Misiones Para Todos

Un peronista suelto en el FMI

Martín Guzmán lo envía a una misión que ya cumplió con CFK. Hijo de un pesado de la Camarco que fue amigo de Macri, trabajó con Nielsen y Lavagna en el primer canje, pero llegó a lo más alto con Boudou.

No habla, no se deja ver, no circula en la lista interminable de los que intentan mantenerse activos, incluso en la derrota. Pero cuando el peronismo se apropia del poder, su nombre vuelve a aparecer. Sergio Chodos estuvo el miércoles sentado en primera fila en la esperadísima primera conferencia de prensa de Martín Guzmán, en el Ministerio de Economía. Abogado de la UBA, con un master en la Universidad de Columbia y 49 años, es uno de los profesionales que el nuevo ministro quiere tener a su lado en el arranque de una gestión plagada de problemas. Será propuesto como director argentino por el Cono Sur ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) y volverá a Washington para ocupar un lugar que ya tuvo entre setiembre de 2012 y abril de 2016.

La carta de tramitación está enviada y dicen en el equipo económico de Alberto Fernández que se trata apenas de un tema burocrático, aunque seguro llevará algo de tiempo. Ex secretario de Finanzas, ex titular del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses y ex director del Banco Central (BCRA), Chodos surcó de punta a punta la era kirchnerista como funcionario, pasó los últimos tres años en el sector privado y retorna ahora al lugar en el que conoció a Guzmán. Corría el año 2013, los fondos buitres acosaban al cristinismo y Joseph Stiglitz participaba de un panel sobre deuda soberana en un seminario organizado por Naciones Unidas en Nueva York. El argentino Guzmán acompañaba al Premio Nobel -que en 2014 llegó a presentar un amicus curiae ante la Corte de Estados Unidos- y el funcionario del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner debutaba en un rol que ahora debe retomar, en un contexto muy distinto. Desconocidos para el gran público, más que familiares para el mundo financiero, desde entonces el vínculo entre ellos no hizo más que crecer. En 2016, Chodos escribió el capítulo argentino de “Too Little, too late, the quest to resolve sovereign debt crises”, el libro sobre crisis de deuda soberana que editaron Stiglitz, el flamante ministro de Fernández y el colombiano José Antonio Ocampo desde Columbia. Su tema era la cláusula del “pari passu” que, según el juez Thomas Griesa, violaba la Argentina kirchnerista en su pelea con los buitres.

El domingo 8 y el lunes 9, Guzmán y Chodos se internaron a trabajar juntos en el búnker de Puerto Madero en el que todavía operaba Alberto Fernández. El jueves y viernes, en el cierre de la semana, el hombre que el nuevo ministro quiere sentar en el directorio del organismo que preside Kristalina Georgieva participó de las reuniones del flamante comité asesor de la deuda junto al flamante secretario de Finanzas Diego Bastourre y dos experimentados especialistas en el tema, Daniel Marx y Adrián Cosentino, también ex secretarios de Finanzas.

De un momento a otro, Chodos tendrá que volar a Washington para reemplazar a Gabriel Lopetegui, un funcionario designado por Nicolás Dujovne -sin relación con el ministro saliente de Energía y ex CEO de Lan– en lugar de Héctor Torres, el experimentado director que había nombrado Alfonso Prat Gay. Paradojas del destino, le tocó a Mauricio Macri -a los cinco meses de asumir- echar de un cargo clave al hijo de quien fuera un gran amigo de su padre. Los Chodos y los Macri fueron siempre familias muy cercanas.

Durante los años del macrismo, el abogado que trabajó con Roberto Lavagna y Amado Boudou se desempeñó en el Banco de Servicios y Transacciones (BST), la entidad financiera del ex Banco Río Pablo Peralta que en 2018 le vendió sus sucursales a Jorge Brito y que, en el último gobierno kirchnerista, había quedado involucrada en una denuncia por lavado del entonces jefe de la Procelac, Carlos Gonella.

Durante la gestión Fernández, el funcionario que llegó a administrar el poderoso Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses después de la erradicación de las AFJP deberá representar la posición argentina en un directorio que se reúne cuatro veces por semana en Washington. Tendrá la misión de iniciar un lobby persistente entre los 24 directores del Fondo, a varios de los cuales conoce de su paso anterior por el cargo. El contexto, sin embargo, es muy distinto al de aquel 2012. Si entonces Argentina intentaba resolver el conflicto con los buitres y buscaba zafar de la presión del FMI en la era del INDEC trucho para volver al mercado financiero, ahora debe salir del laberinto de la deuda en el que Macri lo metió en tiempo récord y negociar un nuevo programa con montos y plazos que le permitan a Fernández arrancar con una cuota mínima de aire a gobernar.

AIRE DE FAMILIA. “Querido Bernardo: te mandamos este presente para que con el advenimiento de la democracia todavía te mantengas a flote. Con afecto, Alejandro y Sergio”. El regalo que el chofer de Gregorio Chodos le entregó a Bernardo Neustadt, en los primeros días del gobierno de Raúl Alfonsín, no era de lo más agradable. Dentro de una caja de un anillo lujoso, envuelto en celofán, había un corcho con esa consigna impertinente. Con 13 y 19 años, los hijos del empresario de la Cámara de la Construcción, el amigo íntimo con el que el periodista había compartido tantos encuentros en su quinta, habían detectado que la propaganda de Neustadt a favor de la dictadura militar llegaba a su fin y le advertían que el reciclaje iba a ser arduo. El inventor de Tiempo Nuevo reclamaba una disculpa de los autores del envío que jamás llegó y alteró el vínculo con la familia. La anécdota figura en el libro “El hombre que se inventó a sí mismo”, de Jorge Fernández Díaz. Aunque se definía como peronista, Chodos padre no sólo era amigo de Neustadt:  también tenía una íntima relación con Franco Macri que se inició en 1962 y se mantuvo hasta 2017, cuando el primero murió. Miembros prominentes de la patria contratista, eran socios y además vecinos en la zona de quintas de San Miguel. El hermano mayor del ahora candidato a representar a la Argentina en el Fondo, Alejandro, trabajó durante mucho tiempo con el Grupo Socma y con el ex presidente Macri. Más importante que eso, Gregorio Chodos fue un consejero fundamental para el egresado del Cardenal Newman y hasta ocupó el lugar que Franco prefirió evitar. Cuando murió, el ingeniero lo despidió “con profunda tristeza” a su “querido amigo”, en un aviso fúnebre en La Nación. Como testimonio de esa estrechisima relación, queda la imperdible entrevista que el periodista Andrés Fidanza le hizo en Perfil en 2016. Ahí, el ex presidente de la Cámara de la Construcción dice que Mauricio le creyó más a él que a su propio padre, defiende su voto a Daniel Scioli, cuenta anécdotas increíbles y responde a una pregunta clave con una respuesta letal.

-¿Qué es el PRO?

-Una casualidad.

DE LAVAGNA A BOUDOU. Egresado del Carlos Pellegrini, abogado de la UBA con Máster en Columbia, Sergio Chodos trabajó en el poderoso estudio Bruchou, Fernández Madero y Lombardi durante cuatro años. Apareció por primera vez en la función pública en 2004, como asesor de Guillermo Nielsen en el primer equipo que trabajó en la reestructuración de la deuda durante la gestión de Lavagna.

Pese a ser un funcionario de segunda línea, dos hechos más o menos fortuitos lo convirtieron en un actor clave que Néstor Kirchner y Alberto Fernández conocieron en los días intensos del primer kirchnerismo. En septiembre 2003, 638 días después del default de 2001, el entonces ministro de Economía presentó en la asamblea anual del Fondo en Dubai la propuesta de mayor quita de la historia para los acreedores. Chodos, que iba a ser parte del viaje, tuvo que quedarse en Buenos Aires para hacer un anuncio similar junto al presidente y su jefe de Gabinete ante los jefes parlamentarios en la sala de situación de la Casa Rosada. Unos meses después, como parte de una tensión con Fernández que se mantuvo en el tiempo, Lavagna castigó al entonces subsecretario de Finanzas Sebastián Palla -otro niño mimado, más tarde presidente de la Unión de AFJP y empleado de Brito- y le prohibió que siga acompañando al ministro coordinador en sus informes ante el Congreso. El enviado de Economía pasó a ser Chodos, que trabó una relación estrecha con Juan Carlos Pezoa, el entonces secretario de Hacienda que era uno de los funcionarios preferidos de Kirchner y le entregaba día a día los números de la economía.

Fernández, que había conocido al padre del joven asesor, lo adoptó rápido y lo convocó como secretario de Finanzas después de la partida de Lavagna para que trabajara durante las breves gestiones de Felisa Miceli y Miguel Peirano. El llamado lo hizo Pezoa: “Alberto y Néstor quieren que seas secretario”, le dijo. Las accidentadas gestiones económicas, los cortocircuitos internos entre las distintas alas del gobierno y alguna firma que Chodos no quiso poner lo dejaron en un segundo plano durante el interregno de Martín Lousteau. Su momento de gloria llegaría con la aparición de un ambicioso funcionario del que nadie conocía demasiado en el ámbito de la política, Amado Boudou. Cuando Sergio Massa aterrizó en la Jefatura de Gabinete, su amigo Boudou ocupó el Ministerio de Economía y se decidió ponerle fin al negocio de la jubilación privada, Chodos pasó a administrar primero el ente residual de las AFJP y después a decidir al frente de la entonces suculenta caja del Fondo de Garantía de Sustentabilidad: manejaba casi 100.000 millones de pesos con un dólar a cuatro pesos. Fue el momento de estrellato del funcionario que acaba de recuperar Guzmán. Las crónicas de la época lo presentan como un funcionario clave, experto en finanzas, blindado políticamente y sin ningún tipo de control. Massa y Boudou se llevaban el mundo por delante y nada les salía mal. Todo el sistema financiero estaba pendiente de los movimientos de Chodos y era el más buscado por políticos y empresarios.

EL SOBREVIVIENTE. Más tarde, recalaría en el Banco Central que tenía a Mercedes Marcó del Pont y al ahora empoderado Miguel Pesce como vicepresidente. Corrían los días de la restricción externa, debutaba el control de cambios furibundo que la prensa antikirchnerista bautizó como cepo y Macri era un político virgen y exitoso jefe de Gobierno que no se decidía todavía a saltar a la batalla por la presidencia.

En 2012, cuando el cristinismo comenzó a soñar con la sintonía fina y pensó en un camino de regreso a los mercados para tomar deuda, Boudou decidió enviar a Chodos como director ejecutivo del Fondo y delegado argentino ante el G20. Cuando el entonces vicepresidente cayó en desgracia ante Cristina y amaneció la estrella de Axel Kicillof, el ex secretario de Finanzas fue el único que logró sobrevivir en el exterior. Kicillof decidió remover a los otros dos representantes del gobierno que Boudou había designado ante los organismos de crédito: Guido Forcieri perdió su sillón en el Banco Mundial y Gabriela Costa debió abandonar su puesto en el BID, pero el ahora gobernador bonaerense prefirió que Chodos siguiera sentado en el directorio del Fondo.

Peronista como se define, el abogado con master en Columbia pasó los últimos tres años viendo desde el sector privado la catástrofe de la economía macrista y esperando su oportunidad para volver. Se refugió en su perfil bajo inalterable, que le permitió sobrevivir a todo. Se lo vinculó a Massa, se acercó a Felipe Solá y se mantuvo en la órbita del albertismo de segunda línea. Pero hizo algo más importante, que otros de su especie no pudieron hacer: charlar mucho con el discípulo argentino de Joseph Stiglitz, un economista de la elite académica, desconocido en Buenos Aires, que tenía la ambición secreta de ser ministro.

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Por Diego Genoud – Letra P