El expresidente estadounidense, Donald Trump, fue el protagonista de la cuarta y última jornada de la Convención Nacional Republicana, pronunciando un prolongado discurso. Con un aura mesiánico, Trump ha dominado con su retórica anti-establishment al Partido Republicano, que cae rendido a sus pies en una convención convertida a un mega espacio publicitario trumpista.
El culto a Trump se adueña del Partido Republicano. La Convención Nacional Republicana terminó envuelta en un ambiente de idolatría hacía el expresidente, que afianza su status como líder político, y hasta espiritual, absoluto del seno conservador estadounidense, que parece haber adoptado completamente al trumpismo como la ideología dominante en el partido para los años venideros.
“Me presento para ser presidente de toda América, no de la mitad de América (…) Con orgullo y devoción, acepto su nominación para ser presidente de los Estados Unidos”, dijo Trump, en medio de aplausos y gritos de “pelea, pelea, pelea”.
El expresidente estadounidense utilizó la primera parte de su discurso, que duro más de una hora, para abordar el intento de magnicidio del que fue víctima durante un mitin político el 13 de julio, rememorando el momento y agradeciendo el apoyo expresado por sus seguidores desde aquel fatídico día.
“Oí un fuerte zumbido y sentí que algo me golpeaba, muy muy fuerte en la oreja derecha. Me dije: ‘Vaya, ¿qué ha sido eso? Solo puede ser una bala’ (…) Se supone que no debo estar aquí esta noche.”, recordó el también magnate neoyorquino, afirmando que fue “Dios” quien lo salvó.
Aunque no estaba planeado que hiciera mención directa al actual presidente, Joe Biden, Trump siguió su tradicional línea disruptiva para atacar explícitamente al demócrata, a pesar de haber hecho un llamado a la unión ciudadana momentos antes, señalando al mandatario por su política migratoria, el manejo de la economía, y su política exterior con conflictos como el de Ucrania y el de Gaza.
“El daño que Biden le ha hecho a este país es impensable”, añadió Trump, calificando al aumento de los flujos migratorios experimentados durante una parte de la administración Biden como una “invasión que mata cientos de personas al año”. El neoyorquino vaticinó que, de llegar a la presidencia de nuevo, “cerrará las fronteras”.
Trump afirmó que, si él hubiera estado en la Casa Blanca durante los últimos cuatro años, los conflictos de Ucrania y Gaza nunca hubieran explotado, ya que los líderes mundiales lo “respetan”. Además, señaló a Irán como uno de los culpables principales de la inestabilidad internacional actual, mencionando que, durante su periodo, estaban “en bancarrota”.
“Pondré fin a todas y cada una de las crisis internacionales que la actual administración ha creado, incluyendo la horrible guerra con Rusia y Ucrania, que nunca habría ocurrido si yo fuera presidente, y la guerra causada por el ataque a Israel, que nunca habría ocurrido si yo fuera presidente.”, dijo Trump.
Durante su largo discurso, el expresidente republicano también hizo alusión de sus escándalos legales, subrayando que el Partido Demócrata utiliza el sistema judicial como arma política en su contra, mencionando que, en su lucha contra sus casos judiciales, Trump es “el que está salvando la democracia” estadounidense.
Cerrando con su tradicional slogan de campaña de “Make America Great Again”, Trump culminó uno de los discursos más largos jamás hechos en una Convención Nacional Republicana, lleno de redundancias sobre la inmigración, declaraciones engañosas y saliendo del papel conciliador con el que comenzó.
Cuatro días de discurso antiinmigración, críticas a Biden y arrepentimiento
Desde un palco elevado reservado, rodeado de su círculo más cercano, proyectando una imagen como de emperador, Donald Trump experimentó un baño de halagos durante los cuatro días de la Convención Nacional Republicana.
El ahora candidato oficial de los conservadores fue espectador de un desfile de antiguos aliados políticos, como los congresistas Marjorie Taylor Green, Mike Johnson y Ted Cruz, mismos que solían estar confinados en la periferia de poder en el partido, y que ahora dominan la narrativa republicana gracias al empuje de Trump y su meteórico ascenso político.
Pero la marca de la convención republicana de este año no fueron los discursos aduladores de sus viejos camaradas.
Lo más llamativo de las cuatro jornadas quizás fue el alineamiento de los que osaron desafiar al líder trumpista en algún momento de su carrera, con los dos competidores más provocadores durante la competencia por la nominación republicana, la exembajadora en la ONU Nikki Haley y el gobernador de Florida Ron DeSantis, entrando en cintura y expresando abiertamente su apoyo por Trump.
Aunque en su discurso en el tercer día de la convención, el hijo del expresidente, Donald Trump Jr., hizo énfasis en que el Partido Republicano aboga por “debatir” las diferencias políticas, parece que esta cualidad excluye al mismo conservadurismo, que construyó su convención nacional alrededor de la figura trumpista, sin dejar lugar a la crítica como en ediciones pasadas.
Como si de una figura sagrada y misericordiosa se tratara, Trump aprobó desde la lejanía el arrepentimiento de Haley y DeSantis, que habían sido sumamente críticos con la capacidad del expresidente por liderar Estados Unidos por otro periodo, mismos que recularon en sus posturas para no caer en el exilio político como otras figuras disidentes con el trumpismo.
“No hace falta estar de acuerdo con Trump el 100% de las veces para votarle. Tómenlo de mí”, expresó Haley el pasado 16 de julio, en el segundo día de la convención, consumando su redención con Trump, mismo que la invitó a estar presente en horario estelar.
Los primeros tres días de la convención, más inclinados a definir la línea política del partido de cara a las elecciones, estuvieron llenos de la tradicional retórica trumpista antiinmigración, con diversos políticos conservadores apoyando intensamente la mirada restrictiva del expresidente y construyendo, de nuevo, a la inmigración irregular como el principal problema en Estados unidos.
“Nos oponemos a cualquier inmigración que se aparte o contraste con nuestros valores estadounidenses,”, mencionó DeSantis durante su intervención el 16 de julio.
El mismo Trump regresó a su tono clásico en contra de las personas migrantes en situación irregular dentro de Estados Unidos, llegando a expresar, sorpresivamente, que los niveles de criminalidad en países como Venezuela y El Salvador recaen en que estas naciones “envían criminales y pacientes mentales” a territorio estadounidense.
Utilizando la palabra “invasión” decenas de veces, Trump añadió que “los extranjeros ilegales” le quitan trabajos a la población afroamericana e hispana dentro de Estados Unidos.
En esta tónica, las críticas a la figura de Joe Biden se hicieron notar durante todas las jornadas. Distintas figuras políticas apuntaron a la administración Biden por hacer “insegura” la frontera sur, facilitando una “invasión” de “ilegales extranjeros” al país, mismos que, según la retórica republicana, son los culpables del alza en la criminalidad, el consumo de drogas y la crisis económica.
Por su parte, el recién anunciado candidato a vicepresidente, J.D Vance, culpó al demócrata por afectar a la industria estadounidense y la clase media al ser parte de la “clase gobernante” de Washington, que favoreció tratados de libre comercio con el extranjero. “Joe Biden metió la pata y pueblos como el mío pagaron el precio”, sentenció el senador de Ohio en su participación el 17 de julio.
La epopeya trumpista consume al Partido Republicano
Trump llegó a la Convención Nacional Republicana con un halo nunca antes visto. El atentado del que fue víctima el pasado 13 de julio consolidó su transformación política, de ser un controversial outsider criticó con el establishment republicano, a un mártir con aura de luchador incansable que se empuña en una batalla interminable contra un sistema que lo quiere destruir.
El abanico de casos judiciales abiertos en su contra, junto con la condena por el caso ‘Stormy Daniels’, han surtido el efecto contrario al que se esperaba en su carrera política, construyendo un nuevo enemigo a vencer en el sistema judicial ‘corrupto’, según los alegatos trumpistas, dejando atrás el estigma que una convicción judicial tendría en cualquier otro político.
El aprendizaje más claro de esta Convención Nacional Republicana es que el trumpismo llegó al Partido Republicano para quedarse por mucho tiempo. El ambiente durante las entradas de Trump al recinto eran casi religiosas, construyendo a Trump como un ícono político del que depende toda la relevancia política conservadora.
El republicano solo puede contender por un periodo presidencial más, pero esta claro que su legado perdurara a través de sus herederos políticos, con J.D Vance siendo el más visible durante la convención.
“Vas a estar haciendo esto durante mucho tiempo”, le expresó Trump a Vance durante su largo discurso de cierre.
Donald Trump no solo se consagra como el candidato conservador para las próximas elecciones presidenciales, sino como el líder indiscutido del Partido Republicano, cuya corriente principal se ha transformado a imagen y semejanza del trumpismo.
Por:Maximiliano Pérez Gallardo-France 24 con AP, Reuters y medios locales