En el inevitable pase de facturas luego del fiasco electoral protagonizado por Daniel Scioli, emergió ayer en la cúpula del Frente para la Victoria la historia de enredos que llevó al colapso del oficialismo en la Provincia de Buenos Aires.
Anteayer a la noche, un huidizo Aníbal Fernández dijo que había caído bajo “fuego amigo”, en defensa a las acusaciones que lo señalaban como mariscal de la derrota. Cuando CFK descartó a Florencio Randazzo como precandidato y éste se rebeló negándose a aceptar la precandidatura a gobernador bonaerense, ella introdujo a Aníbal Fernández en la palestra para competir con Julián Domínguez. Scioli simpatizaba abiertamente con este último y evitaba sacarse fotos con el jefe de gabinete, consciente de que la imagen de éste, ligada al narcotráfico, podía serle fatal en las urnas. Pero le faltó, una vez más, el coraje como para plantarse y oponerse a Aníbal F. Las consecuencias de esta pasividad le fueron fatales. Para empezar, el pasado domingo hubo “fuego amigo” en el Frente para la Victoria. Los grupos que responden a Randazzo y Domínguez votaron en su mayoría a María Eugenia Vidal para evitar que el jefe de gabinete llegara a gobernador. A esto se le sumó un inédito porcentaje de corte de boleta a favor de la candidata de CAMBIEMOS (7%) más un número no precisado de electores que directamente eligieron a Vidal por rechazo a Aníbal y no cortaron boleta, disminuyendo así el caudal de Scioli.
El tercer factor fue el voto influido por las parroquias, donde parte del clero hizo una prédica sutil convocando a los católicos a votar por Vidal para evitar que un hombre ligado al narcotráfico se quedara con la gobernación. Este cóctel explosivo arrasó con el kirchnerismo en las ciudades más importantes de la provincia, en muchos municipios del conurbano y, desde ya, en la zona rural. Cuando Scioli viajó inoportunamente a Italia luego de las PASO nacionales, dicen que intentó llegar a Santa Marta pero que allegados al Papa le hicieron saber que, por lo ocurrido con Domínguez, no sería recibido.
De esta forma el gobernador, más por pasividad que por otra cosa, se cavó su propia fosa. Lo que tal vez jamás se sepa es qué quiso hacer en realidad Cristina cuando impulsó a Aníbal Fernández. ¿Fue otro error más o era consciente de que lo estaba hundiendo a su candidato?
A todo o nada
En este clima de implosión, ayer se mencionaba que Scioli, como Leopoldo Fortunato Galtieri en el ‘82, optaría por huir hacia adelante e intentar revertir la ola macrista que se extiende por todo el país convocando a los notables con prestigio que todavía quedan en el PJ. Por ejemplo, ofrecerle la Jefatura de Gabinete a José Manuel de la Sota, muy preocupado porque CAMBIEMOS obtuvo el 51% en Córdoba el domingo y puede apuntar a arrebatarle la provincia en cuatro años. Juan Manuel Urtubey, Carlos Reutemann, José Luis Gioja y otros serían convocados a La Ñata para sumarse a un eventual gabinete sciolista -el ya anunciado se caería- y poner de pie al peronismo para el 22 de noviembre sin que se mencione en la campaña a CFK y los suyos, que ya cosecharon el domingo pasado cuanto cargo electivo pudieron. Semejante operación significaría prácticamente un golpe de estado dentro del PJ, ya que la presidente quedaría fuera de todo. Ella podría tal vez entonces dar un paso al costado y esperar a que Scioli sea derrotado para acusarlo de traidor y de ser un pésimo candidato. Con Macri presidente y un peronismo en guerra civil, el cristinismo apostaría a volver en el 2017 con la candidatura de CFK a senadora nacional por Buenos Aires. Los sciolistas más decididos hasta mencionaban ayer que, para ganar el ballotage, habría que pedirle a Carlos Zannini que renuncie a su postulación a vicepresidente. Todo esto sin hablar de que el sciolismo, igual que el macrismo, busca ahora al esquivo Sergio Massa, que no es el dueño de sus votos, pero puede llegar a arrastrar, si dice lo adecuado, a parte del 21% que lo votó. La peronización a cualquier precio de Scioli está en el tapete. Sólo que hasta sus allegados -o mejor dicho empezando por ellos- desconfían de que éste tenga el valor de patear el tablero.