Desde 2015, Rusia ha intervenido en el conflicto sirio ante la pasividad de Occidente. ¿Cómo ha afectado esto a su política exterior? ¿Por qué Putin cree que puede ejercer su poder impunemente fuera de sus fronteras?
Desde el inicio de la ofensiva rusa en Ucrania, muchos se preguntan cuáles son los objetivos de Moscú y cómo se puede frenar el expansionismo de Vladimir Putin. Pero para entender lo que ocurre actualmente en las fronteras exteriores de la UE, es necesario mirar a Oriente Medio.
Desde septiembre de 2015, Putin interviene en la guerra siria del lado de su aliado histórico, el presidente Bashar al Assad. El objetivo es claro: Assad debe seguir en el poder. Rusia ha probado casi todos sus sistemas armamentísticos en Siria. El presidente ruso lleva tiempo desafiando a los Estados occidentales.
Primero, en 2013, tras el uso de armas químicas por parte del régimen sirio y la declaración de Obama de que esta vez se había cruzado la línea roja. La anunciada reacción de Occidente no llegó a materializarse, y Rusia se anexionó Crimea seis meses después. A continuación, Putin puso la mira en el Mediterráneo y envió al Grupo Wagner para apoyar a las tropas sirias sobre el terreno.
En 2015, Moscú oficializó la alianza sirio-rusa y aumentó su presencia, especialmente en las bases militares locales que están justo a las puertas de la OTAN. La comunidad internacional podría haber frenado a Moscú en cada una de sus maniobras, pero permaneció de brazos cruzados.
La periodista y directora Édith Bouvier viajó a Rusia, Siria, Europa y Estados Unidos para llegar al fondo de la operación militar rusa en Siria. ¿Hasta qué punto ha influido esta ofensiva en la política exterior del Kremlin de los últimos diez años?