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Tata Yofre, el caballero oscuro vuelve a ascender

El primer Señor 5 de la era Menem formará espías para la causa libertaria. Esoterismo, farándula y negacionismo, los hilos que lo conectan al Presidente.

El desembarco del Tata Yofre (Juan Bautista, en el DNI) en la dirección de la Escuela Nacional de Inteligencia, una de las patas de la nueva SIDE que diseñó el poderoso Santiago Caputo, confirma la relación estrecha que vincula a Javier Milei con la tropa menemista que gobernó el país entre 1989 y 1999.

Yofre conoció a Milei en 2021 y se convirtió en un ideólogo del ahora presidente: reivindicación del terrorismo de Estado, negación de los crímenes de la dictadura, admiración por Margaret Thatcher y coqueteo con lo que llama el “neoperonismo”, un peronismo conservador dispuesto a darle la espalda al pueblo trabajador y a los ideales socialdemócratas; un peronismo privatista y negacionista, dispuesto a embargarse en las guerras occidentales con un apoyo irrestricto a Estados Unidos.

Tata Yofre, esoterismo con champagne

En los 90, el Tata se convirtió en un símbolo de esa época. No sólo por su cercanía con la campaña de Carlos Menem y sus servicios para la salida del poder de Raúl Alfonsín. No sólo por su disposición a indultar a los militares acusados de delitos de lesa humanidad. No sólo por la visión sesgada de Perón y la defensa explícita de las acciones de López Rega en el preámbulo de la dictadura.

Yofre construyó una de las imágenes del menemismo. Un hombre seguro de sí mismo, que se ufanaba de usar corbatas de seda cuando nadie las llevaba, proclive a los circuitos de poder y al esoterismo, de excelente trato, con la capacidad de explicar las acciones más atroces sin arquear las cejas. Un cómplice excelente y funcional que no sólo cobró relevancia como asesor, sino que convirtió su vida privada en un show mediático con su casamiento con Adriana Brodsky, la bebota de Olmedo, una de las mujeres mas deseadas de la época.

Un bon vivant con aires de oligarquía, pero con la necesidad de trascendencia mediática que caracterizó a los funcionarios de Menem. Deseaban poder y fama. No sólo tenían un proyecto político económico, también atesoraban deseos más mundanos: el champagne, las mujeres y el dinero.

Masonería y financiamiento

-¿1.250 millones de dolares?

Preguntó Yofre.

El hombre retacón asintió con una sonrisa.

Era abril de 1995 y el Tata se desempeñaba como secretario de Donaciones de la Presidencia de la Nación. Frente a él, Miguel Angel de Foruria y Franco le ofrecía una suma millonaria a cambio del status diplomático de la Liga Universal Francmasónica (LUF), con sede en España.

Muchas figuras del gabinete de Carlos Menem declinaron la invitación, conscientes de que la LUF no era bien recibida por la masonería oficial y sus integrantes habían sido acusados de estafas y negocios turbios, pero Yofre recibió con beneplácito a sus nuevos contribuyentes y donó parte del dinero por televisión al pueblo de Atamisqui, en Santiago del Estero, de la mano de su esposa, la rubia de Olmedo.

Tata Yofre, el espía que era tapa de Gente por su romance con Adriana Brodsky, la chica Olmedo del momento.

Tata Yofre, el espía que era tapa de Gente por su romance con Adriana Brodsky, la chica Olmedo del momento.

No se sabe a ciencia cierta cuál es su relación con la masonería, especialmente luego de que las diferentes ligas masónicas se convirtieran en reductos de hombres de poder, políticos, funcionarios, multimillonarios sospechados, con las viejas bases de una lealtad inequívoca entre sus miembros; una lealtad parecida a la omertá siciliana de la Cosa Nostra. Pero, así como el Brujo López Rega se identificaba como masón, el Tata le abrió las puertas del gobierno menemista y mantuvo durante años relación con Mario Mortera, presidente de la LUF. Incluso lo invitó a Buenos Aires con gastos pagos por el Estado nacional.

Tata Yofre & Javier Milei

La veta esotérica recorre la política argentina desde el comienzo y ahora está en su punto cúlmine con la llegada de Milei al poder, que no oculta su extraña relación con Conan, su perro muerto, y las directivas que le da desde el más allá su mascota a través de una medium.

Acaso en un reflejo más opaco de aquel glamour noventoso, Milei, un producto de la televisión, llegó al poder del brazo de una celebridad de las tablas. Su noviazgo con la imitadora Fátima Florez le dio omnipresencia en la prensa chimentera y hasta 15 minutos de fama en las tablas de la temporada marplatense con un beso amateur que no calentó la pantalla.

El aterrizaje del Tata Yofre en los servicios de inteligencia del gobierno libertario no sorprende, tampoco, cuando integrantes de la bancada oficialista de la Cámara de Diputados realizan públicamente una visita a Alfredo Astiz, condenado por la violacion, tortura y muerte de decenas de militantes de izquierda durante la dictadura; el ángel rubio que se infiltró en los primeros grupos de derechos humanos y sentenció a muerte a las monjas francesas.

El Tata se convirtió en la cara del negacionismo luego de la publicación de Nadie fue en 2006, tres semanas después de la desaparición de Julio López. En su primer libro, reivindica a los grupos de tareas que actuaron durante la presidencia de Isabel Perón. En la presentación, en el Ateneo Grand Splendid, se sacudían con consignas anticomunistas los embriagados espectadores.

Milei lo considera uno de sus gurúes políticos y espirituales. No sólo comparten una visión anticomunista que parece de otra época. También, proyectan su decisión implícita de arribar a la liberación de los genocidas detenidos.

En 2007, Yofre continuó su saga literaria con Fuimos todos. Cronología de un fracaso (1976-1983). En la portada, Jorge Rafael Videla conversa amablemente con algunas personas en Usuahia, en una clara maniobra de humanización.

“Milei es neoperonismo”, declaraba Yofre cuando el anarcocapitalista apenas había ganado las elecciones.

En una entrevista con Joni Viale, vestido de manera impecable con una camisa a rayas y un saco azul, respondía las preguntas con soltura y ese aire de misterio del que sabe mucho más de lo que está dispuesto a decir.

“El mayor regalo que me hizo Milei es que ahora en las redes me siguen 60.000 jóvenes y en cada acto piden hacerse fotos conmigo”, dijo, encantado de volver a la pantalla.

En esa misma entrevista hizo una declaración temeraria, de esas que el Presidente regala todos los días, pero que en Yofre no son demasiado frencuentes. “El padre de la democracia no fue Raul Alfonsin. La madre de la democracia fue Margaret Tatcher. Con ella se terminó la dictadura”.

No oculta su admiración por la exmandataria inglesa y eso no impide que ocupe la dirección de la Escuela Nacional de Inteligencia, el cargo que asumirá el miércoles que viene. Se ha ganado el respeto y la simpatía de Javier Milei y es uno de sus defensores acérrimos.

En este contexto, la nueva SIDE se presenta como el poder oculto de un gobierno institucionalmente débil, sin financiamiento extranjero y con el ánimo de reciclar las metodologías obsoletas del espionaje interno y la represión popular.

“Se aplicara la ley”, dice Juan Bautista Yofre en relación a las manifestaciones. La incógnita es cuál de todas las leyes que el Gobierno pretende cambiar con las facultades delegadas.

El Tata vuelve para hacerle justicia a lo más rancio de las Fuerzas Armadas. En este varieté de funcionarios que asumen y son despedidos, Yofre sabe que saldrá indemne. Su función lo representa demasiado bien. No es de alto perfil, le permite negociar y conocer los entretelones del nuevo gobierno y él sabe que esta vez, como todas las demás, será inmune ante un eventual fracaso de la aventura libertaria, con su corbata de seda anudada al cuello.

El riesgo lo corren otros, más expuestos a las rencillas y a los medios en la primera línea de un gobierno que es un polvorín. Impoluto, oligárquico y espléndido, el Tata no arriesgará el pellejo.

Por Carla Castelo-LP