un ministro que conoce bien al Presidente y lo ve ensimismado: “Perdimos la pelota y todo el tiempo tenemos que defendernos. La devolvemos, pero enseguida nos meten en un arco”. Así se siente una parte del gabinete que no tiene el trato habitual que quisiera con Fernández y mantiene con él un contacto ocasional para resolver temas puntuales. Cercado por la peste, la crisis y la deuda, el profesor de Derecho Penal eligió tener 20 ministros y no hace reuniones de gabinete. Encierro obligatorio mediante, una parte de ese elenco ahora lo ve rodeado por cuatro o cinco colaboradores en Olivos y son los únicos que tienen acceso cotidiano a él. “No entrás. No escucha”, dicen.
Encierro obligatorio mediante, una parte de ese elenco ahora lo ve rodeado por cuatro o cinco colaboradores en Olivos y son los únicos que tienen acceso cotidiano a él. “No entrás. No escucha”, dicen.
La comunicación es un tema primordial en el estilo Fernández, tan acostumbrado a hablar con medios y periodistas en on y en off the record. Mientras algunos comunicadores del oficialismo coinciden con Aníbal Fernández y reclaman que los ministros “pidan la pelota” en un gabinete que aparece deslucido y sin figuras de peso, hay fusibles que dicen que fue el Presidente el que, más de una vez, bajó la orden de que no hablen los ministros. Tal vez para evitar contradicciones, tal vez por creerse autosuficiente, pero lo cierto es que lo hizo y recién ahora aparecen hallazgos como el de Cecilia Todesca, reconocida desde distintos sectores.
A la inversa, Fernández se sobreexpone en entrevistas con periodistas afines que a veces se estiran durante una hora y terminan con el Presidente recomendando series de Netflix. Quizás los propios vean en ese tipo de manifestaciones a un jefe de Estado cercano a cierta clase media, pero, en plena crisis con cierre de empresas, caída de demanda y aumento de la pobreza y el desempleo, pueden sonar a extravío para gran parte de la población.
Con ese tipo de manifestaciones y el uso que la oposición hace de opiniones del Alberto de ayer que contradicen al de hoy, la palabra del Presidente, base de su autoridad, vuelve a quedar cuestionada. Fernández contribuye.
UN DOBLE GAP. La misma pandemia que había elevado la popularidad de Fernández es la que ahora complica sus planes. Esa dificultad es aprovechada desde las fuerzas que apostaron a Mauricio Macri para desgastarlo. Sin embargo, para el encuestador Federico Aurelio, el alcance de ese bombardeo es de lo más acotado. “Hay un gap muy grande entre la opinión pública y la opinión publicada. Si uno mira la televisión o lee los portales, el Gobierno sale muy mal parado y, en el mejor de los casos, en una aparente paridad entre los que critican al Gobierno y los que lo respaldan. Pero, cuando hago las investigaciones y pregunto, me encuentro con un escenario que no tiene nada que ver. Tanto Fernández como Larreta y Kicillof tienen un claro saldo favorable”, le dijo el director de Aresco a Letra P.
Aresco registra una caída de la imagen presidencial con respecto al pico histórico de los primeros meses, Así y todo, hoy Fernández está entre ocho y diez puntos por encima de lo que tenía al inicio de la pandemia.
Esa “confusión en el estado de situación” que registra el consultor es producto de una oposición social, política y mediática tan activa como agresiva, que logra arrinconar en la crónica cotidiana al oficialismo y tiene garantizado el rating de especialistas y convencidos. Pero que, de acuerdo a sus mediciones permanentes, no logra trascender un Círculo Rojo que aparece desligado de las preocupaciones de la mayoría de la población.
Los números de Aresco registran una caída con respecto al pico histórico de los primeros meses, donde el Presidente llegó a superar el 80% de adhesión, cifra sólo comparable a la que Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Néstor Kirchner rozaron por momentos. Así y todo, hoy Fernández está entre ocho y diez puntos por encima en imagen de lo que tenía al inicio de la pandemia. Según el último sondeo que cerró Aurelio este viernes 31 de julio, AF tiene una imagen positiva del 61% en el Área Metropolitana. Dos semanas antes, un estudio le había dado 63% a nivel nacional.
Dice Aurelio: “La actuación del Gobierno frente a la pandemia sigue teniendo casi 78% de valoración positiva y el reclamo de levantar la cuarentena no llega al 20%”, dice. El contraste está en la situación económica, donde sólo uno de cada tres consultados mantiene su nivel de ingresos previo a la emergencia del Covid-19 y las expectativas son negativas en la mayoría de los encuestados. Es ahí donde Aurelio encuentra un segundo gap, entre la traumática realidad cotidiana y la valoración positiva con respecto al Presidente y a su gobierno.
¿Cómo hace Fernández para sostenerse en este marco? “Es una muy buena pregunta. La gente hoy no lo está haciendo responsable de las dificultades. Cuando pase la pandemia, es probable que salga con un saldo favorable, pero le van a quedar todos los problemas y ahí sí puede empezar a ser juzgado por la profundidad de la crisis”.
Por Diego Genoud – Letra P