El Gobierno sueco afirma que el tiempo excesivo frente a las pantallas está provocando una grave crisis de salud en los jóvenes, tanto mental como física. Se está preparando una nueva legislación.
En 2017, la estrategia quinquenal de digitalización de Suecia para las escuelas tenía entre sus objetivos “crear más oportunidades para la digitalización, lograr un alto nivel de competencia digital (especialmente entre los niños, los estudiantes y los más jóvenes), así como promover el desarrollo del conocimiento y la igualdad de oportunidades y de acceso a la tecnología”.
Ahora Suecia es el segundo país de la Unión Europea, después de Dinamarca, con mayor uso de Internet. Al Gobierno le preocupa que los jóvenes se mantengan conectados largo tiempo en las aulas. El ministro de Asuntos Sociales y Salud Pública, Jakob Forssmed, está liderando un esfuerzo para que los estudiantes reequilibren la vida real y los reels de TikTok.
Nada de celulares en toda la jornada escolar
“Las escuelas tienen la responsabilidad de preparar a los niños para el mundo”, afirma Forssmed. “Pero, Dios mío”, prosigue, abriendo las manos en un gesto de consternación, “lo que estamos viendo ahora es otra cosa”. Según Forssmed, los estudiantes suecos sufren trastornos generalizados y un declive de sus capacidades físicas e intelectuales debido a las horas que pasan conectados a Internet.
“No saben cortar con tijeras. No pueden trepar a un árbol. No saben caminar para atrás porque están sentados con sus teléfonos móviles”, enumera Forssmed a DW, en el marco de una entrevista que tiene lugar en el ministerio, en Estocolmo. “También estamos viendo cosas como enfermedades que normalmente afectaban a ancianos y personas de mediana edad, que ahora acechan a los jóvenes” debido a la falta de actividad física.
Por eso, Forssmed está presionando para que las restricciones a los dispositivos digitales personales en la escuela se consagren en la legislación nacional, haciéndolas obligatorias y no sólo recomendadas, como ocurre actualmente.
La propuesta de la nueva ley gubernamental haría posible que los alumnos de hasta noveno curso no tengan acceso a sus dispositivos durante todo el tiempo que pasen en la escuela, incluidos los recreos.
Sus argumentos se ven reforzados por las nuevas directrices publicadas a principios de este mes por la Agencia Sueca de Salud Pública, que aconsejan que los niños menores de dos años no pasen nada de tiempo frente a la pantalla, los niños de dos a cinco años una hora en total, los de seis a 12 años dos horas como máximo y los adolescentes, tres horas como máximo.
Pegados a los teléfonos
Patrik Sander, vicealcalde de la ciudad de Malmö, en el sur de Suecia, dice a DW que el instituto de secundaria donde trabaja lleva años retirando los teléfonos móviles, aunque los alumnos los recuperan a la hora de comer. Según explica a DW, esta política se tuvo que poner en marcha porque había señales de comportamientos “al borde del mal uso y la adicción” y que, cuando se retiraban los dispositivos durante las clases, aún se podían ver las “manos de los alumnos buscándolos”. “Así que me asusté un poco cuando vi esto”, relata, “y no por mí, sino por ellos”.
Otro comportamiento perturbador que Sander espera que se frene con la confiscación es el acoso escolar: a alumnas de su centro les han hecho fotos clandestinas en los vestuarios del gimnasio, por ejemplo, para después difundirlas.
Niña de 11 años: “Nos volvemos adictos”
La concienciación sobre los riesgos de la adicción parece estar funcionando con los alumnos de primaria de Arsta, un suburbio de Estocolmo, donde los alumnos depositan sus móviles por la mañana en bolsas hechas a mano por ellos mismos y sólo los recuperan al final del día. Los cuatro alumnos de 10 y 11 años entrevistados por DW de forma independiente, sin profesor, admitieron que, sin este sistema, les costaría mucho concentrarse en la escuela.
“Usamos mucho Snapchat y TikTok y, a veces, te vuelves adicta”, explica Emma, “así que no quieres dejar el teléfono”. “Si lo tienes al lado, siempre quieres mirarlo”, añade su compañera Livia.
Por su parte, Lucas dice que, aunque pudiera recuperar su teléfono durante la pausa para comer, preferiría jugar al fútbol con sus amigos, pero que, durante las clases, tendría la tentación de utilizarlo. Esia, por su parte, reconoce que no prestaría atención en las clases.
“Lo más probable es que me dejara absorber por el teléfono”, admite, y añade que esto se debe a que, en comparación con el celular, la escuela es “muy aburrida”. Esia asegura que pasa tres o cuatro horas al día conectada fuera de la escuela, mientras que los otros tres alumnos explican que los dispositivos se bloquean automáticamente después de dos horas o dos horas y media.
Esta es una de las razones por las que a la profesora Asa Lind le gustaría que los centros añadieran más restricciones. “Creo que podríamos echar un vistazo a cómo utilizamos nuestras jornadas escolares y realmente limitar y restringir para los niños más pequeños el uso de pantallas durante la clase”, dice, “porque creo que es mucho el tiempo que tienden a pasar sentados solos con auriculares en la computadora haciendo tareas”.
Por Teri Schultz-DW