La nueva ola de protestas de jóvenes en Daca puso en evidencia los problemas de fondo sin resolver en un país que hace medio siglo clamaba por la ayuda del mundo y hoy es una potencia textil exportadora bajo el liderazgo hegemónico de Sheikh Kasina (2009), pero con crecientes dificultades financieras y una deuda social que echan sombras sobre el “milagro” bangladesí.
Una masiva protestas de jóvenes en Bangladesh, la segunda en seis años contra un sistema de cuotas de empleos públicos por el que se sienten discriminados, dejó al desnudo los problemas políticos, económico y sociales de este país de 174 millones de habitantes que busca dejar definitivamente atrás su pasado de subdesarrollo.
La represión de las manifestaciones, que comenzaron el 1 de julio en la Universidad de Daca y se extendieron a otros campus de la capital, dejó 150 muertos y cientos de detenidos, al país bajo un toque de queda y a la capital, militarizada.
Los estudiantes exigen la derogación de un reinstaurado sistema de cuotas que reserva hasta 30% de los empleos gubernamentales a combatientes -y familiares- de la guerra de independencia contra la vecina Pakistán en 1971, la mayoría afiliados a la oficialista Liga Awami, que lideró aquella etapa histórica.
El sistema de cupos fue instaurado en 1972 por el fundador bangladesí, Sheikh Mujibur Rahman, después derogado por su propia hija, la premier Sheikh Hasina (foto) en 2018, y reimpuesto ahora por el Tribunal Supremo ante una demanda.
El movimiento estudiantil alega que los cupos benefician a militantes oficialistas y pide un sistema basado en méritos. Hoy, un 56% de los empleos públicos están reservados, y la mayoría para los familiares de veteranos de la independencia.
Ante la reacción y los enfrentamientos, el Tribunal Supremo suspendió su propio fallo, que reintrodujo las cuotas derogadas en 2018 por Hasina, cuando se rebajó el cupo de 30% a 5%, con otro 2% para minorías étnicas o con discapacidades.
La Liga Awami de Hasina se movilizó para oponerse a las manifestaciones y terminó convirtiendo las protestas pacíficas en violentos choques en campus y calles.
El gobierno impuso un apagón de las comunicaciones, desconectó Internet y bloqueó líneas telefónicas, arrestó a un millar de líderes, activistas y opositores. Hasina dijo que mantendrá un tiempo el toque de queda y atribuyó la violencia al Partido Nacionalista de Bangladesh y al Jamaat-e-Islami y sus alas estudiantiles.
En las elecciones de enero, Hasina se aseguró otros cinco años en el poder cuando la oficialista Liga Awami y sus aliados ganaron 225 de los 300 escaños. El opositor Partido Nacionalista de Bangladesh boicoteó los comicios y denunció fraude.
Antes y después
El malestar disparado por el fallo del Tribunal Supremo sobre los cupos debe leerse en el contexto del estancamiento del crecimiento del empleo en el sector privado, que presiona sobre el empleo público, con aumentos salariales regulares frente a la inflación anual de casi 10%, además de otros privilegios de estabilidad laboral.
Las cuotas reducirían la oferta de empleos públicos abiertos a todos y perjudicarán a los aspirantes que quieren competir por antecedentes, cuando el desempleo juvenil aumenta y casi 32 millones de jóvenes no tienen trabajo ni estudian.
La economía, segunda exportadora mundial de prendas de vestir, una actividad de la que a su vez depende el 85% del Producto Interno Bruto (PIB) del país asiático, se ha estancado y ve debilitadas sus reservas internacionales.
Según el Atlantic Council, los últimos años pusieron en entredicho varias décadas de salida de Bangladesh de su angustiante situación de sus primeros años como país, cuando se hacían colectas internacionales para ayudarlo, incluyendo al sensible beatle George Harrison.
Apenas declarada la independencia, el 26 de marzo de 1971, el Ejército de Pakistán lanzó una ofensiva brutal contra los separatistas, con un costo de entre 500.000 y 3 millones de vidas. Los combates, junto con inundaciones y ciclones devastadores, habían convertido al nuevo país en uno de los lugares más indigentes de la Tierra.
En 1972, destacó The Economist, el PIB por persona era casi 40% inferior en Bangladesh que en Pakistán. Pero en 2021 ya era un 40% superior. La economía crecía al 8% anual antes de la pandemia, el ritmo más rápido de toda Asia. Hasta 2024, el crecimiento promedio del PIB era del 7% durante la última década y sin un solo año de contracción en tres décadas.
La mortalidad infantil, que solía ser más alta que en Pakistán e India, fue en 2021 más baja. Un bangladesí típico vivía entonces tres años más que el indio medio y cinco años más que el paquistaní medio.
Las mujeres de Bangladesh, en particular, vivieron grandes mejoras: tienen más probabilidades de haber asistido a la escuela, de poder leer y de tener un trabajo que sus contrapartes en India y Pakistán. También tienen menos hijos, aunque Bangladesh sigue siendo el octavo país más poblado del mundo.
Causas mayores
Al cumplir sus primeros 50 años de independencia, el país era señalado como ejemplo de éxito y sus exportaciones textiles “Made in Bangladesh” daban vuelta al planeta. Pero los datos económicos recientes y las proyecciones del Banco Mundial describen vientos en contra y riesgos sociales (la proyección de aumento del PIB de 5,6% quedó en un alza de 3,7%, y después de tocar un 9,3% en 2022).
Según los mismos expertos, la crisis bangladesí, que se hizo evidente en 2022, se gestaba desde hace tiempo. Ya hace dos años, Bangladesh recurrió al FMI y a otros prestamistas internacionales para evitar un colapso con nuevos préstamos, sumados a otros existentes. Así, por primera vez, la deuda externa superó los cien mil millones de dólares a finales de 2023 (en sólo ocho meses pagó 2.030 millones).
Como consecuencia, igual que en otros países en desarrollo con restricciones externas, caen las reservas (a menos de los 19 mil millones de dólares) y aumenta el déficit externo de pagos a niveles de riesgo. A cambio de asistencia por 4.200 millones de dólares, el FMI le impuso en 2022 un programa monetario muy estricto.
En la clase media y los sectores más pobres, la inflación anual de 9,6% causa todavía más dificultades. Para peor, el gobierno volvió a subir en marzo el precio de la electricidad (en 2023, había subido tres veces la electricidad y el gas).
Según el Banco Mundial, la historia destacada de reducción de la pobreza de Bangladesh tuvo un punto culminante en 2015, cuando alcanzó el estatus de país de renta media-baja en 2015, y en 2026 puede todavía salir de la lista de Países Menos Adelantados (PMA) de la ONU en 2026.
La pobreza se redujo del 11,8% en 2010 al 5% en 2022, sobre la base del umbral internacional de pobreza de 2,15 dólares al día, y la pobreza moderada se redujo del 49,6% en 2010 al 30,0% en 2022.
El Banco Mundial recomienda a Bangladesh diversificar sus exportaciones más allá de las de prendas de vestir (85% de las ventas al exterior, por 47 mil millones de dólares, y 10% del PIB), además de resolver de una vez su vulnerabilidad del sector financiero externo con una reforma fiscal que genere más ingresos nacionales para su desarrollo autónomo.
“Tenemos que diversificar nuestros productos e incorporar nuevos artículos a nuestras canastas de exportación”, reconoció Hasina este año, en alusión a los dispositivos digitales, los productos farmacéuticos y las industrias ligeras y medianas. , vehículos de motor y vehículos de motor electrónicos, y sectores de procesamiento de alimentos.
Por ahora, y en medio de las protestas de jóvenes, se preveía que por la crisis financiera casi un millón de bangladesíes engrosaran las filas de pobres (2,15 dólares al día) que ganan menos de 3,65 dólares al día y que otro medio millón cayera en la de pobres extremos, que hoy es de 5,1%.
“La elevada inflación presionará sobre el consumo, mientras que el racionamiento de divisas limitará la inversión privada”, afirma el informe del BM, y la desigualdad que también alimentó las manifestaciones permanecerá estancada.
Ello, sin contar el aumento de la deuda, que se proyecta hasta 38,5% del PIB 2025-2026, según el propio gobierno. La deuda interna para 2024-25 se proyecta a su vez al 23,2%, casi dos tercios de la deuda total.