Misiones Para Todos

Un encarnizado enfrentamiento por la Memoria no se salda tan solo con un abrazo

A propósito del debate por la Memoria

Como es de público conocimiento, al mismo tiempo que numerosas columnas de argentinas y argentinos arribaban a la histórica Plaza de Mayo para conmemorar el primer Día Nacional de la Memoria, la Verdad y la Justicia bajo un gobierno apologista de los crímenes de Estado, el Ejecutivo no tuvo mejor idea que circular un video institucional (https://www.youtube.com/watch?v=dcHv_BNdVAI) hecho de apuro y con una pobreza estético conceptual sorprendente, dado el fin que seguramente se le asignó: Librar una Batalla Cultural por la “Memoria Completa”, convocando para ello al oscuro Juan Bautista “Tata” Yofre; al montonero arrepentido Luis Labraña, autoerigido en “inventor” de la cifra 30.000; y a una de las hijas del Capitán Viola, ejecutado en 1974 por el Ejército Revolucionario del Pueblo –  circunstancia en la que desgraciadamente también perdió la vida una hijita del susodicho de tan solo tres años de edad -, tramando con ese trío un coro inconexo cuyo remate, a cargo del propio Yofre, invitó a todos los argentinos y argentinas a abrazarse durante el próximo mes de Mayo… es de suponer que en Córdoba, consolidando así el Pacto de la Moncloa local. 

Existe consenso desde el pensamiento crítico en que el motor de la Historia es la lucha de clases. Desde ese punto de vista, podría considerarse que la violencia estatal e insurgente de los 70s no fue otra cosa que la exasperación de esa lucha de clases, encarnada por las expresiones más radicalizadas de cada uno de los bloques sociales en pugna.

En toda latitud, la memoria de los pueblos ha demostrado ser un capital en disputa. Así, los relatos que la interpretan se ven condicionados por la avanzada o el reflujo de masas. En el primero de los casos, la memoria escala hacia una épica colectiva, mientras que en el segundo prevalece la apropiación de la misma por parte de las élites dominantes.

Desde la recuperación del orden constitucional, la realidad ha venido demostrando palmariamente que la conquista de una memoria consensuada – o al menos ecuánime – no se dirime cotejando muertos contra muertos sino proyecto contra proyecto, y cada uno de esos bloques sociales tuvo el suyo, ora el de la Gran Nación Americana, ora el de la colonia. 

El 12 de Enero de 1982, al calor de la resistencia contra la dictadura genocida, la organización político – militar Montoneros – a la que la prensa reaccionaria acostumbra vincular exclusivamente con el ejercicio de la violencia – hizo público su proyecto emancipatorio, bajo el título de “Bases para la Alianza Constituyente de la Nueva Argentina” (https://www.elortiba.org/old/docmon.html#Bases_para_la_Alianza_Constituyente)

Ese programa comenzaba con el siguiente párrafo, que de algún modo da cuenta de la interpretación histórica que el nacionalismo popular revolucionario hace del irresuelto enfrentamiento fratricida que padece nuestro país: “La historia nacional argentina esta signada por una intermitente guerra civil a veces encubierta y a veces violentamente desembozada. Este enfrentamiento aun inconcluso se inició en los albores mismos de la independencia en 1810; su persistencia a lo largo de ya más de 170 años a pesar de las profundas transformaciones económicas, sociales y políticas acaecidas en el país, más aún, la continuidad de los mismos apellidos, como los Mitre, los Paz y los Martínez de Hoz, contra los mismos enemigos, como los montoneros; la reiteración de las mismas falsas opciones como civilización o barbarie, solo puede explicarse por la esencia misma de esta lucha ya casi bicentenaria. Se trata del enfrentamiento entre las fuerzas que pretenden el pseudo progreso del país a partir del capital imperialista venido desde el exterior, y las fuerzas que pretenden el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales expandiendo el mercado interno. Por eso es que con las abismales diferencias que separan a la formación social de hoy, de aquella de hace 170 años, los dos polos de este enfrentamiento aun inconcluso mantienen sus mismos nombres: pueblo y oligarquía”.

Quien acostumbre a leer entre líneas el acontecer político de nuestro país no tardará en encontrar en el presente un correlato de los intereses en pugna desde los orígenes de la Nación.

La continuidad en el ejercicio del poder de las minorías del privilegio ha dotado a esos sectores de clase de una clarividencia para detectar y señalar a sus enemigos históricos que torna indiscutible lo expresado con anterioridad.

Acontecimientos como los vejámenes sufridos por el cuerpo de Evita, secuestrado y enterrado verticalmente en un cementerio de Italia bajo el nombre de María Magistri, para evitar que sus adherentes se agolparan a homenajearlo; o la amputación de las manos de Perón, que tantos derechos otorgaran a los más humildes, solo constituyen dos “botones de muestra” del odio feroz que la oligarquía ha sabido desplegar desde siempre contra toda expresión popular. Hay ejemplos aún más reveladores: 

Como recordarán los estudiosos o afectos a la historia patria, en 1834, ante un conflicto desatado entre las provincias de Salta y Tucumán, el gobernador de Buenos Aires, Manuel Vicente Maza (quien respondía políticamente al Brigadier Juan Manuel de Rosas), encomendó al General Juan Facundo Quiroga una gestión mediadora. Tras un éxito parcial, Quiroga emprendió el regreso y fue asesinado el 16 de febrero de 1835 en Barranca Yaco, provincia de Córdoba, por Santos Pérez, un sicario al servicio de los hermanos Reinafé, hombres fuertes de Córdoba, ligados a Estanislao López. Quiroga se había opuesto tenazmente a los deseos de López de imponer a José Vicente Reinafé como gobernador de Córdoba. 

Casi un siglo después, Marcos Osatinsky, co fundador de la organización guerrillera FAR y luego uno de los dirigentes de la organización Montoneros, fue asesinado el 21 de agosto de 1975, cuando lo trasladaban a un penal. Su cadáver fue robado entre gallos y medianoche, y apareció a mediados de septiembre de 1975 dinamitado en Barranca Yaco, el mismo paraje donde fuera emboscado y ejecutado su antecesor riojano. 

No hace falta entrar en demasiados detalles para descifrar el mensaje que ese gesto encierra, dirigido a quien se atreva a desafiar los intereses del poder oligárquico en Argentina. 

El 20 del corriente, despuntando el otoño, otro comandante montonero dio su último suspiro al cabo de un par de meses de lidiar con una dolencia que terminó desestabilizando su salud. 

Nos referimos al abogado Roberto Cirilo Perdía, natural de Rancagua, Provincia de Buenos Aires, un argentino particularmente consecuente con la mejor tradición emancipatoria de nuestro país, cuyo deseo – expresado repetidamente ante los íntimos – siempre fue que sus cenizas fueran a dar al paraje cordobés mencionado en los dos ejemplos anteriores.   

Según el antropólogo tucumano Adolfo Colombres, una interpretación posible de lo sagrado remite a circunstancias o lugares de alta concentración de sentido. Consecuentemente con dicha perspectiva, Barranca Yaco es uno de ellos. Y muy probablemente, con el tiempo, se convierta en un sitio de peregrinación para entrar en comunión con la mejor historia de nuestro pueblo.

Recapitulando, a nuestro modesto entender, la única justicia que urge aplicar en Argentina no es la que dicta la Corte Suprema desde el Palacio de Tribunales sino la que emana del imperio de la Justicia Social, hoy considerada aberrante por el Primer Mandatario. Desde esa convicción, el horizonte que corresponde recorrer a una organización social que se proponga dar un salto cualitativo hacia la condición de organización política debería contemplar cuanto menos algunos de los objetivos que alcanzó a esbozar el “Pelado” Perdía poco antes de pasar a ocupar un sitial de honor en la memoria de gran parte de nuestro pueblo: 

1 – Tal como ocurre en la Primera Línea de las luchas que vienen librándose en Nuestra América, las compañeras deben jugar un rol protagónico en la conducción de toda organización que se precie de revolucionaria. 

2 – En un contexto caracterizado por una enorme depredación económica y cultural del tejido social, corresponde convertir a cada unidad organizativa de base en una unidad económica, productiva y comercial, camino a la autogestión, a los efectos de ir reconstruyendo la materialidad de una vida digna y prefigurando una nueva sociabilidad entre sus protagonistas.

3 – Ante la gran encrucijada nacional que enfrentamos, habrá que ocuparse de gestar una nueva alternativa popular, volviendo a abrazar la idea de Que se vayan todos, tanto Milei y sus cómplices, como las y los responsables de traernos hasta aquí durante 40 años de democracia fallida. 

4 – A tal efecto se impone construir organización desde abajo, priorizando el trabajo territorial con epicentro en las comunas. 

5 – En consecuencia, convendrá orientar la formación del activismo en función de los objetivos anteriores.

Nunca está de más recordar que hasta el camino más largo comienza por un primer paso. – 

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