Leonardo C., también adicto, con una larga historia de causas e internaciones, fue condenado a ocho años de prisión. Su descargo, el relato de su víctima y la figura que eligió la Justicia para el veredicto
El 31 de enero de 2023, Leonardo C. entró a un local de ropa deportiva ubicado sobre la avenida Alberdi en Mataderos. Lo hizo como cualquier cliente. Preguntó precios, saber cuánto costaba esta camiseta, este pantalón. Pocos minutos después, se fue. Un grito lo siguió. La empleada que atendía el local corría detrás de él mientras pedía por ayuda. “¡El teléfono, me afanaron el teléfono!”, exclamaba la mujer. Gritó a tiempo: Leonardo estaba a punto de huir. Había frenado un taxi, que estaba allí, con el motor en marcha. Un efectivo de la Policía de la Ciudad llegó al lugar, lo que impidió que el hombre escapara. Así, Leonardo, de 37 años, fue arrestado en el acto.
Nacido en 1987, padre de un hijo adolescente, con domicilio en Villa Lugano, adicto según él mismo al tramadol, el opioide más común y barato de la Argentina, con varias entradas y salidas de centros de rehabilitación, Leonardo ya tenía una lista considerable de causas penales para ese entonces. Siempre representado por defensores oficiales, en 2015, el Tribunal N°27 le dio dos años y ocho meses de prisión por encubrir el robo de una moto; terminó encerrado en una cárcel federal. Pero en ese robo en Mataderos no estuvo solo; la chica que estaba junto a él era algo inusual. El policía la encontró ya sentada en el taxi en marcha, detrás del asiento del conductor. Le registró la cartera; el celular de la empleada estaba allí.
Cotejaron su identidad: la chica en el taxi tenía 14 años.
C. era su nombre. Según la acusación en su contra, aprovechó la distracción que Leonardo montó en el local para robar el teléfono que la empleaba cargaba en ese momento. Abandonada por su madre, con un padre ausente, se había fugado de su casa a comienzos de aquel mes, para luego regresar diez días más tarde. Mientras la buscaban, con denuncias en comisarías y avisos en redes sociales, fue identificada en otro intento de robo junto al hombre de Villa Lugano el 11 de marzo, cuando trataron de llevarse una lijadora orbital de un supermercado en la avenida Álvarez Jonte. Un mes más tarde, entraron en un mayorista de la calle Gallo para intentar llevarse un taladro eléctrico, una maniobra tan torpe como la anterior, que terminó en un patrullero.
Leonardo había conocido a C. en la rampa de skate de la calle Manuela Pedraza en Núñez. Una amiga de la chica, menor de edad, fue quien los presentó a fines de 2022; esa misma noche en la que se conocieron, según el relato de esa menor, hicieron un trío en un hotel de Núñez.
Tiempo después, la abuela de C. lo llamó. Allí, la mujer le reveló la edad real de su nieta. Leonardo se hizo el desentendido. “Ella tenía un DNI digital en el que decía que tenía 18 años, me insistía que era así, decía que su abuela era una mentirosa”, se escudó Leonardo en una de sus declaraciones. Con el paso delos días, no solo la convirtió en su cómplice inimputable para robar. Comenzaron a errar juntos por la ciudad, para dormir en hoteles de Liniers.
En mayo último, la historia entre Leonardo y C. llegó a su fin. El hombre de Lugano fue condenado a ocho años de cárcel por el Tribunal N°24, integrado por el juez Marcelo Alvero, no solo por los intentos de hurto agravados , sino también por los abusos sexuales ocurridos en esos hoteles. También, prohibió que Leonardo se acerque a la víctima o a su familia. Su condena vencerá el 5 de mayo de 2031. Según el relato de la menor, evaluado por psicólogos, Leonardo la introdujo al consumo del tramadol, del que el hombre de Villa Lugano era capaz de consumir “40 pastillas” en un día.
El skatepark de Núñez donde el violador y la víctima se conocieron
Según la acusación, Leonardo C. violó a la joven “aprovechándose de la inmadurez sexual de la menor, en al menos tres oportunidades, en el lapso comprendido entre el mes de enero del año 2023 y el mes de mayo del año 2023, en el interior de una habitación de un hotel ubicado en el barrio de Liniers de esta ciudad (frente a la Avenida General Paz), en circunstancias en que ambos se encontraban residiendo en el mismo”. Allí, vivió junto a la menor de edad durante al menos dos meses.
“La verdad que no tengo conciencia y noción de los hechos, no tenía noción de los hechos por el consumo de drogas. Consumí tantas pastillas, 40 pastillas de tramadol por día que no tengo recuerdo, no sabía lo que hacía”, declaró Leonardo. Sin embargo, reconoció haber tenido relaciones sexuales en “pocas ocasiones”.
C. fue analizada por la Unidad de Violencia Familiar del Hospital de Niños Pedro Elizalde. Allí, reveló cómo Leonardo la introdujo en el consumo de opioides, además de cocaína. Relato escenas de la vida callejera, de cómo simulaban vender perfumes para salir a robar y así sostener el hábito de su violador. Repitió, en varias ocasiones, que su relación era consentida.
Los expertos que analizaron su testimonio sostienen lo contrario.
Una especialista que la entrevistó declaró en el juicio que:
“La niña describió una relación sexo afectiva consentida, naturalizó el vínculo asimétrico. Estaba inmersa en un contexto de vulnerabilidad, inmersa en un concepto de violencia o abandono, por el que se fue de su casa. Había una conflictiva anterior. Todas estas son condiciones subjetivas. El consumo es vulnerabilidad, y puede ser condicionante para el consentimiento. Es una adolescente, había una diferencia importante de edad, existía una asimetría, una diferencia de poder, más allá de la voluntariedad que ella refiere. Todo esto puede afectar la situación más allá que diga “yo quise o yo quiero”.
Con el tiempo, el padre de C. recibió un link con un video: allí, podía verse a su hija teniendo sexo con Leonardo C.
Así, la imputación aplicada por Alvero fue la de estupro, el abuso sexual con el aprovechamiento de la inmadurez de la víctima. La condena a Leonardo se dará por cumplida el 5 de mayo de 2031.
Por Federico Fahsbender-Infobae